Las peruanas y el fútbol
El centro de Lima está invadido por merchandising del mundial de fútbol Rusia 2018 y de nuestra selección. En medio del panorama gris, del invierno, Mesa Redonda y el Mercado Central se han teñido de rojo y blanco. La semana pasada fui a pasear al centro de Lima con mis amigos Christopher y Vanesa. No pudimos sustraernos a la tentación de ir a fisgonear qué novedades podíamos encontrar en la zona que comprende Paruro, el Jirón Ucayali y el Congreso. Caminando pudimos constatar que en el ambiente hay una electricidad, una vibración distinta.
El mundial nos ha cambiado el humor a todos y a muchas personas les ha cambiado un poco la vida. En nuestro recorrido conocimos a la señora Ofelia que vende polos con las imágenes de los jugadores de la selección. Le compré un polo del “Oreja” Flores, mientras su hija iba a conseguir cambio para un billete de 100 soles, la señora entre sonrisas nos dijo: “Ojalá todos los años hubiera mundial”. Mi amigo Christopher trató de explicarle las reglas de la FIFA, pero la señora Ofelia le respondió: “joven, este año he vendido mucho más que en otros, quizá el doble o el triple. Con esa platita estoy arreglando mi casa. Ya pues, ya pues”, concluyó entre divertida y condescendiente.
Su respuesta fue contundente y tiene mucho que ver con la información de la Agencia Andina que señala que ha crecido la demanda de créditos para capital de trabajo en el sector de las micro y pequeñas empresas (mype). Eso quiere decir que la clasificación de la selección al mundial está dinamizando un sector dónde las mujeres lideran más de un millón 270 mil unidades de negocio y dónde trabajan más de 6 millones de mujeres. Aunque se suele pensar que las mujeres poco tenemos que ver con el fútbol, en realidad no es así. Es probable que muchas mujeres que trabajan en sectores como el textil, turismo, servicios y comercio estén mejorando sus posibilidades de negocio y sus ganancias.
Otro aspecto que tiene mucho que ver con la selección es que definitivamente a mucha gente la clasificación le ha mejorado la autoestima y le ha revivido el orgullo de ser peruano. Patricia, la señora que me hace la pedicura me dice que cuando Perú clasificó al mundial lloró. Me pareció tan extraño que le pregunte por qué. Ella me explicó que a sus 47 años le hacía muy feliz ver la satisfacción de sus hijos de haber logrado algo importante en el deporte más popular del mundo.
“Mi generación es la generación de los grandes fracasos”, –me explica-, “crecimos con crisis económica, con terrorismo, con gobiernos tras gobiernos llenos de corrupción y también con las incontables caídas de nuestra selección. ¿Acaso no te daba cólera que fuera costumbre perder hasta en el futbol? Pero esta selección sí lo logro, cuando nadie creía en ellos. Estos muchachos son como nosotros, sacan fuerza de donde no hay y lograron salir adelante”. Me conmueve la explicación de Patricia porque tiene mucha razón.
Quizá por este motivo a la gente le gusta ver en las publicidades del mundial a las mamás de los jugadores, porque representan a todas aquellas mujeres trabajadoras, como Patricia, que con mucho esfuerzo sacan adelante hijos exitosos, muchas veces solas, sin la ayuda de un marido que las respalde.
A mí no me gusta el fútbol, pero definitivamente hay algo diferente en el ambiente un electricidad, un entusiasmo, una alegría que no se veía en mucho tiempo. A mí no me gusta el fútbol pero yo también estoy vibrando como todos los peruanos y peruanas.