La industria: de las malas prácticas a las oportunidades
Si a Usted como yo, nadie le ha regalado nada y debe ganarse la vida trabajando, coincidirá conmigo en que con una economía desacelerándose a veces hay que hacer milagros para que el dinero alcance. Sacarle el jugo a cada sol es lo que hacen millones de hogares peruanos cada día del año. Sin embargo, a pesar de la escasez de nuestros recursos individuales, colectivamente, los consumidores peruanos somos quienes movemos al país. Solo en Alimentos y Bebidas, los peruanos consumimos más de USD 17 mil millones anualmente, mucho más que las principales empresas del sector alimentos y bebidas juntas.
Desafortunadamente, a pesar de que somos un mercado tan atractivo para las empresas, los consumidores peruanos seguimos expuestos a las malas prácticas de algunos empresarios. Solo este último año nos hemos dado cuenta que:
- El precio del gas y hasta del papel higiénico habría estado siendo elevado artificialmente.
- La leche que podíamos comprar no era leche.
- El chocolate que comíamos no era chocolate.
- Las etiquetas de los productos no están obligadas a informar con transparencia el contenido de los productos.
- Las conservas de pescado importadas vienen con gusanos.
La acción del Parlamento y de los reguladores del Ejecutivo ante estos claros intentos de engaño contra el consumidor ha sido muy tímida o simplemente muy mala. Por ejemplo, la facilidad con la que el gobierno aplaza el pago de multas administrativas a las embarcaciones que ingresan a las zonas prohibidas para pescar, capturan especies de tallas menores y otros que impactan en la disponibilidad de recursos marinos para la mesa popular y –por supuesto- aumentan su precio y los hacen inaccesibles para todos los peruanos, obligándolos a recurrir a las conservas importadas baratas.
A continuación, algunas propuestas de cómo empezar a corregir esta inacción y pasar a defender al consumidor peruano, que con tanto trabajo mueve la economía peruana.
Un etiquetado que prevenga y no confunda
Una reciente investigación publicada por PLOS Biology, da cuenta que la International Sugar Research Foundation ocultó por 50 años los resultados de estudios que señalaban los efectos cardiovasculares adversos del azúcar, así como los indicios de un incremento de los riesgos de cáncer de vejiga. De acuerdo a este informe, la industria azucarera tiene prácticas de manipulación de datos similares a las de las empresas tabaqueras.
Ejemplos como este explican por qué es importante, sino urgente que los alimentos procesados digan sin lugar a dudas si un producto es alto o no en azúcar, de modo que cada consumidor pueda tomar una decisión bien informado. En este caso, los defensores a ultranza del libre mercado no pueden argumentar que esto acarreará más costos a los consumidores porque la industria de alimentos procesados sí está dispuesta a cambiar las etiquetas, pero por una que por su dificultad de comprensión tenga el efecto de confundir y no prevenir al consumidor.
En el marco de esta discusión, respecto de la cual ya hay un pre-dictamen aprobado en Comisión en el Congreso de la República que prioriza el etiquetado con contenido de semáforo de muy difícil comprensión, es bueno recordar que bebidas como Fanta y Sprite anunciaron recientemente en Chile reducciones de 60% y 50%, respectivamente, en el azúcar de sus recetas originales, con lo que ya suma un portafolio de 32 productos reformulados en sus contenidos de azúcar en ese país. Esto significa que es posible que las empresas se comprometan con sus consumidores y lideren esfuerzos de adaptación a sus nuevos gustos o preocupaciones. La pregunta que surge por sí sola es ¿por qué en Chile y no en Perú?
Difundir e incentivar positivamente el uso de normas técnicas para que el chocolate sea chocolate
El reclamo de que solo lo que es leche se llame leche no tiene que ver con que se haga un juicio de valor sobre la calidad o el contenido de la bebida láctea reforzada que fue acusada por presumir de ser algo que no era. Se trata de un derecho que tienen los consumidores a acceder a información oportuna, suficiente, veraz, accesible y relevante para tomar sus decisiones de consumo.
