A medida que avanza la campaña electoral, se va apreciando mejor la capacidad o no de los candidatos para enfrentar los problemas del país. Justamente, la semana pasada uno de ellos, Julio Guzmán, cambió de posición el mismo día sobre el proyecto Tía María. No lo hizo por convicción, sino por la presión de un grupo de pobladores en un mitin en la Plaza de Armas de Arequipa.
Pero no es el único caso. La candidata Keiko Fujimori también cuestionó el mismo proyecto, al igual que días atrás lo había hecho con Conga. Por cierto, otros aspirantes presidenciales también han sido muy ambiguos cuando la prensa los ha abordado con respecto a su posición sobre ambas inversiones mineras.
Es decir, al igual que en la reforma laboral o la posición acerca de derechos civiles, como la unión civil, los postulantes no tienen una respuesta clara de cómo afrontar los conflictos sociales en la minería y prefieren evitar pronunciarse o decir que “si el pueblo no quiere, no va”.
Igual ha sucedido con la seguridad ciudadana, donde han brillado las propuestas que son lugares comunes y solo en pocos casos se ha percibido una estrategia para enfrentar el principal problema que afrontan actualmente los peruanos.
Todo esto lleva a reflexionar que los actuales candidatos, más allá de los planes de gobierno, en los temas que son una papa caliente, no muestran una voluntad de liderazgo para enfrentar los problemas. Más bien, al igual que los futbolistas peruanos, son muy hábiles en driblear las dificultades, pero no en meter los goles.
Una explicación de lo que sucede es porque en una campaña electoral algunos temas no resultan políticamente atractivos para pronunciarse. Sin embargo, las respuestas que brindan ya muestran el carácter que puede tener un potencial Gobierno, si alguno de ellos triunfara.
Los próximos cinco años requieren, en primer lugar, afrontar con éxito un programa de reactivación económica en los 100 primeros días, que permita recuperar la dinámica de crecimiento, no solo basada en las actividades primarias, sino también en las no primarias, como la construcción y la industria.
Pero también se requiere contar con un equipo técnico capaz de impulsar en los primeros seis meses de gobierno las reformas que sean necesarias, tanto a nivel económico como institucional. En este último caso, principalmente en los aspectos políticos (los partidos y la reforma electoral) y en la administración de justicia.
Para ello, será importante la negociación política, dada la posibilidad del fraccionamiento que pueda existir en el próximo Congreso. De lo contrario, viviremos en una constante tensión que no ayudará en nada a que el país supere, por ejemplo, la trampa de los ingresos medios.
Quizás la segunda vuelta pueda ofrecer un panorama diferente, dado que serán dos opciones las que se enfrenten y, por tanto, estas deberán explicar con mayor claridad lo que ofrecen al país.