Una agenda forestal sostenible
Por: Piero Ghezzi
En nuestra Amazonía se encuentra uno de los mayores stocks de activos biológicos del mundo. Nuestro sector forestal ofrece una oportunidad única para generar desarrollo sostenible en un área que representa el 60% de nuestra superficie. ¿Cómo lo aprovechamos?
Las agendas ambientales y de desarrollo económico no siempre van de la mano. En el mundo, el crecimiento económico ha implicado la deforestación de decenas de millones de hectáreas de bosques naturales. Pero alinear ambas agendas no solo es posible, sino también deseable. Para el Perú, la lucha contra el cambio climático es una oportunidad única (tal vez la única) para poner en valor nuestro sector forestal.
Nuestras ventajas naturales en plantaciones forestales son evidentes. Nuestra productividad (crecimiento de metros cúbicos por hectárea por año) es una de las más altas del mundo (tal vez la más alta). Además, hay una amplia oferta potencial de terrenos a precios bajos.
Pero dichas ventajas no son suficientes. El desarrollo del subsector plantaciones forestales requerirá también de otros pilares como una institucionalidad conocedora del subsector, infraestructura, financiamiento, disponibilidad de tierras, transferencia tecnológica, estabilidad jurídica, etc. Solo así será posible gatillar inversión privada de escala.
Necesitamos varios polos de desarrollo. Para anclarlos se requieren inversiones a escala, que traerán estándares, generarán industria y servirán como tractoras para que pequeños y medianos productores se inserten en cadenas de valor. Por razones económicas y biológicas debe haber un mínimo de 10,000 hectáreas plantadas cercanas (idealmente más).
Un tema crucial para la inversión a escala es asegurar la disponibilidad de tierras. Los terrenos potenciales existen. Hay millones de hectáreas reforestables (solo desde el 2001 se deforestaron 2.5 millones de hectáreas en el Perú). Pero es necesario que estén zonificadas, identificadas, saneadas, etc.
Además, muchos terrenos están en manos de pequeños y medianos propietarios que deben ser incluidos por razones socioeconómicas y ambientales. Sin ellos no lograremos, ni cercanamente, el objetivo del millón de hectáreas de plantaciones para el 2030. Para ello se requiere financiamiento de largo plazo y a tasas menores a 5%. Este tipo de financiamiento no ha estado disponible.
Afortunadamente la agenda para hacer frente al cambio climático ofrece una oportunidad. La actividad de reforestación es privilegiada por los fondos climáticos (“verdes”). Ello permite créditos concesionales a tasas mínimas (permitiría masificar plantaciones sin afectar el equilibrio fiscal). Pero se requiere la coordinación activa del MEF, MINAM, MINAGRI, SERFOR, COFIDE, GORES, multilaterales, empresa privada, etc. Ya se ha empezado a trabajar en ello. Es importante que las tasas bajas lleguen al pequeño productor.
Naturalmente, el financiamiento debe venir con acompañamiento técnico y tecnológico durante TODO el proceso productivo y comercial, no solo al sembrar. Si no, se corre el riesgo de que por necesidades de caja “se corte demasiada madera en los primeros años”, sacrificando la viabilidad del proyecto. También es importante que los costos de reforestación se mantengan bajos.
El Estado también tiene un rol en el apoyo tecnológico. Las grandes empresas tienen interés en el desarrollo de los pequeños productores, pero su objetivo principal será desarrollar su propio negocio. Por eso es importante el relanzamiento del CITE Forestal, para acompañar a los pequeños productores con apoyo tecnológico, modelos de negocios, información (sobre costos de plantar, características de especies), con apoyo sobre productos agrícolas de mayor rotación (pequeños productores los querrán combinar con plantaciones), etc. El CITE debe ser un articulador integral que ayude a que el pequeño productor cierre brechas productivas. Es la única manera de crear un modelo inclusivo y aprender las lecciones de Chile, donde hubo abismales diferencias productivas entre chicos y grandes.
Las plantaciones forestales y las concesiones de bosque son complementarias. Si se fomentan las plantaciones y se descuida el bosque se genera el incentivo de deforestar para luego reforestar (ya pasó en otros países). Las concesiones de bosques son la manera más eficiente de ponerlos en valor, y aprovechar productos maderables, no maderables, ecoturismo, créditos de carbono, etc.
El gobierno, a través de la Mesa Ejecutiva Forestal, está trabajando en fortalecer integralmente al sector. Por ejemplo, en la legalidad y trazabilidad de la madera. El nombre del Perú está contaminando internacionalmente, asociado a la tala ilegal. El OSINFOR cerrará la brecha de 59 auditorías quinquenales (desde el 2008 sólo hubo 3!) y ejecutará con los GOREs las inspecciones oculares previas (antes solo las efectuaban los GOREs). En esta línea, Loreto y Ucayali crearon recientemente sus Direcciones Forestales (aunque suene inverosímil ningún GORE de la Amazonía la tenía). También se están removiendo los cuellos de botella para aumentar la oferta efectiva de terrenos. Ello requiere tanto precisiones normativas como mayores recursos. Además, el gobierno está trabajando una propuesta normativa de apoyo al sector.
Las inversiones forestales son de muy largo plazo. Y se desarrollan en zonas del país con pocas alternativas productivas. Pero es precisamente allí, en nuestra Amazonía, donde se encuentra uno de los mayores stocks de activos biológicos del mundo. Las medidas necesarias para contrarrestar el cambio climático ofrecen una oportunidad única para generar desarrollo sostenible en un área que representa el 60% de nuestra superficie. Si realmente queremos, podremos.