Quejas y quejas
A propósito de Fiestas Patrias y con la coyuntura política, llena de escándalos, he notado un poco más pesimista que de costumbre a mis conocidos. En las reuniones sociales a las que he acudido he podido notar a dos tipos de quejosos. Están los que muestran su malestar ante las cosas que realmente son injustas y que pueden llevar su disgusto a una acción que cambie la coyuntura o a tomar una posición frente a la vida. Pero también están aquellos que están descontentos con todo, los que dan rienda suelta a su negatividad y le ponen reparos incluso a las cosas positivas de la vida.
En general a los ejecutivos de empresas, en cursos, capacitaciones y otras actividades, que debemos alejar la queja de nuestras vidas, es necesario evitarla en nuestro accionar diario para poder crecer como personas. El coaching ha convertido a la queja en un tabú y en un monstruo que debemos vencer. Al punto que insinuar que alguien es quejoso, es de alguna manera desacreditarlo. Sin embargo, yo pienso que hay quejas y hay quejas.
He estado investigando un poco y me encontrado con una gran sorpresa. En el campo de la psicología se han desarrollado diversos estudios sobre la queja y sus consecuencias en las personas que la practican. A grandes rasgos, les diré que la mayoría de estudios determina que hay una queja positiva para las personas y otra negativa.
De la primera diremos que es aquella que se da solo en las ocasiones que lo amerita. Sirve para exteriorizar pensamientos y emociones ante un hecho injusto. De esta manera podemos recibir ayuda para poder solucionar el problema. Este tipo de queja es necesaria para la buena convivencia porque revela hecho pocos justos y lo más importante nos mueve a realizar una o varias acciones y a buscar soluciones. En pocas palabras podríamos decir que este tipo de queja tiene un objetivo, como por ejemplo: cuando te llega un recibo por un servicios que no has usado, o cuando tus compañeros de trabajo no hacen sus labores a tiempo y te recargan de trabajo o cuando el Congreso de la República saca leyes que solo favorecen a unos cuantos y no a toda la colectividad.
En cambio la queja perniciosa es aquella que se da constantemente, a cada momento. Cuando viene cargada de energía negativa, con una mala intención. También podemos decir que no tiene un objetivo definido, es decir no busca solucionar nada ni busca cambiar una situación injusta. Es una queja que se da por habito, más que por necesidad y solo tiene el fin de criticar a los demás. Normalmente, este tipo de quejosos habituales son personas que alejan a la gente pues suelen producir estrés y sentimientos negativos.
Nos alejamos de los quejosos crónicos porque nos producen angustia y minan nuestra autoestima. Esto se explica mejor porque nuestro cerebro viene con una programación neurológica que nos predispone a ser empáticos, es decir nos da la capacidad de sentir y comprender los sentimientos de otras personas. De tal forma que cuando escuchamos una queja nuestro cerebro realiza conexiones sinápticas que reproducen las mismas sensaciones de quién nos está dando la queja, es decir sentimos la misma mala onda, el mismo resentimiento de quien está dando la queja. Es por eso que después de las quejas de un amigo somos nosotros los que nos quedamos con la cólera o con el descontento.
Por estas razones es importante poder discernir la queja crónica, de la que se da para cambiar una situación injusta o absurda. No podemos vivir en una sociedad donde se estigmatiza una queja justa. Tampoco podemos tolerar a quienes nos están dando su parecer negativo ante cada cosa que nos ofrece la vida.