Calidad del gasto y el Congreso
Por Pablo Secada. El
gobierno acaba de enviar al Congreso los proyectos de ley de Presupuesto,
Endeudamiento y Equilibrio Financiero para el 2014. La prensa ha descrito
ampliamente qué niveles de gobierno o qué sectores, por ejemplo, tendrán un
límite máximo de gasto. Nos parece interesante complementar estas descripciones
con una visión analítica de lo que el presupuesto indica sobre la política
fiscal.
El Reporte de Inflación,
publicado por el Banco Central cuatro veces al año, incluye un indicador muy
útil: el denominado impulso fiscal. El impulso fiscal resume si la política
fiscal está impulsando el crecimiento económico -es decir, si es expansiva-, si
lo está frenando -es decir, si es contractiva- o si no hace ni uno ni otro -es
decir, si es neutral-. Para medir adecuadamente la tendencia de la política
fiscal, el impulso fiscal aísla los efectos temporales que podrían estar
inflando los ingresos fiscales o deprimiéndolos. De esta manera, se evita que
factores insostenibles -por ejemplo, precios de los minerales muy por encima de
su promedio histórico o muy por debajo del mismo-, hagan parecer que la
situación fiscal es mejor o peor de lo que sería en el largo plazo. El impulso
fiscal, por lo tanto, nos indica sí, dentro de las restricciones de la
responsabilidad fiscal, el MEF está poniendo de su parte para impulsar el
crecimiento o si lo está frenando.
En su último informe, el
Banco Central calcula que el impulso fiscal para este año será positivo, del
orden del 0.7% del PBI. Quiere decir que este año, la política fiscal
contribuirá al crecimiento económico, contrarrestando la desaceleración de la
actividad que se observa desde fines del año pasado. Contrario a lo que algunos
afirman, entonces, el MEF si está poniendo de su parte para evitar la
desaceleración del crecimiento económico.
Una política fiscal
adecuada debe ser lo que se llama contracíclica. Es decir, debería apuntalar el
crecimiento cuando el resto de la economía (es decir el sector privado) se está
enfriando y debe enfriar el crecimiento cuando el resto de la economía se está
sobrecalentando. Históricamente esto no es lo que sucedía en el Perú. Todo lo
contrario, usualmente el gasto aumentaba cuando la economía estaba
recalentándose y disminuía cuando se enfriaba lo que empeoraba la volatilidad
de la economía y, dañaba el crecimiento y la estabilidad.
El siguiente
gráfico muestra el crecimiento del PBI, la inversión privada, el consumo
privado y el impulso fiscal desde el 2002. Como indicamos, el impulso fiscal debería
ir en dirección contraria al gasto privado, como lo hará este año. La crisis
del 2008-2009 fue la primera vez en la que la política fiscal cumplió su papel
de contribuir a estabilizar la economía. Es muy positivo que se mantenga esta política.
Tan
importante como fijar un impulso fiscal adecuado es que se asegure una buena
calidad de gasto público. Hay avances como: los programas presupuestarios y
otras herramientas de gestión por resultados que lidera el MEF, la cultura de
evaluación del MIDIS o el avance de la agenda de Alianzas Público Privadas que
promueve Proinversión. Pero falta mucho, y esto que debiera ser una labor
fundamental de los congresistas rara vez atrae su atención. Usualmente se les
escucha pidiendo más recursos para algo o alguien, pero rara vez se les oye
plantear un esquema de seguimiento serio de algunas políticas públicas
prioritarias, como la de desnutrición crónica o la anemia infantil. El Poder
Ejecutivo y evaluadores independientes deberían ir al Congreso periódicamente a
rendir cuenta sobre estas políticas, con información relevante para medir los
avances y retrocesos. Asumir efectivamente la gran responsabilidad que implica es
una de las grandes tareas pendientes del Congreso.