¿Quieres ser CEO? Practica un Deporte.
Mi mamá dice que nací con zapatillas. Tuve la suerte de nacer con el bichito del deporte y es parte indispensable de mi vida. Cuando iba al colegio parecía un ekeko cargando mochilas, zapatillas, zapatillas de clavo, palo de hockey y chimpunes para mis entrenamientos de atletismo, hockey y fuera del colegio era la equitación.
Si bien es cierto que el deporte me ha costado una prótesis de cadera, condromalacia en la rodilla y el pelo y la piel destrozados por la natación, sigo feliz practicándolo y compitiendo en natación, porque el deporte – más que trabajarme físicamente – es entrenamiento para sacar “musculatura mental” para enfrentar los retos profesionales y los de ser una mamá de cinco.
El CEO se enfrenta a objetivos retadores, al riesgo, a moverse en la incertidumbre, a competencia feroz y debe aprender a estirar sus exigencias.
¡El deporte es eso! El deporte no es solo “disciplina”. Vives con objetivos complejos y en cada entrenamiento te enfrentas a la incertidumbre, al “no puedo;” a tu entrenador que te empuja más allá de lo que crees que puedes; a la presión del terrorífico cronómetro e ir contra el tiempo y; por supuesto a estar cara a cara con tu competencia – pero tu igual – tienes que enfocarte en tu propia carrera y en tus capacidades para no achicarte.
Comparto otros 11 aprendizajes que han aportado tanto a desarrollar una actitud o “mindset” diferente que aportan mucho a mi rol profesional:
1. Objetivos vs. sueños
El deportista sabe la diferencia entre tener metas y tener deseos. Así como muchos ejecutivos, el deportista se traza grandes objetivos; pero más importante es que sabe tener benchmarks y mini-metas para mantenerse enfocado y motivado; sobre todo cuando la competencia es dentro de varios meses. El deportista sabe lo importante que es alimentarse de pequeños logros y de revisar su plan y resultados en varias instancias para tomar medidas correctivas y aprender de las buenas prácticas.
2. Tener un plan y seguirlo
El deportista sabe que entrenar es duro; que tiene al entrenador persiguiéndolo con el cronómetro y con las pulsaciones por reventar. Elaborar un plan es sencillo; lo complicado es implementarlo y cumplirlo. Implementarlo involucra un compromiso con ese plan y sus entrenamientos. Implica sacrificios, disciplina y que sea una persona tenaz, enfocada, capaz de vencer el sueño, las ganas de hacer otra cosa, vencer al mal humor por agotamiento, al dolor físico e inclusive deteriorar tu aspecto físico si eres como yo – nadador.
3. Asumir retos
El deportista sabe que no hay garantía para conseguir el podio. Cuando suena el pitazo de una competencia tienes que arriesgarlo todo entregándote al 100%. Nada se frena. Después de la llegada puedes llorar, quejarte, tirarte al piso pero no cuando estás en carrera.
4. Amor por los retos
Fui maratonista y luego triatlonista por muchos años hasta que me fregué la pierna y tuve que dejar de correr y de participar en triatlones y maratones. Yendo al gimnasio, me di cuenta que no era lo mio. Me faltaba el reto de la competencia. Esa pasión por competir, fue el estímulo para convertirme en nadadora sin haberlo sido nunca. La adrenalina del entrenamiento, la masacre y enfrentarme a competidores tromes. Eso me ayuda a fortalecer mi actitud guerrera, emprendedora, donde perder no es fracasar; perder es no intentar – no inscribirte en la competencia.
5. Enfrentar miedos
Estar en el partidor es tal vez una de las cosas más intimidantes que puede haber. En ese partidor, en esa carrera de segundos, se juegan meses de duros entrenamientos. Todo tu plan entra al fuego en esos segundos en los que todo puede ir bien o mal. En el partidor enfrentas pánico y euforia. Ves a tus contrincantes que te intimidan. Sientes inclusive las ganas de tirar la toalla porque está presente el temor al fracaso, al llegar de último frente al público que te está mirando; el temor a decepcionarse uno mismo, decepcionar a su coach, a su equipo. Pero el deportista se sabe regular, sabe “envalentarse”, sabe que el solo hecho de estar parado en el partidor lo hace ya un ganador porque de todas las personas practicando un deporte, son pocos los que se atreven a competir.
6. Responsable de sus logros y fracasos
El deportista sabe que si algo sale mal en una competencia, es porque no hizo algo correctamente y punto. No es culpa del entrenador, de las zapatillas, del clima, de la piscina, de que alguien hizo trampa. El deportista está entrenado a asumir la responsabilidad de sus actos y ser dueño de su propia performance. No mira alrededor suyo para buscar culpables o excusas.
7. Mentalidad de crecimiento
El deportista también sabe que perder no significa un capítulo cerrado. Entiende que cada competencia y cada resultado no es el fin sino parte del proceso de mejora. Cada pérdida la analiza para identificar oportunidades de mejora y se esfuerza muchísimo para generar cambios.
8. Tenacidad y trabajo duro
La preparación para una competencia es larga, demoledora y no perdona si te sientes mal o si estás cansado. En ese tiempo, uno experimenta a veces retrocesos en el entrenamiento, lesiones o fracasos. El deportista acepta estas condiciones como parte de un proceso y los toma como episodios que debe superar. No se etiqueta como un producto terminado como fracasado, como que no puede o como impedimentos para que sea exitoso. Lo difícil para el deportista no significa imposible sino que simplemente tiene que trabajar más.
9. Sentido de urgencia
El deportista no espera a que las cosas sucedan porque está acostumbrado a vivir con fechas límite. Sabe que tiene poco tiempo para mejorar y corregir por lo que aprovecha ese tiempo al máximo en lugar de esperar a que se presenten las cosas, a que “sienta” las ganas de hacer algo o se presente alguna motivación divina.
10. Aporte a una cultura ganadora
Cuando uno practica un deporte, es parte de un equipo – ya sea que la prueba sea individual o en equipo – el deportista aprende a apoyar a sus compañeros y en ver que a todos les vaya bien. Se vive una cultura de empatía, de motivación y con un sistema de apoyo genial. Es un estilo de vida; una cultura que se lleva también al mundo laboral.
11.Eficiencia
El deportista sabe que si realmente quiere algo, se va a organizar de forma tal que todo lo podrá hacer. Es rápido trabajando, es rápido vistiéndose, organiza su casa, su trabajo, su vida para lograr un balance de roles y equilibrio en su vida.