¿Petrogrifos o petroglifos?
La semana pasada nos dio un nuevo ejemplo de la esquizofrenia del gobierno; por un lado empuja reformas y mantiene una política económica exitosa; por otro el Ministro de Energía y Minas nos vuelve a la prehistoria económica y anuncia que Petroperú buscaría comprar las estaciones de servicio que vendería Repsol. Explicaremos por qué creemos que la decisión es inconveniente y que hay mejores alternativas de políticas públicas para enfrentar los supuestos argumentos, excusas en realidad, esgrimidos para justificar la eventual decisión.
En cifras redondas, hay unos 3800 grifos en nuestro país. Petroperú franquicia unos 400, sobre los cuales no tiene ni propiedad ni control. Repsol indica que es propietaria de 83 grifos (que son los que se venderían) y franquicia 174 adicionales. Si se concretara la operación, Petroperú pasaría a controlar poco más de 2% del mercado nacional de grifos, concentrándose en Lima y en las zonas mejor atendidas del país (ver gráfico).
¿Qué justifica la intervención pública en el mercado de grifos? Nada. No se presentan ninguna de las denominadas fallas de mercado que son las que pueden justificar la intervención del Estado en el mercado. Tampoco hay consideraciones de equidad, que son más subjetivas. Las visiones más progresistas sugieren priorizar a los peruanos que tienen menos bienestar. Los grifos de Repsol están principalmente en las zonas donde vivimos los peruanos de mayores ingresos. Así, la eventual adquisición de Petroperú no solo es inconveniente, sino que es hasta inequitativa. Efectivamente, el Estado podría usar esos recursos para otros usos mejores, que sí le corresponden.
De manera enredada, se presentan dos argumentos para justificar la compra. Primero, que Petroperú podría así “regular” los precios de los combustibles porque existirían grifos que no trasladan inmediatamente a sus usuarios las reducciones de precios de los combustibles. Segundo, que Petroperú ayudará a masificar el uso del Gas Natural Vehicular (GNV), siguiendo la moda de justificar políticas públicas absurdas con la seguridad energética.
En cuanto al primer argumento, no compete a una empresa del Estado “regular” precios. Los precios en mercados competitivos se fijan libremente y las empresas (estatales o no) no se crean para regular precios sino para desarrollar un negocio rentable. Ponerles otros objetivos sólo las hace perder plata que pagamos todos los peruanos con nuestros impuestos. Además, cualquiera que use grifos sabe perfectamente que los consumidores responden fuertemente a los precios. Basta ver las colas que existen en los grifos que son más baratos. El mercado es bastante competitivo y los márgenes en general no son elevados.
En cuanto al segundo argumento, para masificar el uso del GNV en el Perú no faltan grifos de GNV sino vehículos a GNV. Se estima que, en promedio, un grifo de GNV debe abastecer a unos 800 vehículos pero hoy hay un grifo de GNV por cada 600 vehículos. El problema de la masificación está en desarrollar más usuarios, no en la falta de grifos. Por último, si existiera una demanda insatisfecha por GNV, Petroperú no tiene que ser propietaria de grifos para que en los grifos se venda GNV.
Otra muestra de lo improvisado de la anunciada adquisición -¿recuerdan el etanoducto?- es que el Plan Estratégico de Petroperú (ver) tiene como objetivo tener sólo 9 grifos propios para el año 2016. Claramente no se consideraba un área de negocios importante hasta que el MINEM decidió nuevamente acomodarse a los vientos que parecen soplar de palacio. Y después dicen que Petroperú será administrada de manera independiente y profesional, y que levantará capital en la bolsa de valores.
No estamos en un país imaginario que ya atendió todas sus deudas sociales, cerró la brecha de infraestructura y tiene un programa de investigación, ciencia y tecnología líder. Los grifos no son una prioridad. ¿Tiene algún límite el rollo nacionalista de los hidrocarburos? ¿Debemos exponernos a la rapacidad histórica de Petroperú?