Chau, pescado
En 1968 Garret Hardin escribió sobre “la tragedia de
los recursos comunes” que ocurre cuando individuos racionales guiados por
intereses particulares depredan un bien común, como la anchoveta u otros
recursos agotables, pese a que no les conviene extinguir el recurso. Seis años
antes, el premio Nobel de Economía Ronald Coase en su artículo “El Problema del
Costo Social” planteó una de las soluciones para enfrentar, bajo ciertos
supuestos, la tragedia de los bienes comunes: asignar derechos de propiedad sobre
el recurso y dejar que el mercado asigne eficientemente su uso, como usualmente
lo hace.
Una de las pocas
reformas que adoptó el gobierno pasado fue justamente asignar de manera más
eficiente los “derechos de propiedad” sobre la anchoveta mediante cuotas de
pesca individuales que determinan cuánto
puede pescar cada empresa dentro de una cuota global establecida por el IMARPE
año a año. Así, se dejaba atrás la
“carrera olímpica” mediante la cual cada empresa pescaba todo lo que podía lo
más rápidamente posible y con un exceso de flota pesquera que elevaba costos y hacía
peligrar la sostenibilidad del recurso. El éxito de esta reforma requiere,
sin embargo, que el Estado supervise que se cumplan las cuotas individuales y que
solo pesquen quienes tienen cuotas, así como sancionar el incumplimiento de las
reglas del sistema. El problema es que el Estado no sido capaz de cumplir su
rol regulador y se mantiene mucha informalidad en el sector.
Con el cambio al gobierno “nacionalista”, el Ministerio de la Producción se viene enfocando en lo que ellos
denominan el resguardo del recurso pesquero y la promoción de la pesca para
consumo humano directo (ver
gráfico). Sin embargo, al
perseguir estos objetivos válidos, el
PRODUCE ha aprobado decretos supremos que ejercen mayor presión sobre el
recurso -ver
IPEopinión-; y que, a su vez, perforan la poca institucionalidad que se
había ganado en el sector con el establecimiento del sistema de cuotas
pesqueras.
Si revisa la prensa sobre el tema, verá un carnaval de denuncias,
incluyendo acusaciones de traición a la Patria contra los funcionarios del
PRODUCE que “están regalándole la pesca del mar peruano a Chile”. Esto se suma
a acalorados debates televisivos entre el viceministro del sector, Paul Phumpiu
y representantes de la industria pesquera, largas explicaciones por parte de la
Ministra Gladys Triveño sobre las motivaciones que persigue su cartera, y una discusión
televisiva entre la ambientalista y ex viceministra de Pesquería Patricia Majluf
y el economista Carlos Paredes, de un lado, y el armador pesquero Roberto
Vieira, de otro -ver
video y ver
artículo de Paredes-.
De todo lo anterior, quedan claros algunos puntos: (1) un preocupante desconocimiento de las
cabezas del PRODUCE sobre la realidad del sector pesquero -en el
tristemente célebre DS 005-2013 se dan licencias a embarcaciones que “pueden o
no tener sistemas de monitoreo satelital”, ignorando la gravedad de esta
carencia y se pretende promover por decreto el consumo humano directo pero se deja
abierta una ventana para que la pesca pueda terminar en plantas de harina
residual-, (2) la falta de responsabilidad
por parte de los pesqueros industriales respecto a la participación de algunas
empresas en los problemas de sobre pesca, pesca de juveniles, multas no pagadas,
entre otros y (3) el interés de los sectores pesqueros “medianos” por ganar
mayor terreno, desconociendo los acuerdos a los que ya se había llegado al
momento de dar establecer el sistema de cuotas para la pesca industrial.
El
problema del sector pesquero es principalmente uno de debilidad institucional,
pero el PRODUCE no parece darse cuenta de ello. Creando regímenes alternativos,
tratando de regular el sector mediante decretos cuya aplicación no es viable,
no se logran mejores resultados. Exigiendo el cumplimiento de las cuotas,
mejorando los sistemas de monitoreo y supervisión, agilizando las aplicaciones
y cobros de multas, y sanciones se puede evitar la depredación de la anchoveta.
Hacer que las cuotas individuales fueran negociables, como lo sugirió Ronald
Coase, cerraría el círculo.