La velocidad de contagio
Por: Piero Ghezzi
Aunque la tasa de mortalidad oficial está errada, el coronavirus es altamente contagioso. Por ello, el objetivo de las políticas públicas debe ser reducir las oportunidades de contagio y la probabilidad de transmisión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó hace unos días que la tasa de mortalidad del coronavirus (Covid-19) era del 3.4%. Hay buenas razones para pensar que esa cifra está equivocada y que el número correcto es entre 0.8% y 1.5%.
La OMS hace su cálculo dividiendo el número de muertos entre el de casos confirmados. Por ejemplo, en el momento de escribir este artículo (miércoles, 7 a. m.), hay 121,230 casos de coronavirus reportados a nivel mundial y 4,380 muertos. La tasa de mortalidad se obtendría dividiendo 4,380 entre 121,230, es decir, un 3.6%.
Pero estos números no son los correctos para estimar la verdadera tasa de mortalidad. En teoría, dicha tasa debería obtenerse dividiendo el número de personas que fallece debido al coronavirus entre el total de personas que padecen la enfermedad.
La cifra de la OMS subestima tanto el numerador –la cantidad de muertos– como el denominador –el número de casos.
La subestimación del denominador es evidente. Como los síntomas del coronavirus son muy moderados en un buen porcentaje de quienes lo contraen, muchos ni siquiera se hacen el examen y no forman parte del número de casos.
También se subestima el numerador. Se mide solo a los pacientes que han muerto, no a los que están en condición seria y podrían morir en los días/semanas siguientes. Hay un efecto rezago. Para verlo, regresemos a los números oficiales. De los 121,230 casos de coronavirus, hay 71,280 casos cerrados (es decir, el paciente se recuperó o falleció), pero 49,950 casos todavía activos. De estos, 5,750 están en condición seria y los restantes 44,200, en condición leve. Es de esperar que fallezca un porcentaje de los 5,750. Imaginemos que sea el 20%: habría 1,150 muertos adicionales, que sumados a los 4,380 ya fallecidos harían un total de 5,530.
La subestimación tanto del número de muertos como del número de casos explica en parte la gran diferencia en las tasas de fatalidad estimadas entre países. Por ejemplo, mientras que estas llegarían al 6.2% en Italia, serían del 0.2% y 0% en Alemania y Suecia, respectivamente. Hay diferencias en estructura de edad poblacional –la tasa de mortalidad aumenta sustancialmente en adultos mayores–, calidad del servicio de salud, etc., pero difícilmente son tan importantes como para explicar discrepancias tan grandes en las tasas de mortalidad estimadas.
¿Cuál es la verdadera tasa de letalidad? Corea del Sur nos da una idea. Es uno de los pocos países que han llevado a cabo un programa masivo de pruebas de coronavirus. Hasta el momento, se han realizado pruebas a más de 200,000 personas, independientemente de si mostraban síntomas de la enfermedad. Como consecuencia, el numero de casos confirmados en Corea del Sur (7,750) debe ser muy cercano al real. (Una de las conclusiones de su testeo masivo es que en muchos casos el coronavirus es asintomático, lo que refuerza la hipótesis de que los casos en el mundo están subestimados).
También es posible estimar el numerador para Corea del Sur. El país presenta 350 casos ya cerrados (con 61 muertos) y 7,400 activos (con 54 personas en condición crítica). En el caso (improbable) que ninguno fallezca, la tasa de mortalidad seria 0.8% (61 entre 7,750). Si todos fallecieran seria 1.5% (115 entre 7,750).
La tasa de mortalidad real del coronavirus estaría en el rango 0.8% a 1.5%, en promedio un tercio del 3.4% oficial reportado por la OMS.
Aunque la tasa de mortalidad oficial está errada, el coronavirus es altamente contagioso. Para controlar la epidemia se requiere reducir su velocidad de contagio. Normalmente, se usa R, la tasa de reproducción de cada paciente, como un indicador crucial. Si R es mayor de 1, cada paciente en promedio contagia a más de 1 paciente. El objetivo de política pública es que R sea menor de 1, para que el número de pacientes activos empiece a caer (algo que ha empezado a ocurrir en China).
La tasa de reproducción R depende, a su vez, de cuatro variables: (a) la duración de la enfermedad, (b) las oportunidades de contagio, (c) la probabilidad de transmisión y (d) la susceptibilidad a la transmisión.
La duración es exógena: no hay nada que se pueda hacer. La susceptibilidad a la transmisión normalmente se reduce con una vacuna, pero es improbable que haya una en el corto plazo. Por ello, el objetivo de las políticas públicas debe ser reducir tanto las oportunidades de contagio (limitar o prohibir eventos con gran afluencia de público, por ejemplo) como la probabilidad de transmisión (lavarse frecuentemente las manos y no tocarse la cara).
En ese sentido, las medidas decretadas por el Gobierno el miércoles en la mañana –suspensión de clases escolares y cuarentena a viajeros provenientes de ciertos países– van en la dirección correcta, reducir R. El Gobierno debe mostrar liderazgo y eficiencia (con protocolos claros) y la población, disciplina. Es mejor pecar de precavidos. Más aún si consideramos la situación de nuestro sistema de salud. Estamos a tiempo.