La bendición de los recursos naturales
Por Miguel Palomino. Un titular escandaloso de El Comercio (“En 15 años puede colapsar el modelo económico del país”), acompañado de una nota producto de la combinación creativa de dos fuentes distintas y de la fértil interpretación de algún redactor, trajo a la luz nuevamente el atractivo tema de la “maldición de los recursos naturales”. Esta frase, usualmente muy mal entendida, aparece a raíz del análisis de los retos que representa para un país el utilizar adecuadamente una abundancia de recursos naturales.
Para poner el tema en términos familiares, la idea se asemeja al dicho que se dice aplica a las familias que logran acumular una fortuna: “la primera generación la crea, la segunda la disfruta y la tercera la pierde”. Es obvio que este dicho no se aplica a todas las familias adineradas, pues muchas mantienen sus fortunas por muchas generaciones. El dicho es interesante porque nos hace notar que el tener una gran fortuna no es garantía de que ésta se mantenga. Hay que saber administrarla. No sería razonable interpretar el dicho como que es mejor no tener mucho dinero para que tus nietos no sean pobres.
¿Cuáles son los retos de tener una abundancia de recursos naturales? Si hacemos el ejercicio mental de comparar dos países idénticos en todo aspecto excepto que uno tiene muchos recursos naturales y el otro no, no cabe duda que todos preferiríamos ser el país con los recursos naturales. Así, el tener una abundancia de recursos naturales es ciertamente una ventaja. Los retos aparecen cuando, al igual que con la familia adinerada, la abundancia crea o financia malas conductas y dificulta el desarrollo de capacidades.
Las malas conductas, que en el caso de países se traducen en malas políticas, se ilustran perfectamente con Venezuela. Como hemos indicado recientemente (ver IPEOpinión) el aumento en el precio del petróleo le dio a la Venezuela de Hugo Chávez unos US$466,000 millones de dólares adicionales de ingresos. Esto le permitió a Chávez sostenerse en el poder con políticas populistas mientras destruía las bases económicas e institucionales de su país. En este caso, la abundancia de recursos naturales fue claramente mal utilizada y se podría decir que se constituyó en una “maldición” para Venezuela. Algo parecido, aunque a menor escala, ocurre en Bolivia y Ecuador.
El mundo nos muestra también los casos de éxito; los que resultan de administrar bien la abundancia de recursos naturales. Entre ellos tenemos a Canadá, Australia y Noruega. Como se observa en gráfico 1, todos estos países tienen un fuerte componente de metales e hidrocarburos en sus exportaciones (en el caso de Australia y Noruega, más que el Perú) y han alcanzado elevados niveles de ingreso y desarrollo. Es más, la participación de los metales e hidrocarburos en las exportaciones de estos tres países ha aumentado en promedio casi 20 puntos porcentuales en los últimos 20 años (en el Perú han aumentado 13 puntos porcentuales), periodo durante los cuales, a todas luces, estos países han progresado notablemente.
Como hemos indicado antes (ver IPEOpinión), los estudios y la evidencia empírica indican que la principal diferencia entre los países que usan bien y los que usan mal sus recursos naturales -es decir entre la bendición y la maldición de los recursos naturales- es la calidad de sus instituciones, como lo ilustran claramente el gráfico 2 y el gráfico 3. Las instituciones son las que permiten a las sociedades tomar mejores decisiones respecto a los retos comunes. Así, el término correcto para los casos de los países que usan mal sus recursos naturales debiera ser “la maldición de las malas instituciones”.
Nuestro reto es poner en marcha las reformas que mejoren nuestras débiles instituciones para que la bendición que representan nuestros recursos naturales no sea desperdiciada por la maldición de tener malas instituciones.