Una verdadera integración económica
La
iniciativa de integración económica lanzada por el Perú, la Alianza del
Pacífico (ADP), tiene grandes perspectivas de éxito porque se distingue de
manera muy importante de otros acuerdos de integración de la región, cuyos
pobres resultados todos conocemos.
La Alianza del Pacífico está conformada por Perú, Chile, Colombia y México, países que, para comenzar, comparten lineamientos
esenciales de política económica y principios democráticos (ver cuadro 1). La política común más importante de las cuatro economías de la
alianza es la apertura comercial. Las
cuatro son entre las más abiertas de la región y lo que se busca es una zona de
libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas entre los
miembros. Esto convierte a la ADP en el primer intento de forjar la integración
en Latinoamérica sin cerrarse al resto del mundo, como es el caso de La
Comunidad Andina y el MERCOSUR.
El fracasado Grupo
Andino, con sus pilares de un alto
arancel común frente a terceros países, la planificación industrial a cargo de
burócratas andinos, el rechazo a la inversión extranjera (Decisión 24), y las
industrias “estratégicas” en manos del estado se ha convertido en la Comunidad
Andina de Naciones, un ente crecientemente irrelevante. El MERCOSUR,
liderado por Brasil y Argentina, pese a contar con mercados internos más
grandes, está destinado a un similar fracaso por pretender cerrarse al mundo y
mantener políticas económicas antagónicas. Un ejemplo que cita al tratar el
tema la prestigiosa revista The Economist (ver) es que Mercosur tiene ya 14 años discutiendo infructuosamente -por
la resistencia de sus miembros- un tratado comercial con la Unión Europea.
La ADP en cambio configura un acuerdo de integración
abierta al mundo (ver cuadro 2). Todos sus integrantes tienen
acuerdos de libre comercio con EEUU y a excepción de Colombia son Miembros del
APEC y el Trans-Pacific Partnership, (TPP) el más prometedor acuerdo de
comercio mundial. Colombia se encuentra activamente buscando ingresar al
TPP. De esta manera la ADP debe constituirse en un enorme espacio económico
Latinoamericano que cumplirá con la aspiración de potenciar la relación con el
Asia-Pacífico.
La
ADP es además un acuerdo que no sólo responde a las decisiones de los gobiernos
sino que cuenta con una fuerte participación del sector privado. Tanto los gobiernos como los inversionistas privados han dado muy
rápidamente pasos muy importantes hacia una integración real. En mayo se
desgravó el 90% del comercio entre los cuatro países y sus ciudadanos ya no
requieren visas para transitar entre ellos. Las bolsas de Perú, Colombia y
Chile ya pusieron en marcha el Mercado Integrado Latino Americano (MILA), al
cual México ya indicó su intención de integrarse.
A pesar de ser la Alianza del Pacífico una idea
peruana, y a diferencia de la gran prioridad que sus otros tres miembros dan a
la idea de su rápido desarrollo, notamos
en el Perú cierto desconocimiento respecto de las enormes posibilidades que ofrece
para nuestro País. Ejemplos de éste son la lentitud para la homogenización
de la regulación tributaria necesaria para el desarrollo del MILA y la lentitud
para acelerar los acuerdos de “acumulación de origen” entre los cuatro países
para permitir el rápido aumento del intercambio utilizando insumos de
cualquiera de sus integrantes.
El
reto para los miembros del ADP es muy grande, pero también lo son las
oportunidades que ofrece. El comercio entre los países miembros es aún limitado
y casi no existen las cadenas de producción y comercio que son fundamentales
para aprovechar estas oportunidades. No obstante, el interés empresarial enorme que la ADP ha despertado en los cuatro
países augura un futuro promisorio para este esfuerzo de integración real de
los países con políticas sensatas dentro de un continente donde persiste la
aplicación de políticas económicas anacrónicas y desencaminadas. Estamos
seguros que el tiempo demostrará claramente la superioridad de la ADP sobre
Mercosur.