Número bíblico
Por Pablo Secada. No cabe duda de que las siete medidas económicas que
anunció el Presidente Humala para que la inversión privada se acelere han
suscitado diversas reacciones. Hay puntos de vista diferentes respecto a qué
tan relevantes son las medidas y qué impacto tendrán, lo que podría diluir su
impacto en la confianza en algún grado. Hasta en un mismo diario: el editorial
de El Comercio, “Medidas
que prometen“, tiene un tono diferente al artículo de la sección de
política “Aseguran que medidas del Ejecutivo son oportunas, pero insuficientes”
o el recuadro firmado por el Editor central de Economía publicado en la misma
página, “No más improvisación“.
Recientemente, en IPE Opinión, comentamos
una de las medidas: “Avanzamos,
pero dejemos de jugar a las tacitas“. Nos parece que se puede agrupar las
otras seis en dos categorías (ver
cuadro). Primero, las que
institucionalizan el seguimiento de algunos proyectos de inversión y agilizan los
permisos, y trámites requeridos para concretarlos. Acá están: la creación
de un equipo de técnicos para impulsar las inversiones, la agilización en la
entrega de los CIRA, la creación de la Ventanilla Única para los EIA y los
nuevos criterios para que las regiones y municipios accedan como mayor
facilidad al FONIPREL. Segundo, reformas
al mercado de capitales, como la que facilita más el acceso de empresas
pequeñas y medianas al mismo o el Proyecto de Ley de Reposiciones de Capital.
Ayuda que un equipo del MEF siga algunos proyectos de inversión
privada. Es importante que el Presidente
y el gabinete tomen decisiones que faciliten su desarrollo, y es crucial que
actúen políticamente para concretarlo. Simplificar los trámites tiene todo
el sentido del mundo. Trabajar con las principales consultoras y supervisoras
ambientales del mundo para que acompañen a SENACE y OEFA, además de empezar la
reforma del servicio civil con ambas entidades es mucho más serio y envía una
señal más positiva. Incluir plazos para la entrega de los CIRA que, según el
Ministerio de Cultura, ya se emitieron para el 93.5% de las solicitudes
presentadas en el primer trimestre del año, también está bien. Hacer un
catastro de restos arqueológicos ayudaría muchísimo. Simplificar los trámites
para que los gobiernos subnacionales que ganen concursos de fondos públicos
para inversión los concreten está muy bien. Asistirlos en vez de corregir sus perfiles de proyectos sería mejor aún. Incentivar que diseñen programas
plurianuales de inversión público privada que trasciendan sus jurisdicciones ya
sería una cosa de locos.
En cuanto a la “reforma del mercado de capitales” nos parece que el
gobierno sigue teniendo una versión parcial y poco ambiciosa de un tema en que
las restricciones políticas para actuar son poco relevantes. El MEF debería
empezar por casa si quiere promover el desarrollo del mercado de deuda. El
recientemente aprobado Programa de Creadores de Mercado no es tal, para
empezar, sino un programa de emisores primarios que restringe la competencia al
exigir que solo los bancos locales participen. Crear mercado es comprometer
capital comprando y vendiendo a precios prefijados para dar liquidez. La desventaja tributaria del mercado de
capitales frente al sistema bancario es otro tema tabú, inclusive en el
gobierno que alguna vez propuso una Gran Transformación. El tratamiento
tributario de las ganancias de capital tampoco tiene sentido teórico ni
práctico. Aunque se han logrado avances aún se requiere fortalecer a la
Superintendencia del Mercado de Valores.
Bienvenidos
los cambios pero ¿y las reformas, incluso sobre estos temas?