Unidas somos más… y logramos igualdad de oportunidades
La semana pasada comencé las actividades del #8M con una conferencia el martes organizada por AGROMIN para hablar de las mujeres en agro minería. Un espacio creado en mi condición de presidenta de WomenCeo Perú con dos brillantes ponentes: Celfia Obregon, prestigiosa ingeniera agrónoma comprometida con la papa peruana, y Verónica Valderrama, a su vez, reconocida profesional del talento humano en el sector minería. Dos mujeres representantes de dos de los sectores más importantes de la economía del país con el mismo comentario: profundas diferencias o inequidades de género.
Revisando datos oficiales, el 33% de las mujeres en el Perú carecen de ingresos propios, y en el ámbito rural, es del 40%. En una publicación, Ana María Farfán, integrante de la Organización Mujeres de Paruro (Paruro, Cuzco) representando a más de 900 mujeres que se dedican a la agricultura, señaló que los programas de financiamiento para la agricultura exigen a las mujeres presentar títulos de propiedad a sabiendas que la mayoría de los terrenos son comunales, y lo que es peor, que a las madres solteras les “exigen el aval masculino para poder financiarse”. El artículo hace referencia a que 2 de cada 100 mujeres reciben capacitación y asistencia técnica.
Resulta increíble como el Estado incumple su deber de proteger los derechos humanos de las mujeres en un sector estratégico; parecieran desconocer que el derecho a la igualdad jurídica entre ambos géneros es mandatorio desde el año 1979.
En el caso de las mujeres en minería, la participación activa es del 6.8% en la mediana y gran minería, 7.1% en minería de pequeña escala y 9.6% en minería artesanal. En Chile es del orden del 9% y en Canadá y Australia bordea el 20%. Un aspecto esencial para lograr la equidad de género entre mujeres y hombres, es que las mujeres sean autónomas en lo económico, físico y en la toma de decisiones. En el año 2011, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe – CEPAL definió el derecho a la autonomía de las mujeres como “la capacidad para tomar decisiones libres e informadas sobre sus vidas, de manera de poder ser y hacer en función de sus propias aspiraciones y deseos, en el contexto histórico que las hace posibles”.
Muchos me dirán que hoy las mujeres participan más activamente en el mundo laboral y en consecuencia, el derecho a la autonomía es una realidad. Pues no. Existen múltiples casos de mujeres que trabajan o que tienen emprendimientos pero que no pueden tomar decisiones libres e informadas sobre sus vidas, por ejemplo, en el número de hijos por tener, si desea tener familia o no, o la forma cómo disponer de sus recursos sin que la pareja decida en este hecho.
Este derecho a la autonomía no está limitado a determinado segmentos socioeconómicos. Puede encontrarse amplia evidencia en todos. El derecho a la autonomía es el sustrato del derecho a la libertad de las mujeres. Y ello no es poca cosa. Virginia Woolf decía que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”, frase relacionada con el hecho de que la independencia económica y social brinda libertad personal para crear; la cual complementaba con aquella en la que dice que “no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de tu mente”.
¿Cómo se puede lograr la plena autonomía de las mujeres si aún existe una cultura social que privilegia a un género frente al otro? Con mucha auto confianza y convicción de una misma. Hace un tiempo, hacía compras de frutas en una de esas paraditas vecinales de productos orgánicos, cuando tras agradecer a la dependienta, la pareja me dice: “¿señora no quiere una chica que le atienda su casa? Porque aquí está ella, preparada para eso, no sé qué hace acá”. La mujer aludida bajó la cabeza y expresó una sonrisa de vergüenza y humillación, a lo que le dije al fulano “que mala broma, si ella es la emprendedora de este negocio y tú su trabajador”.
El crecimiento de una debe traer consigo el de otras. Las mujeres tenemos que ser solidarias entre nosotras. Ruth Bader Ginsburg, quien fuera la brillante jueza del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, decía “no pido favores para mi sexo. Todo lo que pido de nuestros compañeros es que quiten sus pies de nuestros cuellos”, en clara alusión al recurso impropio al que recurren muchos hombres aún ahora, para disminuir o menoscabar el orgullo de una mujer en su avance.
El 7 de marzo presenté un documento titulado “El liderazgo auténtico de las Mujeres” una especie de ensayo en torno a mis reflexiones sobre un modelo de liderazgo propio de las mujeres, basado en la evidencia de años en WomenCeo Perú, lo cual detallare en otro artículo.
Aquí, el planteamiento parte por el hecho de que solo lograremos acotar las brechas de género en tiempos más cercanos (no esperar los 68.4 años que señala el Global Gender Gap 2023), si dejamos de ser condescendientes frente al discurso normalizado contra las mujeres y asumimos un espíritu de cuerpo entre todas nosotras.
La falta de autonomía de las mujeres, se debe sustancialmente a factores exógenos, como es la presión cultural, como endógenos, con la propia decisión de las mujeres afectadas por un medio negativo a su propia dignidad. En uno u otro caso, las mujeres que lo necesiten se sentirán fortalecidas para encarar y superar tales obstáculos, si sienten a su lado a otras mujeres que la acompañan en la ruta, levantando la voz, generando condiciones favorables y hablando un mismo lenguaje que apareje aspiración: la legítima igualdad de oportunidades
Como mujeres debemos defendernos a nosotras mismas. Debemos defendernos unas a otras. Debemos defender la justicia para todas.
Michelle Obama.