Crecimiento con menor desigualdad
Por Miguel Palomino. En los últimos años, la bonanza económica ha hecho que se vuelva cada vez más difícil oponerse al actual modelo de desarrollo basado en una economía de mercado que genere crecimiento y oportunidades y un sector público que se encargue de que estas oportunidades y crecimiento estén al alcance de todos. No obstante, siempre hay quienes no aprenden de la realidad y se oponen ideológicamente al modelo actual y, para encontrar algo que criticarle, primero negaban que hubiera crecimiento, luego negaban que fuera generalizado y, finalmente, como último argumento, negaban que beneficiara equitativamente a los más pobres.
A lo largo de los años, la investigación económica ha demostrado que la realidad es contraria a sus argumentos. El crecimiento es, efectivamente, alto y sostenido; el crecimiento ha beneficiado fuertemente a todos los niveles económicos y a casi todas las regiones; y en las palabras del Banco Mundial (ver), “la estabilidad macroeconómica y los niveles récord de crecimiento sostenido han proporcionado el espacio para mejorar las oportunidades de ingreso para los peruanos. Estas oportunidades han beneficiado más que proporcionalmente a los pobres, sobre todo en años recientes”.
Ante el innegable y extendido crecimiento económico, el tema de la desigualdad -que es complejo y muy difícil de comprobar mediante la simple observación- ha sido el último reducto de los opositores al modelo. La desigualdad de ingresos usualmente se mide mediante el Índice de Gini, un cálculo estadístico que arroja un resultado entre 0 y 1, donde cero indica igualdad absoluta en el ingreso y uno indica desigualdad absoluta. El Perú, al igual que la mayoría de los países latinoamericanos, tradicionalmente ha tenido una distribución bastante desigual del ingreso, con un Índice GINI del orden de 0.5. La discusión de los críticos se ha centrado en argüir que las medidas usuales del Índice Gini subestiman el grado de desigualdad porque las encuestas de ingresos (en el caso peruano, la Encuesta Nacional de Hogares) no reflejan adecuadamente los verdaderos niveles de ingresos de los encuestados, sobre todo en el caso de quienes tienen mayores ingresos y los ocultan.
Esta crítica es válida, pero no tiene relevancia para la discusión respecto a si la desigualdad de ingresos se ha reducido. Diversos estudios, usando diferentes metodologías, concuerdan que la desigualdad del ingreso en el Perú se ha reducido, independientemente de la forma de medición escogida. Como ejemplo, el trabajo La distribución del ingreso en el Perú: 1980-2010, de Waldo Mendoza (ver), realiza una corrección del Índice Gini para compensar la subestimación de los ingresos de los más ricos. Si bien la medida de la desigualdad de ingresos resultantes es mayor que la que resulta de los datos sin corregir, la reducción en la desigualdad de los ingresos es mayor. Para el período 2004-2010 la desigualdad corregida se reduce fuertemente en 8.4 puntos porcentuales (p.p.) versus una reducción moderada de 2.2 p.p. en las cifras sin corregir (ver gráfico). Otro estudio de Javier Escobal, presenta, del mismo modo, una mayor disminución del Índice de Gini para el período 2004-2009 (último año para el cual se hace la medición en dicho estudio): una caída de 5.0 p.p.
Todos los estudios serios de la desigualdad de ingresos concluyen que ésta se ha reducido en los últimos años de fuerte crecimiento. Esto es un resultado extraordinario cuando se compara con los resultados usuales en la historia económica mundial. Lo usual es que el crecimiento elevado inicialmente se asocie a mejoras de ingresos en todos los sectores pero a cierto aumento en la desigualdad. Es indudable que aún queda un largo camino por recorrer, tanto en temas de desigualdad, como de reducción de la pobreza, pero debe reconocerse que estamos en el camino correcto para esta reducción y lo que se requiere es una mejor gestión pública para obtener aún mejores resultados, no un vuelco de timón en el modelo económico.