De clubes, monopolios y consultores
La libre entrada y salida del mercado es probablemente uno de los elementos clave del modelo económico que analistas, consultores y autoridades reiteradamente señalan que debe defenderse. ¿Quién podría estar en contra? Algo similar ocurre con la regulación y las sanciones. Las primeras, en su opinión, deben minimizarse para no restarle impulso a la economía. Por su parte, las sanciones deben ser ejemplares para incentivar que las empresas respeten a sus competidores, a sus clientes y, por supuesto al Estado.
La polémica generada por la posibilidad de que a las empresas del club de la construcción se le apliquen los impedimentos establecidos en el artículo 11 de la Ley de Contrataciones del Estado, Decreto Legislativo 1341, debería ser considerada por los defensores del modelo económico como una pérdida de tiempo. La norma restringe el impedimento a las personas jurídicas con representantes condenados con sentencia firme o para empresas cuyos representantes hubiesen admitido la comisión de un delito, conjuntamente con sus consorciadas. Esto significa que más bien se trata de una lista muy acotada.
La solución en el marco del funcionamiento del modelo económico es muy sencilla: salida del mercado si llegase el caso y sanción ejemplar para las empresas socias y sus representantes.
Pero no. Estas reglas universales de libre mercado parecen tener excepciones, en opinión de algunos analistas. Por ejemplo, en un reciente artículo en el diario El Comercio, un consultor indicó que aplicar merecidas sanciones a las empresas que pertenecen al club de la construcción, que bien podría llamarse el club de la corrupción, tendría un alto costo para la economía. ¿Qué ocurriría si se le aplican los impedimentos establecidos en la ley para cualquier empresa a este club? Por supuesto, deberíamos decirle adiós al crecimiento económico.
Oliver Wendell Holmes Sr. decía que los jóvenes son los que conocen las reglas pero solo los viejos conocen las excepciones. Si conociera del club de la construcción, a esta máxima tan famosa, le habría añadido que los vivos también son capaces de inventarse excepciones cuando les conviene.
Cinco razones me hacen pensar que las acciones propuestas por quienes ahora defienden que se exceptúe al club de la construcción de lo que establece la ley para todos los demás carecen de lógica y sustento:
- Según IPSOS APOYO (2012), el sector construcción era el más corrupto para los propios empresarios asistentes al CADE de ese año. Los acontecimientos con el “club de la construcción” que ahora conocemos no serían accidentes o hechos aislados sino un patrón de comportamiento que debe erradicarse de la economía.
- Han pasado ya tres años desde que la Corte Suprema sentenció al Vicepresidente de CAPECO y ex Vicepresidente de CONFIEP, el señor Lelio Balarezo y este sigue prófugo. Mientras un expresidente de la República y su esposa se encuentran presos sin acusación y sin sentencia alguna, el señor Balarezo se burla de la justicia, dando un ejemplo terrible para su gremio y para la sociedad.
- La alta concentración en los distintos mercados de la economía que hoy se discuten en el marco de la adquisición de cadenas de farmacias y grifos es un riesgo que hay que gestionar. Las empresas del club de la construcción por muchos años monopolizaron las grandes licitaciones con el Estado, y ahora ya sabemos valiéndose de qué prácticas. Tenemos por delante una excelente oportunidad para abrir las puertas a nuevos competidores, a la revitalización del mercado y ojalá a una desconcentración que permita el crecimiento de proveedores medianos y pequeños que ya desde hace mucho le venían haciendo el trabajo tercerizado a las empresas del club de la construcción.
- El sector de la construcción es mucho más que el club de la construcción. Mientras que en el primero operan casi 50 mil empresas, el segundo solo agrupa a 30 de estas. La inversión pública podría seguir ejecutándose sin problemas si las empresas medianas, que ya ejecutaban obras por encargo del club de la construcción cuando estas ganaban licitaciones con el Estado, se asocian entre ellas. Y los funcionarios públicos y la Contraloría podrían dormir tranquilos.
- La economía peruana no se va a desestabilizar por la caída de unas pocas empresas corruptas; al contrario, se fortalecerá. Las deudas de las 30 empresas del club de la construcción representan el 1% de las colocaciones del sistema bancario, y menos del veinte por ciento del total de colocaciones en el sector construcción. La marcha de la economía peruana y la inversión pública no dependen de 30 empresas. La salud del sistema bancario, tampoco. Los grupos económicos que están vinculados a entidades financieras no solo están muy bien asesorados respecto a los riesgos y amenazas que toman con cada operación sino que están sumamente diversificados, de tal manera, que un golpe asociado con la paralización temporal o cierre eventual de algunas de las empresas de construcción con las que tenían créditos por cobrar puede fácilmente atenuarse con el desempeño de otros sectores y con las garantías que deben haber exigido para realizar las operaciones de acuerdo con la normatividad vigente.
En síntesis, como país no debemos temer, sino alentar, a que las empresas corruptas salgan del mercado. Los motores de la economía peruana y la solidez el sistema financiero que tantas veces han sacado la cara por el país en situaciones difíciles, sin duda, serán capaces de guiarnos a una pronta y sostenible recuperación. Con menos clubes, menos corrupción, menos permisividad con los amigos y justicia para todos.
La autora no tiene ningún vínculo comercial con ninguna de las 50 mil empresas del sector construcción.