¿Realmente nos importa? Ni lo mencionamos
El INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática) recientemente publicó la ENDES 2013 (Encuesta Demográfica y de Salud Familiar). En este comentario queremos expresar nuestro desconcierto por la poca atención que ha recibido la publicación de la importante encuesta en los medios o el debate; reiterar que nos parecen moralmente inaceptables algunos indicadores pese a su mejora, y presentar la evolución de los principales indicadores sociales que incluye la encuesta (ver presentación).
Las cifras de pobreza generaron un debate extendido y encendido. Se usó el concepto de pobreza multidimensional para quitarle lustre a la mejora en los datos de pobreza monetaria, variable que se utiliza en todo el mundo cuando se discute del tema. Los resultados de esta encuesta solo los ha publicado un diario, prácticamente no se han comentado y ciertamente no han generado polémica alguna. Y, para citar solo un ejemplo, no hay un comité de especialistas supervigilando la metodología, la encuesta o sus resultados. ¿Qué acaso no son relevantes lo que pasa con el control prenatal en el primer trimestre de gestación, si el parto fue en un establecimientos de salud, la desnutrición crónica en menores de cinco años, la anemia en niños de 6 a 59 meses, y la mortalidad infantil, los principales aspectos del bienestar medidos por la encuesta? Claro que lo son. Por alguna razón no existe la misma motivación política. O, quizás, no se dispone de indicadores alternativos que muestren otra situación, que parece menos favorable si se comparan papas con camotes.
Como puede observarse en el siguiente cuadro en el que mostramos los resultados nacionales de los cinco indicadores mencionados en el párrafo previo, la mejora en cuatro de los cinco es sostenida y relevante. En los dos indicadores de salud materna, hay una mayor mejora en las zonas rurales que urbanas. Es notable que solo una de cada cuatro –23.6% para ser exactos– peruana que vive en las zonas rurales tuviera sus partos en un establecimiento de salud en el 2000 frente a siete de cada diez –69.8%–en el 2013. La desnutrición crónica cayó en 12.4 puntos porcentuales entre el 2007-08 y en el 2013 en las zonas rurales, frente a 5.7 puntos porcentuales en las urbanas. Hoy mueren 16 niños por cada mil nacidos en nuestro país y las zonas urbanas, frente a 17 en las rurales. La disparidad era inmensa el 2000 y la situación, mucho peor: morían 45, 33 y 24 niños por cada mil nacidos en zonas rurales, el país o zonas urbanas, respectivamente. La anemia había caído constantemente entre el 2000 y el 2009. Sin embargo, aumentó en el 2010. Pero se ha estancado en las zonas rurales y, peor aún, ha aumentado en las zonas urbanas: de 26.5% a 31.1% de la población. Nadie lo ha mencionado siquiera.
Citaremos los datos rurales, urbanos y nacionales, respectivamente, para los cinco indicadores mencionados (ver imagen): control prenatal (70.3%, 80.5% y 77.4%), parto en establecimiento de salud (69.8%, 96.8% y 88.5%), desnutrición crónica (32.3%, 10.3% y 17.5%), anemia (39.8%, 31.1% y 34.0%) y mortalidad (17, 16 y 16 por cada mil niños nacidos). Ya reconocimos el avance, salvo en el caso de la anemia. Bienvenida. Pero es moralmente inaceptable que nuestro país siga teniendo estos niveles de bienestar, especialmente en las zonas rurales. Uno de cada cinco niños nacidos en la sierra o selva son anémicos y uno de cada tres es desnutrido crónico. No tienen futuro. Es absolutamente imposible que puedan aprovechar las poquísimas oportunidades que se les presentarán. Nos pasamos de escandalete político a escandalete político y esta lacerante realidad sigue ahí. No es tan vendedor comentarla como las pobrezas, pero siguen ahí.