Recuperando el balance
Los recientes anuncios de política económica, por parte de bancos centrales ampliando las compras usando sus balances y de gobiernos anunciando contundentes paquetes de estímulo fiscal, han permitido a los mercados financieros empezar a encontrar soportes de estabilidad, luego de vertiginosas caídas.
Si bien es casi una certeza que volveremos a ver nuevos episodios de volatilidad -en la medida que la pandemia de coronavirus sigue vigente en muchos países- ya varios inversionistas están analizando qué acciones habrá que tomar una vez que los mercados se estabilicen.
Una de esas acciones, especialmente para inversionistas institucionales, con horizontes de largo plazo, es el rebalanceo de sus carteras en relación con sus referencias estratégicas de exposición por clase de activo. Por ejemplo, un fondo de pensiones en Estados Unidos típicamente tiene una cartera de referencia con 60% de activos destinados a exposiciones de renta variable y el 40% restante a renta fija. En condiciones normales, dado que las rentabilidades de renta variable y renta fija suelen diferir en un período determinado (un año, por ejemplo), es necesario hacer un rebalanceo de la cartera al concluir ese periodo. Ello resulta en vender lo que ha subido más y comprar lo que ha subido menos. Mirando al 2019, eso habría significado vender acciones y comprar bonos. En el caso de 2018, los movimientos habrían sido a la inversa. Básicamente, esta regla asegura que “vendamos caro y compremos barato”, lo que fuerza a cierta disciplina al mantenerse anclado al perfil de riesgo/retorno que se determinó más apropiado para el inversionista (en este caso 60/40).
En 2020, y producto de la corrección financiera tan profunda que ha traído consigo la crisis del coronavirus, ese portafolio 60% acciones y 40% renta fija ya estaría más cerca de 50%/50%, es decir, presentando un desvío mucho mayor a lo que se observa en condiciones normales de mercado. Esta brecha respecto a la referencia estratégica es aún mayor que la observada durante la gran crisis financiera del 2008.
En la medida en que los inversionistas vean señales más claras de que estamos en una situación de mayor estabilidad, llevarán a cabo sus movimientos de rebalanceo, buscando recuperar equilibrio perdido tras los significativos movimientos de mercado. Ello, comprando acciones y vendiendo bonos. Para ser claro, no vemos que muchos inversionistas crean que las condiciones ameriten subirse en acciones frente a su cartera de referencia. Pero la obligación de no perpetuar la brecha entre sus posiciones efectivas y aquellas que definen como sus objetivos de largo plazo, tanto en retorno como riesgos apropiados, generará flujos que pueden acelerar los movimientos en precios.
No es fácil identificar con precisión las señales que pueden llevar a un número importante de inversionistas (sobre todo aquellos de perfil institucional, con objetivos de largo plazo, sin presiones significativas de liquidez de corto plazo) a comenzar sus procesos de rebalanceo. Sin embargo, resulta razonable que deban cumplirse al menos las tres condiciones que se detallan a continuación:
(i) Mayor evidencia de que la pandemia global está acercándose a una fase de contención, como la aquella en la que ya se encuentran varios países asiáticos (principalmente China);
(ii) Anuncios y ejecución de acciones contundes de política económica, tanto de bancos centrales como de gobiernos;
(iii) Y resolución de disrupciones en los mercados financieros, productos de la estrechez de liquidez que generó la estampida desde activos de riesgo a los de refugio.
En los días recientes hemos visto avances en algunas de estas condiciones -notoriamente en (ii) y gradualmente en (iii). Aún falta más evidencia de que se evoluciona positivamente en (i) para que podamos pasar a un círculo virtuoso en los mercados: el de la recuperación del balance.