Polarización y consenso
Un año después del primer caso de COVID-19 en el país y del inicio de medidas restrictivas para enfrentar la pandemia, como las cuarentenas, aún no encontramos el camino para salir exitosamente de la situación en que nos encontramos. No solo se desnudó la calamitosa situación de la infraestructura y política de salud, sino que también se hicieron más visibles las consecuencias de la informalidad que sufre la economía peruana, la escasa capacidad del Estado para elaborar políticas en gran parte de sus sectores, y la falta de líderes y partidos políticos para afrontar la actual crisis.
Y como sucede en el Perú muchas veces, siempre se puede estar peor: una mayor polarización de la sociedad a raíz de la crisis sanitaria y la campaña electoral.
El lunes pasado hice hincapié en el riesgo de las propuestas de varios candidatos que generaban expectativas que luego no podrían ser satisfechas por ser ofertas populistas y más bien iban a ocasionar demandas para que se resuelvan en el corto plazo.
De esta forma restarían fuerza a las necesidad de llevar a cabo diversas reformas cuyos resultados requieren un mayor plazo de maduración y que se han vuelto imprescindibles si queremos salir de la actual crisis. A esa impaciencia que heredará el próximo Gobierno se le suma la polarización creciente.
Frente a ello, más de un candidato menciona la palabra consenso, pero más por compromiso que por convicción, dada la manera como lo expresan cuando se les pregunta. Sin embargo, es probable que sea fragmentada la conformación del Congreso que se elija el 11 de abril, con lo cual se obligará a dialogar a las bancadas para consensuar las políticas del nuevo Gobierno.
La creciente polarización plantea desafíos a los votantes el día de las elecciones y, por supuesto, a las agrupaciones políticas. Por ejemplo, para los hacedores de política económica contar con alternativas que respondan a las necesidades de corto plazo de la mayoría de la población, sobre todo dada la pérdida de empleos y los precarios ingresos, sin dejar de lado desde un inicio la implementación de reformas de largo aliento. Y eso exige diálogo, que siempre se reclama, pero pocas veces se hace con efectividad.
Bien dice Michael Sandel, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard: “Vivimos una época polarizada donde parece que hay muy poca base para una política del bien común . Y una de las características más perjudiciales de la polarización es que la gente solo escucha opiniones que refuerzan lo que ya cree, lo que hace que el diálogo sea muy difícil”.
Y en ese escenario, se celebrarán las próximas juntas generales de accionistas de las empresas donde tendrán que tomar decisiones claves. Unas postergarán decisiones a la espera de que se despeje la incertidumbre electoral, otras reforzarán sus directorios con integrantes curtidos en el manejo de crisis, habrá también aquellas que serán más cautelosas en la distribución de dividendos y también las que apostarán a un aumento de capital, tal como informamos en la edición de hoy. Las expectativas empresariales del Banco Central muestran una mejora en su última encuesta, incluso para los empresarios de las regiones, -aunque todavía están en la zona pesimista-.
En las próximas cinco semanas se ingresará a la recta final del día de las elecciones generales, cuando se decidirá el futuro del país hasta el 2026. Que finalmente se abran caminos al consenso pese a la polarización reinante, la derrota de la pandemia así lo exige.