Lo primero que escuchamos fueron los murmullos de nuestros padres, creando con sus voces el mundo en el que viviríamos. Antes de ver o comprender, fue la palabra la que empezó a darle forma a la realidad. La comunicación es el punto de partida de todo: construye significados, moldea percepciones y, en última instancia, guía las decisiones. Y hoy, con la inteligencia artificial, esa capacidad de dar sentido a través de las palabras se vuelve más crucial que nunca.
Un amigo del mundo financiero me dijo recientemente: “La comunicación es como las ruedas de un coche: sin ellas, no importa la potencia del motor, no vas a ninguna parte”. Son las historias que construimos y creemos las que otorgan sentido a nuestras organizaciones. Y en este nuevo entorno de inteligencias artificiales, esas narrativas serán las que definan los mundos que construyamos.
La inteligencia artificial no es una amenaza para la comunicación humana, sino una nueva forma de interacción. Estudios indican que el 90% de la efectividad de la IA al generar respuestas depende de la calidad del prompt que le entregamos, es decir, de las palabras y las instrucciones con las que se la alimenta. Los modelos generativos como GPT-4 responden a la estructura y precisión del lenguaje, por lo que el dominio de la palabra se convierte en una habilidad esencial. Aquellos que dominen la palabra, que comprendan la dinámica entre intención y significado, podrán extraer las mejores respuestas y resultados de la inteligencia artificial.
Quienes sepan comunicarse con las inteligencias artificiales, usar la palabra para guiarlas, serán capaces de construir este nuevo mundo al que estamos yendo.