Reflexiones para no desperdiciar la pandemia
En medio de la segunda y tercera ola de la pandemia provocada por el COVID-19, la mayor parte de países enfrenta el desafío de sostener sus economías, mientras luchan contra el virus en una carrera contra el tiempo y el poder del dinero para vacunar a su población. La tarea no es fácil y muchos se están endeudando para poder hacer frente al costo de las medidas que están tomando.
Los europeos y norteamericanos, casi sin excepción, han implementado acciones de diversa naturaleza: préstamos para sus pymes, reducción temporal de tasas de impuestos (IVA), protección del empleo (asumiendo el Estado el pago de trabajadores a los que se reduce su jornada), ayudas directas a sectores (turismo, hostelería y cultura), postergación de pagos (hipotecas e impuestos), cheques (bonos) o vales de alimentos a las familias vulnerables, entre otros.
El Perú no ha estado ajeno a esta dinámica y también ha otorgado préstamos a bajas tasas de interés, suspensión perfecta en el ámbito laboral, postergación del pago de impuestos y, para las familias más vulnerables, bonos universales y alimentos para sus comedores populares.
La factura de todas estas medidas está completamente justificada. No solo es lo más sensato dado el bajo costo financiero del dinero en el mundo, sino también es simplemente lo más humano. Sin embargo, la pandemia pasará y cuando eso ocurra el mundo tendrá que enfrentarse con los problemas que ésta ha hecho visibles.
En una reciente columna en el New York Times, titulada Made in the U.S.A.: Socialism for the Rich. Capitalism for the Rest, Thomas Friedman, reflexionaba sobre la necesidad de responder a la crisis de forma que los países salgan de ésta más fortalecidos o lo que es lo mismo, apostando por una economía más productiva de la que la mayoría se beneficie.
Friedman señala que lo que ha estado ocurriendo en los últimos años es que los gobiernos han estimulado más los mercados financieros que la economía real y que eso se refleja en quiénes se han vuelto más ricos, mientras las mayorías sobreviven con salarios que cada vez alcanza para menos.
Se sabe que hay que proteger el empleo todo lo que sea posible porque cuesta menos que crear nuevos, pero también que no se debería impedir que la recesión causada por la pandemia purgue la economía de aquellas empresas que no estuvieron siendo tan eficientes. En este sentido, en lugar de tratar de que sobrevivan hay que invertir esos recursos en funciones del Estado que son claves en la mejora de la productividad: investigación, infraestructura, educación, diversificación y en hacer más eficiente al Estado.
Hay mercados con gran nivel de concentración donde las empresas incumplieron su promesa de introducir eficiencia y en lugar de eso, en muchos casos, han perjudicado a los consumidores. Por ello, Friedman señala que hay que tener cuidado con las medidas que se están tomando porque pueden estar favoreciendo a empresas “zombies”, conocidas como tales por su gran nivel de endeudamiento, en desmedro del impulso a pequeñas empresas que tienen potencial de crecer.
Una AFP que compra los bonos corporativos de una de las empresas de su mismo holding y luego la empresa que emitió los bonos utiliza ese dinero -fácil y barato- en comprar a su competidor (pyme) en alguna de las categorías del negocio y sacarlo del mercado. ¿Suena conocido?
La reflexión a la que nos invita Friedman es que sin dejar de tener el ojo en la negociación de la compra de vacunas que garantice la inmunidad de rebaño que se necesita, el gobierno debe asegurarse que sus acciones no solo responden a la urgencia del corto plazo, sino que también son consistentes con la visión de un país más próspero y productivo.
Está claro que los peruanos superaremos esta crisis. Lo que no lo está tanto es si la aprovecharemos para construir un mejor país.