Una revolución que sí se necesita
Cada vez hay más consenso en que el Gobierno del presidente Vizcarra ignora el largo plazo en los temas económicos. Hay un divorcio entre la importancia que otorga a la lucha anticorrupción -muy necesaria, por cierto- y el resto de temas de la agenda que también son de atención imprescindible. Por ejemplo, el último sábado se lanzó el inicio de la conmemoración del bicentenario de la independencia, pero apenas se destacó los objetivos de largo plazo, que van más allá, obviamente, del 2021.
Justamente, a fin de mes, el Ministerio de Economía presentará durante la CADE los lineamientos de la política nacional de competitividad y productividad. Tema que hasta el momento se “cacarea” en los últimos gobiernos, pero se hace muy poco. El desafío esta vez debe ser que el Ministerio de Economía presente un plan de medidas más que el consabido diagnóstico. Y lo más importante es que haya liderazgo para llevarlas a cabo. La semana pasada, la CAF organizó un foro sobre la productividad e innovación, que permitió tener una dimensión de la brecha en la que está la región respecto a los países del primer mundo.
Así, mientras Estados Unidos, Alemania, China y Corea del Sur se encuentran abocados a la cuarta revolución industrial -asociada a la revolución de la inteligencia- pensando en el siglo XXII, aún en América Latina, como en el caso del Perú, debatimos temas del siglo XX. Indudablemente que poner en agenda la productividad no resulta muy sexy, razón por la cual se convierte en un desafío hasta periodístico para convencer de su importancia. Los retos que se plantean también están vinculados a temas sensibles, como productividad laboral -ergo adoptar medidas de flexibilidad-, que es la forma como siempre se enfoca. Pero también hay que admitir desde el lado empresarial que existen compañías formales con baja productividad y capacidades, y no necesariamente nos estamos refiriendo a las pymes.
El reto entonces es, en primer lugar, admitir las carencias que se tienen para luego asumir con liderazgos claros la generación de consensos, lo que en el evento de la CAF se denominó pactos políticos. Y es que, si a la baja productividad se le añade la alta regulación en los mercados, es imposible pensar en elevar la productividad. A todo ello, está asociada la innovación que va más allá de conocer la transformación digital. Por ejemplo, un reciente estudio de Pacífico Business School y la consultora española Roca-Salvatella revela que, si bien los ejecutivos peruanos tienen un buen conocimiento de lo digital, aún no lo aplican de manera estratégica.
Y es que, como sostiene el Consejo Privado de la Competitividad en Colombia, hay que tomar ventaja de las nuevas tecnologías. Para todo ello se necesitan capacidades. Es decir, mejor salud y educación, así como dar prioridad a la sostenibilidad ambiental -de lo que ahora se conoce como economía circular- y potenciar la innovación, que implica tener los incentivos apropiados. Todo lo debatido la semana pasada en Bogotá es la revolución que se necesita, si es que el Perú aspira a participar pronto de la cuarta revolución industrial, como ya Colombia lo hace con las políticas que ha comenzado a adoptar.