Un dolor de cabeza de nunca acabar
Al empezar el Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, una de las metas que se planteó fue destrabar los llamados megaproyectos de infraestructura que sumaban cerca de US$ 18,000 millones, pues iban a constituir la punta de lanza que ayudarían a la reactivación de la economía.
Cuarenta meses después, la mayor parte de los doce megaproyectos de infraestructura sigue siendo un dolor de cabeza tanto para el Gobierno de Vizcarra como para los gobiernos regionales, pues están paralizados y más de uno envuelto en los casos de corrupción como Lava Jato.
Semana a semana, algunos gobiernos regionales intentan sacar adelante dichas iniciativas, pero los problemas que tienen que superar no son nada fáciles. Actualmente, están paralizados el gasoducto del sur –envuelto en una controversia entre el consorcio GSP y el Gobierno peruano–, el aeropuerto internacional de Chinchero –cuyo caso ha llegado hasta el Ciadi–, la ampliación del aeropuerto Jorge Chávez –que aún enfrenta dos juicios para poder tener acceso al total de los terrenos para construir la segunda pista–, los proyectos de irrigación Chavimochic III –envuelto también en el caso de corrupción de Lava Jato– y Majes-Siguas II –entrampado en las famosas adendas–.
Por otro lado, proyectos como la Línea 2 del Metro de Lima avanzan a paso de tortuga, con una demanda ante el Ciadi y una adenda pendiente de firmar; mientras las ampliaciones del Muelle Norte y Muelle Sur del puerto del Callao se mantienen en los escritorios del Estado a la espera de una decisión. De los pocos que pudieron superar el marasmo burocrático y de corrupción está la Red Vial 6 y el puerto San Martín en Pisco.
Ahora que el Ministerio de Economía, a través de los decretos legislativos rectificó los esquemas de funcionamiento de ProInversión y de las asociaciones público-privadas, resulta más claro apreciar los errores que se cometieron desde el diseño de las licitaciones de los megaproyectos, varios de los cuales se hicieron en el Gobierno de Humala, hasta las correcciones y adendas que se intentaron en el Gobierno de PPK y que no lograron algún avance.
Es por eso que continuar con alguna de estas iniciativas como el gasoducto del sur puede resultar poco atractivo dado todos los temas pendientes que aún quedan por resolver alrededor de este proyecto –incluidas las sospechas de corrupción– y sobre todo la falta de claridad del actual Gobierno para llevarlas a cabo.
Otra de las iniciativas que también merecen tomar una decisión definitiva son el futuro de Chavimochic III y Majes-Siguas II, sobre todo si consideramos que pueden primar razones de índole política más que económicas, dada la proximidad de las elecciones del 7 de octubre. Ya sabemos que las adendas apresuradas y bajo presión, como sucedió con el aeropuerto de Chinchero, no tienen un buen final.
Los pasivos que dejan estos llamados megaproyectos, son lecciones que deben estar presentes para evitar que se vuelvan a repetir los errores.