Enemigos y soldados de varias capas
Por: Paola del Carpio
Hoy dependemos más que nunca de tener un sentido de la colectividad y un propósito común para contener este mal que todavía no parece tener intención de irse. Esto nos incluye a todos, también a autoridades.
La llegada intempestiva del coronavirus nos ha forzado a modificar paradigmas en una sociedad “moderna” con predominancia del individualismo. Hoy dependemos más que nunca de tener un sentido de la colectividad y un propósito común para contener este mal que todavía no parece tener intención de irse. Si bien nuestro bienestar depende directamente de nuestra capacidad de cooperar como sociedad, los intereses (y dificultades) individuales impiden esta cooperación o traen un cumplimiento a medias. Ante un gran sacrificio de muchos, aún hay aglomeraciones, exposición, contagio. Y así perdemos todos.
Pero las pérdidas y riesgos no son homogéneos. Además de la valoración de la colectividad, la pandemia y las necesarias medidas de distanciamiento social están evidenciando y agudizando nuestras desigualdades. Hacia el inicio de la cuarentena, una encuesta de Ipsos Perú[1] indicaba que el 25% de personas del Perú urbano se habían quedado sin trabajo y solo el 8% trabajaba desde casa (teletrabajo). Pero hay diferencias muy marcadas en este indicador: si bien en el NSE A 1 de cada 3 personas podía teletrabajar, en el NSE D/E menos de 1 de cada 20 podía hacerlo.
En efecto, un artículo reciente[2] del Banco Interamericano de Desarrollo realiza un análisis muy oportuno de las desigualdades en el contexto del distanciamiento social. Destacan un estudio[3] que muestra que los trabajadores con las ocupaciones con menor posibilidad para realizar teletrabajo y con mayor riesgo por exposición a aglomeraciones son aquellos con mayor vulnerabilidad. En un contexto como el peruano, con una informalidad tan elevada, el teletrabajo no es una opción para la mayoría y, donde lo es, la facilidad para ejercerlo adecuadamente también es desigual por las precariedades que puedan darse en la infraestructura del hogar en la población más vulnerable.
La urgencia de cooperación abarca más de un nivel. Como individuos, es clara la urgencia de acatar las disposiciones del gobierno, aunque no lo estemos logrando plenamente. En palabras de Pilar Mazzetti, somos enemigos –porque podemos transmitir el virus- y a la vez –porque está en nuestras manos contenerlo- somos soldados. Pero un nivel adicional es el institucional. Hoy más que nunca necesitamos un Estado que funcione articuladamente como un todo, poniendo al ciudadano al centro y con capacidad de atenderlo con servicios de calidad.
Pero eso, atender a todos nuestros ciudadanos con servicios de calidad, es una deuda que arrastramos desde hace mucho. Hoy enfrentamos el costo de haber dejado para luego nuestro fortalecimiento institucional. Nuestro sistema de salud es un claro ejemplo: si ya hacia fines de 2019 nos preocupaba cómo se iba a dar la implementación del decretado aseguramiento universal en un sistema fragmentado y colapsado -con marcado déficit de especialistas y un gasto per cápita inferior al resto de la región- el coronavirus vino para abrirnos los ojos respecto a prioridades que no podemos postergar más.
Al ver la situación por regiones, la situación es más preocupante. Recientemente, Ojo Público[4] resaltó la fragilidad y limitada planificación en varias regiones ante la pandemia: insuficiencia de camas UCI, hospitales sin ventiladores, insuficiencia de insumos para análisis de muestras, entre otros. Piura, por ejemplo, cuenta solo con 5 camas UCI, todas ya en uso. Además, 12 regiones hoy no cuentan con crematorios[5]; Loreto, siendo la segunda ciudad con más casos después de Lima y Callao, solo cuenta con uno. A esto debemos sumar la no injustificada desconfianza ciudadana ante el manejo de transferencias directas a gobiernos locales para atender a los más vulnerables. Vemos las consecuencias de un proceso de descentralización mal llevado, sin una adecuada medición de capacidad institucional previa para el reparto de responsabilidades a los niveles subnacionales y para asumir el liderazgo y coordinación requeridos desde el nivel central. Así como el Estado hoy nos exige –correctamente- cumplir con las normas para velar por el bien común, este necesita fortalecerse para controlar la implementación de sus propias disposiciones a nivel sectorial e intergubernamental. Para generar capacidad de respuesta efectiva.
