Herramientas para la gestión empresarial de los Derechos Humanos
Han transcurrido 74 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La dignidad de las personas frente a distintas formas de vulneración de derechos ha sido el centro de atención de esta Carta Fundamental. La libertad, la paz, la justicia y llenar de contenido a la dignidad, en cuanto a acceso a la salud, educación o a la no discriminación en todas sus formas sigue siendo la tarea. Probablemente el principio de la no discriminación es el que más ha evolucionado y enriquecido en su contenido, desde la discriminación de género, la racial, la religiosa, entre otras, son derechos que luego de setenta años, tienen una interpretación diferente a la originaria.
A partir del año 2000 es que se incorpora un nuevo protagonista a la ecuación Estado y ciudadanía para la protección de los Derechos Humanos. Se trata del Global Compact o Pacto Global de las Naciones Unidas que señala 10 principios vinculados a temas laborales, trabajo infantil, equidad de género, aspecto ambientales y anticorrupción, para que las empresas debido a su creciente presencia en la sociedad, se vuelvan agentes activos y se involucren en el respeto a los derechos y los promuevan debido a la fortaleza de su encadenamiento y su capilaridad geográfica, muchas veces mayor a la de los propios Estados.
Con la aprobación de los Principios Rectores Empresas y Derechos Humanos en 2011, el papel de la empresa se vuelve más protagónico. Ya que no se trata sólo del respeto, establecer políticas o la adhesión a estos principios, sino que a través de la Debida Diligencia se cuenta con una herramienta poderosa para la gestión. Así se puede establecer una gobernanza, análisis de riesgos, impulsar una cultura y contar con un instrumento de quejas y reclamos que, de acuerdo a nuestro entender, se vuelve en la mejor palanca de gestión y hace que todo el modelo funcione: ese es el Principio 29.
Nos precisa este principio que, para una rápida respuesta ante los impactos negativos, las empresas deben tener mecanismos de reclamación eficaces de nivel operacional a disposición de las personas y las comunidades. Si entendemos este principio adecuadamente en el marco general, se convierte en un instrumento práctico y poderoso para el engagement entre la empresa y sus diferentes grupos de interés. No nos equivoquemos, no es un libro de reclamaciones. Se trata de establecer instancias operativas para optimizar los mecanismos de escucha con sus grupos de interés -por ejemplo, proveedores y comunidades-, para que les resulten próximos y les genere confianza que su queja o reclamo va a ser atendido adecuadamente y en la instancia correcta. El beneficio para la empresa es que le transparenta la gestión, identifica con rapidez los potenciales riesgos y le transmite a los afectados la forma en que abordará el impacto negativo, ya que se harán público todos los impactos y los resultados de las denuncias y así potenciar la confianza con ellos. Por eso, el pilar de remediar en los Principios Rectores, no se enclaustra en abordar las reparaciones históricas muchas veces ideologizadas, sino que nos permite establecer relaciones de confianza allí donde nos hemos acostumbrado a ver conflicto.