Entre las expectativas y la prudencia
Hoy se cumple una semana de que Francisco Sagasti fue elegido nuevo presidente del Congreso y un día después asumió la Presidencia de la República, tras la crisis política originada por el efímero Gobierno de Manuel Merino. Las consecuencias no solo son el cambio de presidente, sino también una atmósfera nueva. Las marchas de los jóvenes pueden tener un impacto más allá del corto plazo.
Con el nuevo Gobierno se han despertado expectativas, algunas de mayor envergadura, como el debate de contar con una nueva Constitución, pero también la necesidad de comprender que es un periodo de transición y de prudencia, pues todavía se enfrentan dos crisis. Por un lado, la pandemia del covid-19. Si bien en las últimas semanas se mantiene baja la tasa de positividad, también hay el riesgo de que la ciudadanía perciba que todo está bajo control y baje la guardia.
De otro lado, la economía muestra brotes verdes en varios sectores que indican una recuperación, pero aún la mayor parte de los hogares no la siente, pues el empleo avanza lento y los ingresos todavía registran caídas. La campaña de fin de año será un termómetro de la mejora del consumo, en momentos en que se encuentra pagando el 80% de deudores del sistema financiero que realizaron reprogramación de sus créditos.
En ambas crisis el Gobierno tiene dos de sus mayores retos, además de su relación política con el Congreso. En primer lugar, deberá tener una ruta clara de cómo enfrentar una eventual segunda ola o, mejor aún, prepararse para aplicar la vacuna, que ahora se vislumbra más próxima con los resultados alentadores de efectividad de los ensayos clínicos.
En segundo lugar, el MEF tendrá que enfrentar los arrebatos populistas de un Congreso débil pero todavía belicoso. El debut será con el debate del presupuesto 2021 esta semana y la contención de mayor gasto del Parlamento. Por lo pronto, la promulgación de la ley por Merino para la asignación de dos puntos del IGV a los gobiernos regionales –iniciativa aprobada en el hemiciclo de la Plaza Bolívar– es una piedra más para encontrar la sostenibilidad fiscal.
La capacidad política que tenga el Gabinete que preside Violeta Bermúdez y sobre todo la aceptación ciudadana y persuasión del presidente Sagasti serán las mejores armas frente a un Parlamento atomizado, una Mesa Directiva inexperta y la crispación de algunas bancadas que promovieron la vacancia. Por eso, al igual que Vizcarra, la popularidad del actual mandatario será vital para que se evite alguna crisis. El equilibrio precario será lo que marcará la relación entre el nuevo Ejecutivo y el Congreso.
Las expectativas también estarán signadas por el desarrollo de las elecciones. La tabla de posiciones de los candidatos en las próximas semanas comenzará a moverse y desde ya algunos movimientos políticos comienzan a sentir las consecuencias de su posición pro-Merino y la ausencia de pronunciamientos en plena crisis. A todo ello habrá que ver qué tan permanente será la movilización social por demandas, que si bien no podrán ser atendidas en el corto plazo, ingresarán a la agenda y con algún efecto en el desarrollo de los acontecimientos.
Brindar confianza será la clave para esta ruta de ocho meses que deberá reflejarse en los primeros pasos para que se consolide la recuperación y no rebrote la pandemia. Tiempos de una prudente política económica que permita heredar una situación alentándora para el próximo quinquenio, pero también de “muñeca política” para mantener la legitimidad y sortear el ambiente enrarecido y poco tolerante que se afronta.