No hay capitalismo inclusivo, sin un Estado fuerte
En menos de dos años, los peruanos nos hemos visto enfrentados a una pandemia que ha puesto en evidencia los grandes problemas estructurales del país y un proceso electoral que ha pasado la factura por todas esas tareas pendientes.
Un total de 180,764 personas han muerto a causa del Covid-19 hasta el 22 de mayo de 2021, sin que todos los recursos canalizados por el Estado desde que empezó la pandemia (habilitación de camas UCI y camas hospitalarias, contratación de personal de salud, importación de oxígeno, compra de plantas de oxígeno, entre otros) hubieran podido evitarlo.
Los esfuerzos del Estado y de las propias familias, que han quedado endeudadas por los próximos años, llegaron demasiado tarde en todos estos casos. Ningún sistema de salud del mundo estaba preparado para hacer frente a esta pandemia, pero el peruano estaba en situación precaria, desarticulado y sin capacidades operativas ni infraestructura suficiente.
Era el equivalente a un concentrador de oxígeno antiguo con el cual se quería combatir la hipoxia silenciosa provocada por el Covid-19. Estos concentradores no permitían el flujo de oxígeno pulsado con sensores, esto es, no distinguían entre la fase de inspiración (cuando se necesita el oxígeno) y espiración.
Y cuando se analiza que pasó o por qué nuestro sistema de salud estaba en esa situación, la polarización del proceso electoral en marcha responde que el capitalismo que nos gobernó en los últimos 30 años no ha logrado resolver problemas importantes.
Mariana Mazzucato, en su “Mission Economy: a moonshot guide to changing capitalism”, reconoce que el capitalismo está en crisis, pero también, que puede ser mejor si se aplican sus ideas de forma más sostenible, inclusiva, menos desigual y con resiliencia.
Pero, quizá su aporte más importante es que plantea que antes de intentar reformar el capitalismo es más importante reimaginar y reinventar la forma en que el Estado cumple su rol: proteger a la gente y buscar el bien común.
Esto no va a ocurrir con un Estado que no invierte en sus capacidades, en construir competencias y confianza. A diferencia, de lo que nos han dicho durante los últimos 30 años en el Perú, Mazzucato, una defensora del capitalismo, no cree en un Estado débil, donde el mercado resuelve todo, sino que asegura que es el Estado el que tiene la capacidad de hacer transformaciones en la escala que se necesita de forma inclusiva, sostenible y movido por la innovación.
Para tener ese Estado, hay que cambiar la forma en que se relaciona con el sector privado y, éste con la sociedad civil. Eso no es tan sencillo porque muchas veces se vuelve hacia él solo cuando se necesita un subsidio, una exoneración o un rescate. Sin embargo, hay muchos ejemplos de cosas extraordinarias en las cuales el Estado ha impulsado grandes cambios como ocurrió cuando John F. Kennedy apoyó la llegada del hombre a la Luna. Se trata de creer en un Estado que tiene capacidades no solo para regular mercados y resolver fallas, sino también para crearlos y hasta para elegir “actividades ganadoras”. Eso sí, no cualquiera, sino aquellas que ayudarán a resolver los principales problemas de la sociedad.
Esa visión de Estado reinventado y que da paso al capitalismo inclusivo tiene que dejar de lado algunos mitos que impiden el progreso, dice Mazzucato.
Mito 1: los negocios crean valor y toman riesgos. El gobierno solo debe facilitar y reducir los riesgos.
Bajo este mito, el sector privado es el único que puede ser eficiente. Mazzucato considera que esta idea es la que en muchos casos ha llevado a debilitar al aparato público para tomar decisiones y, en los casos más extremos, a su captura, bajo el lema que se socializan pérdidas, pero se privatizan ganancias. Como ejemplos de que el Estado sí puede asumir riesgos señala la inversión en Silicon Valley, Internet o la industria farmacéutica en los EEUU o la industria electrónica en Corea del Sur. Para ella, todos esos casos son buenos ejemplos de participación conjunta entre el sector público y privado, pero donde fue el Estado el que asumió los riesgos, invirtió fondos importantes a largo plazo y en sectores con alta incertidumbre. En el Perú, uno de estos casos es el Proyecto Chavimochic, irrigación que ha permitido poner en valor tierras para la agricultura y ganar superficie al desierto, y que empezó el gobierno central en la década de los sesenta y luego se transfirió a la región La Libertad.
Mito 2: el propósito del Estado es resolver las fallas del mercado.
