Clase media para no quedarnos a medias
Por Pablo Secada
El Banco Mundial publicó el estudio “Movilidad Económica y el Ascenso de la Clase Media Latinoamericana“. Según el estudio, la clase media en Latinoamérica creció 50% en la última década, un hecho sin precedentes en la historia, al punto que ahora representa el 30% de la población, una proporción similar a la de los pobres. Como puede observarse en el gráfico 1, la disminución de la pobreza regional iniciada hacia el año 2002 se reflejó, casi enteramente, en un aumento de la clase media; el aumento en la población considerada vulnerable -individuos con un ingreso per cápita diario de US$4 a US$10 -fue de sólo tres puntos porcentuales.
El gráfico 2 indica que nuestro país, pese a que es uno de aquellos en los que más ha aumentado la clase media en los últimos años -junto a Costa Rica y Chile-, empezó de un nivel tan bajo que aún está en el puesto séptimo de quince países latinoamericanos en lo que refiere a la proporción de la clase media respecto del total.
El resultado más importante del estudio es que el crecimiento económico es la principal explicación del progreso peruano y latinoamericano. En nuestro país, el crecimiento económico contribuyó al desarrollo de la clase media cuatro veces lo que los programas sociales y las políticas redistributivas en general (ver gráfico 3).
La principal lección que se puede extraer de estos resultados es que promover la inversión privada y remover las trabas para el crecimiento económico no es solo una política pública deseable, sino que es la más importante para promover el desarrollo. La cantaleta de que el crecimiento de por sí no trae mejoras sociales es, simplemente, mentira. Pero es una mentira ampliamente difundida que muchos políticos, por ignorancia y/o malicia, siguen vendiendo y que muchos creen.
El estudio del Banco Mundial sostiene que, para mantener el avance descrito, es indispensable que el Perú adopte reformas laborales, tributarias y de seguridad social. En estos aspectos, el balance de la última década es más bien negativo. Durante la gestión del Presidente Humala ha habido algunos avances pero también retrocesos. Se tomó la decisión política de aumentar el sueldo mínimo pese a los estudios que encuentran que hacerlo aumenta la informalidad, empeora la distribución del ingreso y no favorece a los más pobres. Las presiones de mercantilistas que se disfrazan de líderes sindicales amenazan las políticas laborales que han generado más empleo que nunca en la historia y el proyecto de Ley General del Trabajo, diseñada para beneficiar a una minoría afortunada y perjudicar a la mayoría con empleos inadecuados o desempleada, es una de las más grandes amenazas al crecimiento inclusivo.
En lo que respecta al aseguramiento de salud, se mantiene un modelo a todas luces inoperante e injusto que permite que el gobierno evada sus responsabilidades a costa de los asegurados. Asimismo, se mantiene el injusto e insostenible sistema de reparto de la ONP, pese a que el 65% de los que aportan al sistema nunca recibirán ni un centavo de él. La “reforma tributaria” aprobada por el MEF no representa un avance en el reto más importante de ampliar la base tributaria y la reforma del Sistema Privado de Pensiones ha sido un tímido paso adelante que no ha corregido deficiencias fundamentales en el sistema.
En resumen, entre la complacencia y la precariedad institucional, seguimos sentados en nuestros laureles. Sin reformas ambiciosas, el avance de la clase media se detendrá y podría revertirse. Necesitamos emprendedores políticos para consolidar el círculo virtuoso que destierre la pobreza extrema y nos lleve a una clase media predominante, que exija institucionalidad y cree las condiciones para el progreso económico y social.