¿Hipotecas tu Opinión?
Hace unos meses, compartí una publicación que recibí junto con un comentario mío con el típico “cómo es posible que…” en el chat de mi promoción del colegio. Una amiga muy acertada, me respondió diciendo que esa información no era correcta y estaba incompleta. Por supuesto, que de inmediato me disculpé, y me quedé pensando mucho.
- ¿Cuántas veces reenvías mensajes en whatsapp o en tus redes sociales como Twitter?
- ¿Cuántas veces comentas sobre mensajes que publican o te envían amigos o personas a las que sigues?
- ¿Cuántas veces comentas sobre alguna noticia, basándote únicamente en el titular que leíste?
Yo he hecho las tres cosas y seguramente tu también.
Lo hacemos con mucha frecuencia y es natural hacerlo porque recibimos esos mensajes generalmente de personas confiables, y cercanas a nosotros o de personas que seguimos en redes sociales y que – de alguna manera – tenemos un sentido de pertenencia con ellas porque seguramente compartimos algún tema que nos une.
Por otro lado, lo hacemos porque provoca. Provoca principalmente cuando se trata de algún titular o comentario que dice algo simpático de alguna persona o empresa que admiras o – que “quema” a alguna persona o empresa que piensa diferente o que no te gusta.
Creo que tuve mucha suerte de que mi amiga del colegio me corrigiera e hiciera darme cuenta que estaba colgando mi opinión sobre la opinión de otros; y eso para mí es hipotecar mi opinión.
Colgarse de la opinión de otros sin investigar, sin averiguar la totalidad de la información, sin análisis pone en riesgo nuestra imagen personal por supuesto, porque estamos poniendo nuestra “marca” – nuestro nombre – en cada comentario o reenvío que hacemos.
Nos convertimos en esclavos de la opinión de los demás, perdemos libertad y para mí, no es ser un buen ciudadano.
Ser un buen ciudadano no significa únicamente ser una buena persona, cuidar el medio ambiente y dejar pasar a los peatones.
Ser un buen ciudadano significa participar de las decisiones que moldean nuestra sociedad y ejercer el maravilloso poder que nos otorga la democracia: El poder de tener una voz para expresar mi opinión, mi desacuerdo y proponer soluciones – teniendo siempre presente que el desacuerdo es necesario en una sociedad democrática y que el propósito principal del desacuerdo es llegar a propuestas con el bien común como principal objetivo.
Ser un buen ciudadano significa no caer en el simplismo de colgarme de opiniones sin argumentos o de titulares. Eso es Esclavitud.
Significa que me preocupo, que me informo, proceso la información y opino valientemente basándome en mi criterio y principios y no en mis pasiones y pensando en ese bien común y en lo correcto.
Eso, es ser inteligente.
Eso, es libertad.