Permiso para hacer negocios
Por Miguel Palomino.
Hace poco más de un mes comentamos respecto a los resultados de la última edición del Índice Global de Competitividad (IGC) del Foro Económico Mundial (ver IPEOpinión). En ellos, el Perú mejoró en el ranking global debido a nuestra fortaleza macroeconómica, pese a haber retrocedido en 9 de los 12 componentes del IGC.
La preocupación que señalamos en dicha ocasión por los retrocesos
registrados en aspectos claves para nuestro desarrollo se ve ratificada
por las cifras poco alentadoras de la última edición del ranking mundial
Haciendo Negocios (Doing Business) del Banco Mundial. Si bien el Perú
mantuvo el puesto 43 en el ranking (de 185 países este año) y se
mantiene como el segundo país mejor rankeado de Latinoamérica, después
de Chile, no recuperamos ninguno de los cuatro puestos perdidos el año
pasado, cuando también perdimos el primer lugar en la región (ver
gráfico 1).
Examinando de cerca los resultados desagregados de los diez componentes
del índice Haciendo Negocios, hemos mejorado en los dos componentes en
los que tenemos la mejor performance relativa, pero no hemos avanzado
nada en los dos en los que tenemos la peor performance relativa (ver
Gráfico 2). El vergonzoso puesto 115 en “Cumplimiento de contratos” por
ejemplo, tiene que ser un poderoso desincentivo a la inversión en el
Perú. Si bien la “reforma tributaria” de este año nos habría permitido
ganar dos puestos en el componente de “Pago de impuestos”, el resultado
es aun un lamentable puesto 85 en el mundo.
En el año 2009, el ex-ministro Carranza se planteó la meta de ocupar el
puesto 25 en el ranking de Haciendo Negocios para el año 2011. No sólo
no alcanzamos dicho objetivo sino que hoy no hay ningún indicio de que
este objetivo se vaya a cumplir ni en el mediano plazo. Si bien esto no
depende principalmente del MEF, sí depende principalmente de las
decisiones del sector público peruano. Si examinamos los diez
componentes mostrados en el gráfico 2, con la posible excepción de
“Acceso al crédito” (en que tenemos un muy buen ranking), todos dependen
exclusivamente o fundamentalmente del sector público. Los dos
componentes en los que hemos caído en el ranking este año (Apertura de
un negocio y Comercio internacional) dependen sólo del sector público y
el segundo es particularmente preocupante.
Nadie pretende que sólo avanzar en un ranking dado es necesariamente
señal de progreso real, pero la falta de progreso en aquellos aspectos
en los que estamos peor -sin correspondencia con nuestro nivel de
desarrollo ni con nuestras aspiraciones futuras- es una clara señal de
que algo and mal. Como dijimos al comentar los resultados del IGC,
nuestras debilidades competitivas amenazan seriamente nuestro paso a la
siguiente etapa de desarrollo en una economía global que se basa en el
conocimiento y el comercio internacional.
El gobierno y el MEF han señalado que la competitividad es un objetivo
central para lograr el desarrollo con inclusión que es su meta, pero la
falta de recursos humanos y la asociada falta de capacidad de ejecución
en el sector público paralizan casi todos los esfuerzos por lograr
mejoras. Claramente la gran transformación que realmente se requiere es
la modernización del aparato estatal, comenzando por una reforma
integral del servicio civil, remuneraciones adecuadas para los
servidores públicos, reforma del ineficiente sistema de control que
penaliza la toma de decisiones y premia la desidia.
Y, por supuesto, todo esto requiere la más firme voluntad y coraje
político para lograr las transformaciones necesarias pese a las
resistencias de los intereses creados que siempre sabotean el progreso.