La crisis como oportunidad
Por: David Rivera, Carolina Trivelli & Piero Ghezzi
El rechazo mayoritario al Congreso de la República es el mejor reflejo del nivel de decadencia que ha alcanzado una de las principales instituciones políticas del país. En los últimos meses, sin embargo, ha sido visible no solo la poca disposición de la mayoría parlamentaria a tomar decisiones que permitan impulsar la reforma del sistema de justicia, sino también la intención de obstruir dicho proceso, proteger a funcionarios que debieron haber sido removidos -como el ex fiscal de la Nación Pedro Chavarry- y sacar a los fiscales a cargo de las investigaciones del caso Odebrecht.
Lo ocurrido el lunes último, en particular, fue otra lamentable muestra de una mayoría congresal que no tiene la menor disposición a tomar las decisiones que necesita y exige el país. Siendo así, ¿cuál es el camino que debe tomar el Presidente Martín Vizcarra?
Políticamente, el Ejecutivo parece haber definido que para mantener cierto nivel de estabilidad, la estrategia debe ser sostener una presión permanente sobre el Legislativo. Una presión que los obligue a ir tomando las decisiones que en principio se resisten a tomar. Es un camino válido, aunque su costo sea que el nivel de incertidumbre y confrontación se sostendría en lo que resta de este gobierno.
La otra alternativa para el Presidente Vizcarra sería apelar a la cuestión de confianza para impulsar con mayor rapidez la reforma de la justicia primero y luego la reforma política. Este escenario implica un mayor nivel de incertidumbre en el corto plazo, aunque eventualmente permitiría avanzar con mayor rapidez en ambas reformas y que la población perciba que efectivamente hay cambios en marcha.
¿Cuál es la mejor alternativa para el país? ¿Es posible impulsar las reformas de la justicia y la política con este Congreso y sus operadores políticos (aún) en el Ministerio Público y en el Poder Judicial? ¿En qué tiempos y con qué costos? En un eventual cambio de escenario, ¿en qué medida una nueva ruptura al interior de la bancada fujjimorista le permitiría al Ejecutivo contar con el apoyo de una mayoría parlamentaria multipartidaria alineada con ambas reformas? ¿Tiene el gobierno la capacidad política para construir una alianza en el Congreso con ese objetivo? Más aún, ¿tiene el gobierno del Presidente Vizcarra la capacidad y el equipo para impulsar e implementar una reforma con la calidad técnica necesaria?
Algunas de estas preguntas resultan incómodas, pero son necesarias. En HacerPerú consideramos que independientemente de los escenarios políticos que se irán configurando en las próximas semanas, es importante que el gobierno no desaproveche la oportunidad que tiene en sus manos para impulsar una reforma profunda del sistema de justicia y del sistema político. Las condiciones están dadas ahora y seguramente no se volverá a repetir una oportunidad así. Resultará inevitable asumir el costo de la inestabilidad política de corto plazo que generará el proceso, pero en el mediano y largo plazo ambas reformas serán beneficiosas para el país.
Será inevitable también que en el proceso se cometan errores y se enfrenten reveses, pero lo importante es echar a andar un proceso de reformas institucionales consistente y con objetivos transparentes y predecibles, y tener la capacidad de sostenerlo e irlo ajustando en todo aquello que toque mejorarse en el camino. Porque muchos de los cambios duraderos son casi siempre el resultado de mejoras continuas y esfuerzos prolongados.
En este sentido, es importante diseñar e implementar un conjunto acotado de cambios iniciales, emblemáticos e indispensables, que permitan mover el curso de acción y sumar respaldo a las reformas. Un ejemplo de ello sería la reforma del Ministerio Público, que tendría que implicar necesariamente una limpieza a fondo de la institución y mayores recursos para modernizar la institución.
Un conjunto de mejoras paulatinas, perceptibles por la ciudadanía y sobre todo sostenidas le permitirán al Ejecutivo sostener el respaldo de la ciudadanía hacia reformas que sólo mostrarán sus resultados en el mediano y largo plazo. Es casi la única manera de generar consensos amplios, mantener apoyos y poder enfrentar a aquellos que inevitablemente se opondrán a las reformas y que buscarán descarrilarlas.
La perseverancia y el liderazgo serán fundamentales para lograr un cambio real. Si el presidente Vizcarra logra implementar ambas reformas, la de la justicia y la política, le dejará al país uno de los más importante legados de cara al bicentenario.