A pesar de estas dificultades, hay varios aspectos por destacar de las respuestas del gobierno, como la rapidez y agresividad de respuesta desde el inicio[6], así como los esfuerzos de comunicación constante y clara respecto a las medidas y recomendaciones. Destacan también la logística desplegada para la repartición del Bono 380 con apoyo del sector privado y la ambiciosa estrategia multicanal Aprendo en Casa recientemente iniciada. Finalmente, destaco la plataforma de seguimiento del presupuesto y ejecución exclusiva para el COVID-19[7], clave para la transparencia y vigilancia ciudadana. Hay oportunidades de mejora sin duda, en particular en la fase de implementación, pero no perdamos de vista el marco complejo en el que se opera.
Para seguir avanzando, necesitamos acción colectiva. Esto nos incluye a todos, también a autoridades. Es inadmisible haber mantenido sesiones congresales presenciales en emergencia; hoy vemos las consecuencias[8]. Esta es además una gran oportunidad para digitalizarnos en todos los sectores y servicios posibles. El reparto del Bono Independiente mediante la Banca Celular[9] permitirá a las personas recibirlo sin exponerse a aglomeraciones y facilitará la inclusión financiera. La estrategia Aprendo en Casa marca un hito en la posibilidad de educación remota, además de haber impulsado al Estado a generar y sistematizar datos rápidamente para envío de comunicaciones a apoderados y maximizar su alcance. Aún es posible, además, mejorar la transparencia y detalle de los datos reportados de la emergencia para generar mayor análisis y presentación por varios actores, siempre que se resguarde la privacidad de los usuarios. El gobierno no tiene que hacer las cosas solo. Hay oportunidades y poco tiempo que perder.
[1] Ipsos Perú (2020). Encuesta de Opinión: Cuarentena COVID-19. Perú, 21 de marzo de 2020
[2] Matías Busso y Julian Messina (2020). “Distanciamiento social, informalidad y el problema de la desigualdad”. https://blogs.iadb.org/ideas-que-cuentan/es/distanciamiento-social-informalidad-y-el-problema-de-la-desigualdad/
[3] Mongey, Simon y Alex Weinberg (2020). “Characteristics of workers in low work-from-home and high personal-proximity occupations”
[4] Ojo Público. La fragilidad de las regiones del Perú en tiempos de pandemia. Ver: https://ojo-publico.com/1729/la-fragilidad-de-las-regiones-del-peru-para-enfrentar-el-coronavirus
[5] Ojo Público. Dolor y violencia: el trance para enterrar a los fallecidos por coronavirus https://ojo-publico.com/1736/dolor-y-violencia-el-trance-para-enterrar-muertos-por-coronavirus
[6] El índice de rigurosidad de respuestas de política ante el COVID-19 de la Universidad de Oxford coloca al Perú como uno de los países que más rápida y agresivamente respondió a la llegada del virus en Sudamérica. Cabe destacar que este no analiza efectividad de implementación. Ver más en: covidtracker.bsg.ox.ac.uk.
[7] Ver: http://apps5.mineco.gob.pe/coronavirus/Navegador/default.aspx
[8] Ver: https://rpp.pe/politica/actualidad/coronavirus-congresista-felipe-castillo-da-positivo-a-covid-19-estoy-en-cuarentena-en-mi-domicilio-noticia-1257712
[9] Ver: https://andina.pe/agencia/noticia-independientes-pueden-cobrar-bono-celular-y-sin-necesidad-ir-al-banco-792351.aspx