Capital (y Mentiras) Humano(as)
Por Pablo Secada. El Foro Económico Mundial (FEM) publicó el Índice de
Capital Humano del 2013 en el que nuestro país está, digamos, jalado, tanto
en el índice como en cada uno de sus cuatro categorías de componentes. En
general estamos en el puesto 75 de 122 países. En las categorías de componentes
de educación, salud y bienestar, fuerza laboral y empleo, y entorno conducente
a mejorar el capital humano estamos en los puestos 84, 82, 50 y 81. No deja de
ser paradójico que se estén discutiendo continuamente retrocesos en la única
categoría en que estamos mejor que el promedio, lo que sucedería si se hiciera
más rígida la legislación laboral en la quinta economía más informal del mundo.
El siguiente
gráfico muestra la siempre odiosa comparación entre nuestro país, Colombia,
Chile y México, países latinoamericanos con quienes hemos optado por integrarnos
como parte del esfuerzo por ocupar un espacio adecuado en la economía mundial.
La palabra “capital
humano” se asocia inmediatamente al gran Gary Becker, Premio Nobel de Economía
que consideraba indispensable contrastar sus teorías con la evidencia. Se puede acceder a los comentarios del mismo Profesor Becker en la
que entonces era la segunda edición de su libro “Capital Humano, Un Análisis
Teórico y Empírico con una Referencia Especial a la Educación” -ahora
en la tercera- haciendo click en el siguiente vínculo.
Tanto el breve artículo como el libro son altamente recomendables.
Como recordamos, las desventajas competitivas de nuestro país son
instituciones, educación, salud, infraestructura e innovación según el FEM. El
nuevo índice pone énfasis en el capital humano, “la inversión en educación,
capacitación, salud, cuidado médico y otros” según Becker. Será más difícil alcanzar mayores niveles de bienestar en tanto la
calidad y cobertura de la educación, sean tan deficientes. El Estado debe
intervenir en la economía para que el capital humano mejore sostenida y
considerablemente. Hay tanto fallas de mercado como consideraciones de equidad
que justifican plenamente su intervención.
Lamentablemente, el Estado también falla. La institucionalidad es
precaria por lo que no se sostienen las políticas públicas en el tiempo, no se
las evalúa con seriedad y no se retroalimenta su diseño en función de la
evaluación. No se focaliza
adecuadamente; se intenta calcar un falso Estado de bienestar en vez de, como
es justo en realidad, negarle subsidios públicos a quienes pueden pagar.
Son simples y llanas
fallas de Estado, principalmente, las que impiden que avancemos más. Ni el
recurrente desastre macroeconómico ni Sendero Luminoso de antaño son ya
restricciones relevantes. Los sociólogos no
científicos y otros colegas, sin embargo, insisten en que el “neoliberalismo”
es el problema. Eso es mentira. Nadie ha negado jamás que el Estado debe
intervenir para mejorar el capital humano. El desmadre macroeconómico que nos
llevó a la crisis no es una característica del liberalismo. Tampoco lo es lo
que una gavilla de locos confundidos por lo que leyeron de o sobre Marx, Lenin,
Stalin y Mao hicieran en el país. Tampoco es liberal el principal sindicato de
la educación. La lista continúa. Es la
ausencia de libertad que, por ejemplo, se expresa en que los directores de
colegios no pueden dirigirlos sino seguir las directivas de la planificación
central. Es la carencia de libertad de elección en el financiamiento a la
educación escolar, por ejemplo.
Quienes
no lo entienden y quienes prefieren no debatir, también han mentido sobre
Becker. “Los críticos sostienen que el análisis de Becker reduce a los seres
humanos a entidades económicas”. Nada puede ser más falso. Becker reconoce que
la gente tiene el poder de razonar y buscar su destino, y tenemos que lograr que
las condiciones en el Perú lo permitan.