La espera que desespera
Hace más de tres años, uno de los temas centrales, tanto en el sector público como en el privado, era delinear planes de desarrollo con ocasión de celebrar el primer bicentenario de la independencia del Perú. Asimismo, se tenía el foco puesto en lograr el ingreso a la OCDE. Hoy lo que preocupa es mayormente el corto plazo, principalmente la definición de si las elecciones serán el próximo año o en el 2021.
Hasta ahora, una de las preocupaciones más resaltantes es el impacto de la crisis política en la economía del país, pero aun así casi nadie se ocupa de hacer algo para mitigar sus efectos.
Igualmente, se subvalora lo que sucede en la economía mundial como consecuencia de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y el enfriamiento en la Unión Europea. Y así, mientras algunos países de la región empiezan a prepararse, en el Perú corremos el riesgo –como de costumbre– de tener una reacción tardía, pese a que ya se siente su repercusión en la caída de las exportaciones. El propio Ministerio de Economía estima un mayor crecimiento global que el que puedan registrar los socios comerciales del Perú.
Mientras tanto, los ojos estarán puestos esta semana en la reunión que pueda ocurrir entre el presidente Martín Vizcarra y el titular del Congreso, Pedro Olaechea. Sin embargo, desde ya, hay consenso en que la cita no arrojará algún acuerdo concreto y por lo tanto el entrampamiento político continuará.
Por lo pronto, Eurasia Group, el mayor grupo de análisis de riesgo del mundo, ha degradado de neutral a negativa la trayectoria política del país, lo cual es probable que tenga peso en las decisiones de inversión. Pero, al parecer, al Ejecutivo y a las fuerzas políticas en el Congreso, en la práctica, más allá de las lamentaciones, no les preocupa. Pareciera más bien que se sintieran cómodos en el juego de suma cero en que por el momento está el país con las posiciones irreductibles que tienen tanto la casa de Pizarro como el recinto de la Plaza Bolívar.
En tanto, en el sector empresarial se comienza a elevar la voz, pero sin hallar eco, aunque advirtiendo en algunos casos el temor de que el descontento ciudadano luego se refleje durante las elecciones en opciones radicales, ya sean de derecha o de izquierda. O nuevamente, como ha sucedido en los últimos 20 años, prime el voto “anti” en los comicios.
Pese a todo, si algo se puede rescatar de los últimos meses es el avance en la lucha anticorrupción, aunque ya no cuente con el mismo consenso de meses atrás, por los sesgos en que incurre el Ministerio Público. Aun así, el proceso debe continuar y superar los riesgos que afronta, que no son pocos.
Y si bien, la espera desespera por conocer el desenlace de si habrá adelanto de elecciones, hay variables de la economía que aún mantienen su fortaleza como el consumo privado, aunque amenazado por la incertidumbre que vive el país.
En suma, por ahora no hay interés por las condiciones políticas y económicas que heredará el próximo Gobierno, sea quien fuere que asuma en el 2020 o en el 2021.
Cuanto más el Gobierno y la oposición se demoren en adoptar una decisión, el parto puede ser más doloroso, y por ende las consecuencias.