Homo economicus y animales políticos: idas y venidas con los aportes obligatorios
Buena parte de los estudios económicos parten de la asunción de que el hombre es racional. Claramente, esto no es verdad, al menos no siempre; pero es usado como un “recurso metodológico” para poder realizar predicciones formales y replicables acerca de cómo nos comportaremos ante incentivos. Por mi parte, creo que basta con asumir que los hombres respondemos a incentivos de precios, como decía Coase [The Firm, the Market and the Law]. La idea del homo economicus, aunque ha servido para que la Economía sea la “Reina de las Ciencias Sociales”; también la ha convertido en blanco de críticas. Las críticas parten del hecho de que las fallas cognitivas de las personas son tan grandes que obviarlas para realizar un análisis es como ignorar al elefante en la alcoba. Aunque uno pueda estar de acuerdo con buena parte de estos “hallazgos”, es más difícil estar de acuerdo con sus propuestas de política. ¿Las fallas cognitivas de las personas justifican la intervención del gobierno? Resulta que la alternativa al mercado es la acción política y los políticos tampoco son seres 100% racionales y, lo que es peor, cuando lo son, tampoco esuna buena noticia para nosotros. El caso de los aportes obligatorios de los independientes es un buen ejemplo.
Fue una novela en varios actos: primero, aprobaron los aportes obligatorios de los trabajadores dependientes con poca oposición. El botín fue repartido entre todas las AFPs. Luego, el ubicuo Jaime Delgado peleó a favor de las AFPs para que los aportes fueran obliga/torios para los independientes también. Se decidió que solo una AFP (Habitat) administraría los fondos. Los independientes se quejaron. Jaime Delgado dijo que estaba en contra de los aportes obligatorios. Lo aplazaron. Lo pusieron en vigencia nuevamente. Los independientes se volvieron a quejar. Lo derogaron. ¿Demanda de Habitat?
El discurso detrás de la obligatoriedad es que las personas padecemos una falla cognitiva que nos lleva a tener preferencias inconsistentes: valoramos más el dinero presente que el futuro; pese a que “racionalmente” son iguales. Esto, averiguado en experimentos de laboratorio, lleva a algunos a justificar normas como las que nos obligan a darle parte de nuestro dinero a una empresa para que lo administre por nosotros. Por ejemplo, Augusto Townsend ha sostenido que:
“[…] tengo enormes dudas de que la gran mayoría de individuos –tanto trabajadores dependientes como independientes- estén en condiciones de administrar su ahorro mejor de lo que podría hacerlo una AFP.
Hay numerosos estudios de economía conductual que demuestran que el ser humano es un animal cortoplacista por naturaleza y que su cerebro no está predispuesto a valorar la previsión para el largo plazo como debiera. ¿Significa esto que debe obligársele a ahorrar? No me queda tan clara la respuesta, porque encuentro argumentos válidos en ambos lados del debate. Por ello, la discusión en muchos países deja de ser tan maximalista y se aboca a encontrar un justo medio (¿cuál es el menor porcentaje de tus salarios que te puedo obligar a aportar para que te garantice una pensión similar a tu último sueldo, asumiendo además la menor comisión posible?)”.
El argumento de Augusto es -por lo menos- superficial, por varios motivos:
Primero, aun cuando pudiéramos decir que dicha irracionalidad se encuentra probada y es tan grande como para justificar que nos quiten nuestro dinero y nos traten como incapaces, ésta ¿solo existe en el caso del ahorro? ¿Acaso no somos irracionales también al tomar decisiones como con quien casarnos y mil otras más? ¿Debería haber una agencia estatal de matrimonios? [Si cree que mi ejemplo es exagerado, revise la historia de la humanidad y distintas culturas donde la elección por terceros de las parejas era y es una práctica común. Revise también los costos que genera el divorcio a las sociedades occidentales]. La falla cognitiva por sí misma no puede ser la justificación de la intervención estatal. Para comenzar, tendría que argumentar por qué algunas fallas justifican la intervención y otras no.
Segundo, ¿realmente las AFPs administran mejor los fondos? Existe evidencia que nos dice lo contrario tanto en relación al sistema público como privado. Por ejemplo, no conozco a nadie que haya vivido 110 años.
Tercero, esto del “justo medio”, no tiene sentido. Si no estoy seguro de si es conveniente intervenir, ¿lo prudente es intervenir “poco”? Si eso es cierto, debemos asumir que regulación o no regulación (o libertad o no libertad) están en el mismo nivel, por lo que la balanza se puede inclinar hacia cualquier lado, ante la incertidumbre. Eso es simplemente falso. La regulación requiere justificación, si no en base a las libertades económicas, en base al principio de interdicción de la arbitrariedad. Si el Estado nos quiere quitar la libertad, debe de justificarlo: y eso no quiere decir “si justifico poco, puedo intervenir poco”. Cualquier intervención debe estar justificada.
Finalmente, como señaló Richard Webb en el mismo diario en el que Augusto escribe (lo cual es –por lo menos- anecdótico), la evidencia en Perú nos dice que el ahorro de los independientes sin AFP es equivalente al de los trabajadores dependientes con AFP (¡!) y -agregamos nosotros- presumiblemente con mucho mejores retornos, dado que no pagan comisiones. También existe evidencia acerca de que los peruanos -todos- ahorramos a rededor del 23% de nuestros ingresos.
No solo las idas y venidas demuestran la incongruencia del Estado y de los políticos. Hay muchas preguntas sin resolver: ¿en qué data se basan para hacer estas normas, experimentos hechos en clases en universidades top en EE.UU.? ¿Realmente los peruanos no ahorramos? ¿Realmente las AFPs (o la ONP) nos van a devolver nuestro dinero o lo van a administrar mejor que nosotros? ¿La pérdida de ingresos para invertir hoy se justifica para “garantizar” la vida futura, incluso en términos macroeconómicos? ¿Por qué el Estado –por un lado- obliga a ahorrar pero por otro libera la CTS, no es eso incongruente? ¿Por qué dependientes e independientes son tratados de diferente manera? ¿Qué justifica la diferencia? ¿Cuál es el impacto sobre la informalidad al generar una carga para los trabajadores y las empresas?
No tengo una idea clara acerca de por que ha habido un resultado tan distinto en el caso de los aportes obligatorios de independientes en relación a los independientes. Especulando, diría que la respuesta tiene que ver menos con la validez de los argumentos de uno u otro caso y más con la presión que han sido capaces de ejercer distintos grupos. Por ejemplo, quizá los independientes son un grupo más compacto y poderosos y las AFP perdieron fuerza por el hecho de ser solo una la beneficiaria de los aportes.
¿Mi propuesta? (A pedido de Castilla). Dado que el Estado no tiene la técnica ni los incentivos para hacer políticas públicas de calidad (evaluando seriamente los costos y beneficios de sus decisiones), deberían de abstenerse de regular y respetar las libertades económicas de las personas (por ejemplo, la libertad de contratar (o no contratar) con quien a mi me de la gana). Próximo paso: derogar el aporte obligatorio de los trabajadores dependientes.
Pd: como nota personal; si no fuera por la liberación de la CTS, quizá no podría estar hoy escribiendo desde UC Berkeley, donde estoy haciendo un doctorado. ¡Qué lindo sería tener todo el dinero que le estoy dando a las AFPs contra mi voluntad! ¿Cuántos casos más así habrán? ¿Cuántas vidas mejorarían si el Estado no nos robara nuestro dinero en complicidad con las AFPs?