El Código de Protección al Consumidor es claro cuando indica que está prohibida toda información o presentación u omisión de información que induzca al consumidor a error respecto a la naturaleza, origen modo de fabricación, componentes, usos, volumen peso, propiedades, idoneidad, cantidad, calidad o cualquier otro dato de los productos o servicios ofrecidos.
Esto no tiene que ver con que se desconozca la experiencia, tradición o empleos que genera determinada industria, sino con el hecho que nuestra legislación establece que el consumidor debe estar por delante y las instituciones del Estado son las que deben salvaguardar sus derechos.
Además, antes de que hubiera una oferta tan variada de suplementos lácteos para recién nacidos o a precios accesibles para la población, las madres que no podían dar de lactar a sus hijos, los criaban con leche evaporada. Imaginen si lo que se les daba no hubiese sido leche sino un preparado lácteo con azúcar añadida. El problema deja de ser superficial.
Por ello, es tan importante que las empresas se esfuercen por cumplir determinados estándares que están establecidos en las Normas Técnicas Peruanas en cuya elaboración ellas mismas participan y que definen qué es leche, qué es miel, qué es mermelada o chocolate, entre otros.
El caso de las latas de caballa con parásitos pone en evidencia que hay algo que no está bien en un país pesquero donde la población no puede comer pescado fresco y tiene que recurrir a conservas de pescado importadas porque son más baratas.
El escándalo de las latas de caballa contaminadas con parásitos es importante por la magnitud del daño que subyace a esa contaminación, sino también porque ha puesto al descubierto varias cosas que muchos consumidores desconocían:
- La mayor cantidad de latas de conservas de pescado que se consumen en nuestro país se elaboran en Asia y principalmente en China, donde se les pone etiquetas de marcas peruanas y luego son importadas a nuestro país. Le sigue en orden de importancia Ecuador y Chile.
- La producción del país estaría atendiendo aproximadamente entre el 15% y el 30% como máximo del consumo nacional, de un mercado de cerca de los 500 millones de soles que equivalen a unas 144 millones de latas.
- Los programas sociales compran alimentos importados para ser distribuidos entre la población de menores recursos. La gente más pobre de Ancash o Piura que son regiones pesqueras, consumen latas de pescado importadas.
- La autoridad sanitaria de los recursos hidrobiológicos (SANIPES) tiene la obligación de emitir una alerta sanitaria inmediatamente toma conocimiento de cualquier caso de contaminación. MIDIS encontró los parásitos en un lote de conservas el 24 de octubre y SANIPES emitió la alerta sanitaria el día 17 de noviembre. ¿Hubo la inmediatez suficiente?
- Las certificadoras que aprueban los ensayos que permiten el ingreso –en este caso- de conservas contaminadas, trabajan bajo parámetros que no estarían siendo revisados permanentemente.
- La evolución de desembarques de todo tipo de pescado para enlatados ha disminuido considerablemente en los últimos años y la Caballa no es la excepción, lo cual es resultado de una política que le ha dado la espalda al Consumo Humano Directo.
La industria peruana tiene al frente una gran oportunidad de reaccionar y poner por delante al consumidor, ese que todos los días vota por sus productos cuando los elige en una bodega, un mercado de abasto o un supermercado.
¿Es muy complicado esperar un sector de alimentos y bebidas que en lugar de invertir su dinero en evitar leyes que promuevan la transparencia en el etiquetado, anuncien que se adecuarán a aquel que aporte mayor información a los consumidores e invertirán en hacer sus productos más saludables como está ocurriendo en otros países?
¿Es demasiado pedir que las empresas no estén buscando que les aplacen las multas cuando se han portado mal y su conducta ha afectado la disponibilidad de los recursos hidrobiológicos que son de todos los peruanos?
Los consumidores peruanos valoran a sus empresas y sus marcas, pero quieren saber que están dando su voto de confianza a aquellas que elaboran normas técnicas no solo para salir en la foto sino por el firme compromiso de adecuarse a ellas.