Para Mazzucato, detrás de este mito está la idea que el Estado no crea valor y su rol más importante es actuar solo si se producen fallas en el intercambio de bienes y servicios, cuando los actores distorsionan la libre competencia o se producen desequilibrios que impiden una óptima distribución de recursos. El problema con este mito es que la intervención de un Estado débil o pasible de estar capturado puede ser más peligrosa que la falla misma, lo cual significa que incluso para cumplir el rol de regulador, el Estado tiene que invertir en desarrollar sus capacidades. En eso reside la importancia de fortalecer instituciones como el Indecopi y eso pasa no solo por apoyar que se vuelva un Organismo Constitucionalmente Autónomo sino también por dotarlo de recursos suficientes para hacer su trabajo.
Mito 3: el Estado debe funcionar como un negocio.
La visión del Estado como un negocio es muy riesgosa porque lo reduce a ser un administrador con la desventaja que se trata de uno que se supone no tiene capacidad de añadir valor. Como contraparte, los ciudadanos se vuelven clientes, en lugar de estudiantes, agricultores, pescadores artesanales o pacientes y se pierde la esencia de la razón del Estado que es la protección de la persona y la búsqueda del bien común. En el Perú, eso siempre ha ocurrido en el caso del sector pesquero, donde el Estado no ve a los pescadores artesanales como proveedores de la proteína que se necesita para la reducción de anemia y privilegia la pesca industrial por encima de la pesca para consumo humano directo que se orienta a la mesa popular.
Mito 4: el outsourcing ahorra impuestos y dinero, además baja el riesgo que se asume.
Durante muchos años se ha promovido la idea de que era necesario hacer al sector público tan eficiente como el sector privado y para eso cuanto más pequeño, mejor. Bajo esta corriente, por ejemplo, en el Reino Unido se privatizaron muchas empresas vinculadas a servicios básicos como gas, electricidad, agua o telecomunicaciones con el propósito de invertir los recursos de esas ventas en pagar la deuda pública, construcción de colegios, prisiones, hospitales, entre otros. Sin embargo, según señala, no en todos los casos, los contratos fueron exitosos y se erosionaron capacidades internas. En el Perú, después de 17 años, la población de La Convención-Cusco, donde nace el gas, aún no se beneficia del proyecto Gas de Camisea.
Mito 5: el Estado no debe elegir ganadores
A los mitos que tienen que ver con que el Estado no interviene y solo facilita, se suma la idea que el Estado no debe elegir sectores ganadores ni perdedores, sino invitar a todos a participar. A pesar de eso, en el Perú se eligió a la agroexportación y se le dio beneficios tributarios y laborales. Mazzucato no plantea exactamente replicar esas experiencias, aun cuando reconoce que es esencial al Estado focalizar y priorizar en todo lo que hace. Lo que sugiere es que el Estado elija y se enfoque en catalizar innovaciones en actividades que resuelvan los problemas que tiene la población. ¿Alguien podría haber cuestionado que el Estado brinde incentivos y beneficios a la producción de oxígeno en plena pandemia?
Las recomendaciones de Mazzucato son totalmente vigentes para el Perú cuyo Estado parece anestesiado y sin posibilidad de llegar a todas las regiones donde hoy la población reclama cambios (polarización del proceso electoral). Sin embargo, en las condiciones que está tampoco se le puede pedir que llegue a las familias porque no cuenta con los funcionarios más capacitados, con un entorno adecuado para que tomen decisiones y con los presupuestos suficientes.
La manera de construir ese cambio es con una convicción clara de que tratar de llegar con el Estado que tenemos será muy costoso (por eso se necesitan tantos bonos) y que lo que hay que hacer es reimaginar el Estado en uno que tenga un enfoque (proteger a la gente y buscar el bien común), capacidad de innovar, invertir y contratar, con soluciones a costo razonable, sostenibles y amigables con el entorno.
Quien nos gobierne a partir del 28 de julio no tiene que llevarnos a la Luna (como hizo Kennedy), ya será un éxito si podemos llegar a los distritos más alejados con carreteras, servicios de salud, educación, vivienda y con empleos en actividades que garanticen el desarrollo económico de la población que vive ahí.
Para Mazzucato solo un Estado fuerte tendrá las capacidades para orientar los cambios que necesitamos, dar recursos iniciales, y diseñar instrumentos para catalizar innovaciones en distintas actividades que ayuden a resolver los problemas que afectan a la población: cambio climático, tránsito, desnutrición, corrupción, acceso a la salud, educación de calidad, vivienda digna, entre otros.