Paridad y alternancia
Por: Hugo Ñopo
Hay hechos que nos confrontan. ¿Cómo es posible que uno de cada diez peruanos viva en un hogar sin acceso a una red de agua potable? Esto sucede pese al magnifico crecimiento de varias décadas y pese a que vivimos en una de las regiones del planeta más ricas en agua. Son varias las razones por las que este problema de política pública no ha sido priorizado, pero dentro de ellas resalta una: la ausencia de agua en el hogar es un problema “de mujeres mayormente”.
Son varias las razones por las que la falta de acceso al agua no ha sido priorizada, pero dentro de ellas resalta una: es un problema “de mujeres mayormente”.
En el Perú, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo pone esta realidad en evidencia. En promedio, las mujeres dedican casi el doble de horas que los hombres a las tareas del aseo de la vivienda. En una semana típica, las mujeres dedican seis horas y cuarenta minutos a esas tareas mientras los hombres dedican tres horas y media. En Lima Metropolitana, la actividad de “Acarreo de aguar para uso del hogar o almacenamiento” absorbe casi la cuarta parte de esos tiempos.
Las mujeres dedican casi el doble de horas que los hombres a las tareas del aseo de la vivienda. En Lima Metropolitana, la actividad de “Acarreo de aguar para uso del hogar o almacenamiento” absorbe casi la cuarta parte de esos tiempos.
Como argumenta Caroline Criado-Perez en su reciente “Mujeres invisibles”, vivimos en una sociedad que tiende a ignorar a las mujeres y sus problemas. Las condiciones en que ellas se desempeñan son desventajosas en la calle, en el transporte público, en la escuela, en el centro de trabajo, en el acceso a la justicia, al interior de los hogares,… y la lista continúa.
Esto contrasta con la formación que tienen las mujeres en nuestra sociedad. Desde hace varios años nuestro sistema universitario tiene más egresadas que egresados. Las mujeres están capacitadas. Tenemos el capital humano formado, pero no lo utilizamos. De manera gradual pero persistente las mujeres desaparecen de los espacios de decisión. Aparecen en equidad en los claustros universitarios pero luego solo una de cada diez llega a ser miembro de directorios de nuestras empresas.
El problema no es nuevo. Está tan enraizado que casi no nos damos cuenta, nos resulta imperceptible o, peor aún, tolerable. “Hay otras prioridades”, nos decimos condescendientemente. Negar la situación es parte del problema. Esto es precisamente lo que nos viene pasando frente a la propuesta de paridad y alternancia en las listas de candidatos al Congreso.
Uno de los argumentos en contra que más se repite es el del mérito. Se argumenta que las personas deberían llegar al Legislativo por méritos, compitiendo en igualdad de condiciones, sin cuotas. Este argumento ignora que tal igualdad de condiciones no está dada. Lo dicho: las mujeres se desempeñan en desventaja en múltiples esferas de la vida. Las condiciones de competencia actual son de una meritocracia precaria que, a juzgar por lo que vemos, por sí sola no va a componerse. Necesita arreglos.
Se argumenta que las personas deberían llegar al Legislativo por méritos, sin cuotas. Ello ignora que la igualdad de condiciones no existe. Las condiciones de competencia actual son de una meritocracia precaria que necesita arreglos.
Otro argumento que se ha tratado de esgrimir es el de la libertad de los partidos para poner los candidatos que quieran en sus listas. Esto ignora que la esencia misma de la política está en la búsqueda del bien común. Se ha argumentado también que en distritos electorales pequeños esta propuesta tendría problemas de implementación. Estos problemas son claramente superables.
En el fondo, las críticas ignoran un elemento central y fundamental: el decisor sigue siendo el elector. La propuesta de paridad y alternancia en las listas de candidatos al Congreso no está cambiando las reglas de juego democráticas. Quienes entren al Legislativo seguirán siendo las candidaturas que consigan más votos.
Vale la pena acotar que las cuotas electorales no son nuevas ni escasas en el mundo. Existen hace más de dos décadas y se estima que más de cien países tienen alguna forma de cuota para la representación política (ver libro de Mona Krook y este hilo de Twitter al respecto).
Así, si bien la discusión en el Perú ha puesto énfasis en la problemática y en las críticas a la propuesta, ha descuidado los posibles beneficios de ésta, que son múltiples. Resalto dos.
El problema del acceso al agua potable con el que abrí esta columna es universal. Era un problema muy serio en India a inicios de 1990 cuando se establecieron cuotas de género para los gobiernos locales. Tal como Esther Duflo y sus coautoras analizaron, la llegada de mujeres a la política trajo consigo mayor atención a los problemas del bienestar de los hogares.
El problema del acceso al agua potable era un problema muy serio en India a inicios de 1990 cuando se establecieron cuotas de género para los gobiernos locales. La llegada de mujeres a la política trajo consigo mayor atención a los problemas del bienestar de los hogares.
Más mujeres en el Congreso puede ser instrumental para dar el salto cualitativo que debemos dar como nación. Porque necesitamos encontrar buenas maneras de convertir el progreso económico en mayor bienestar para todos.
Más mujeres en el Congreso puede ser instrumental para convertir el progreso económico en mayor bienestar para todos.
Más allá de este impacto importante en el mediano plazo, hay uno para el largo plazo que bien vale la pena. Visibilizar a más mujeres en el parlamento (y en otras esferas de la vida pública) tendrá impactos en nuestra valoración del trabajo femenino y, especialmente, en las aspiraciones de las niñas. Así las mujeres en el futuro podrán poner al servicio de la sociedad ese capital humano que hoy desaprovechamos. Si hay una razón importante para apoyar la paridad y alternancia en las listas al Legislativo, tiene que ser esta.
Visibilizar a más mujeres en el parlamento permitirá poner al servicio de la sociedad ese capital humano que hoy desaprovechamos. Si hay una razón importante para apoyar la paridad y alternancia en las listas al Legislativo, tiene que ser esta.
Por eso también es cierto que las cuotas tienen que ser temporales. Es importante que estén ahí solo mientras sean necesarias. Esto es, mientras las condiciones para la participación meritocrática de las mujeres en la política sigan siendo precarias.
Estamos frente a un problema que en gran medida requiere un cambio cultural. Esto importa también porque el cambio cultural tiene impactos en el desarrollo económico. La cultura cambia, pero demora en hacerlo. Hay que darle empujoncitos. Uno de esos empujoncitos es la paridad y alternancia en las listas congresales. En vista del capital humano de las mujeres, la inequidad de género es claramente injustificable hoy en día. Es momento de corregir esto, por el bien de todos.