¿Quién gobierna la metrópoli?
Por: Aldo Facho Dede
Contrariamente a la percepción general, las responsabilidades tanto de la alcaldía metropolitana como de los gobiernos distritales están claramente determinadas, funcionando de forma complementaria, mas no en competencia.
Con frecuencia escuchamos que uno de los problemas más grandes de Lima es el poder que tienen los alcaldes distritales, y que debido a ese poder es casi imposible gobernar la metrópoli. Esa percepción tiene lógica, pues, ¿quién puede gobernar una ciudad dividida en 43 distritos, cada uno con un alcalde electo?
Sin embargo, si analizamos las leyes que determinan qué roles tienen el alcalde metropolitano y los distritales, veremos que ese problema ya estaría resuelto, y que, a diferencia de lo que percibimos, las responsabilidades de cada instancia de gobierno están claramente determinadas, funcionando de forma complementaria.
La alcaldía metropolitana es la instancia de gobierno que aglutina las principales competencias para planificar y regentar el desarrollo de la ciudad. Esto es así porque sólo desde la metrópoli se puede tener una lectura integral del territorio. Por ello, su deber principal es velar por el bienestar de los ciudadanos y equilibrar el desarrollo de la ciudad bajo un enfoque de equidad, inclusión y sostenibilidad. Siendo así, es en esta instancia es la que se determina, por ejemplo, la zonificación, alturas y usos permitidos de los predios.
Por su parte, los gobiernos distritales se crean para poder escuchar y atender con mayor diligencia las necesidades de sus vecinos. Es por ello que su principal función es servir de puente para dicha comunicación con la metrópoli. Su ámbito de acción se circunscribe a los espacios locales, calles y parques, debiendo, en líneas generales, velar por la correcta aplicación de las normas metropolitanas, y adaptarlas a la realidad específica de cada localidad.
El alcalde metropolitano es el alcalde de la ciudad. Por ejemplo, antes de la creación de la Autoridad del Transporte Urbano, planificaba de forma integral el dónde (vías) y el cómo (sistemas de transporte) nos movemos. Ahora debe compartir esas competencias, pero aún mantiene cierto poder sobre el gobierno de las vías.
Entonces, ¿es el problema central que tengamos 43 distritos? Si bien no es la forma más eficiente de gobernar una ciudad, no es el problema central. Como tampoco lo era la aparente falta de una autoridad del transporte sobre la que se justifica la creación de la ATU.
El problema de fondo es la capacidad de gobierno de nuestros alcaldes, quienes no asumen el liderazgo que la ciudad exige, y no intervienen en los ámbitos en los que tienen competencias y autonomía.
En el caso del gobierno metropolitano, sería importante considerar que la magnitud de los problemas que se deben abordar desde la metrópoli requiere acciones basadas en una visión integral y en la planificación. Ello permitirá reducir la incidencia negativa de medidas aisladas como el pico y placa, y lograr un mayor impacto en la mejora de la calidad de vida de la ciudad.
Hemos conocido que se viene trabajando el Plan de Lima al 2040, y que estaría listo a finales del año que viene. Ello sería un gran avance para una ciudad que avanza sin rumbo desde hace más de 20 años. Ahora bien, la presentación del Plan no implica su inmediata aplicación, pues debe ser discutido y aprobado por el Concejo Metropolitano, y luego reglamentado. Siendo optimistas, estará operativo al finalizar la presente gestión. ¿Qué hacemos mientras tanto?
Necesitamos tener un liderazgo claro y estratégico en los temas que gravitan sobre nuestro bienestar y desarrollo, y resolver bajo ese enfoque integral los ajustes al sistema de movilidad y a la zonificación, así como en la determinación de proyectos estructuradores para la ciudad. Lima no puede seguir perdiendo más tiempo.