¿El tamaño importa?
El motivo de este título se debe a la
obsesión con el tamaño que parecen tener algunos congresistas. Pero no, no voy
a escribir sobre ese tema. Eso dejémoslo para los “documentales” de Cinemax. Me
refiero al tamaño de las empresas o la tierra
(y de las personas con sobrepeso, de paso). En particular, podríamos hablar del
control de fusiones, proyecto
presentado -nuevamente- por Jaime Delgado. El control de fusiones busca
proteger a la sociedad contra el abuso de posición de dominio que podría
realizar alguna empresa. Así, cabe preguntarnos, ¿es “malo” que las empresas sean
grandes o -incluso- que dominen el mercado?
La respuesta es compleja. Depende de cómo
y qué se mida. Sin duda, una empresa monopólica (u oligopólica) puede generar
ineficiencias en el mercado: “abusando” de su posición para restringir la
competencia; cobrando precios monopólicos a los consumidores o coludiéndose. Pero
el tamaño de las empresas y la competencia que las lleva a tener determinado
tamaño, también tienen efectos positivos para la Economía. Por ejemplo, las
empresas más grandes pueden hacer “economías de
escala”. Es decir, si yo produzco 10 televisores, mi costo medio por unidad
será mucho mayor a que si produzco 10’000,000. El “crecer” es una manera de
competir, en la medida en que puede generar menores precios para los
consumidores. Una vez ganado el mercado, esto puede variar. Pero, ¿cuánto
tiempo puede ser mantenido un precio monopólico? No por mucho. Hay muchos
motivos por los cuales el Indecopi no realiza “controles de precios”, ese es
uno de ellos (para otros, ver aquí).
Por otro lado, el tamaño de las empresas
también encierra un factor de política internacional. Una empresa peruana muy
grande sería capaz de competir en el mercado global. Como fue ejemplificado en
el caso Boeing (1997),
la fusión de empresas puede ser vista inclusive como una manera de avanzar la
industria nacional. En el caso Boeing,
dos empresas Norteamericanas (Boeing y McDonnell Douglas) se unieron para
competir con la empresa francesa Airbus. Representativamente, la autoridad
Americana aprobó la fusión, mientras que la Europea la rechazó. Se podría decir
que cada autoridad estaba defendiendo a su “campeón” en el mercado aeronáutico
(Fox,
2012). Así, podríamos preguntarnos si Perú estaría defendiendo a sus
potenciales campeones con esta norma…
Además, si el problema de reducir el número
de empresas en un mercado es que éstas pueden abusar de su posición de dominio
o coludirse; ya existen normas para combatir el abuso de la posición de dominio
o la colusión. El Indecopi tiene toda una Comisión
que se encarga de preservar la libre competencia en el mercado. Alguien podría
decir que es mejor prevenir que curar la enfermedad. Es decir, ¿por qué esperar
que la empresa sea monopólica y luego recién combatir los abusos del monopolio
si podemos evitar que sea un monopolio en primer lugar? La respuesta es
relativamente simple. Las empresas llegan a ser monopolios haciendo cosas que
deseamos -como sociedad- que hagan. Por ejemplo, compitiendo entre ellas.
Asociarse con otras empresas para crecer, es una manera de competir; así como
lo es mejorar tus procesos de producción, en general. Limitar la manera en la
que las empresas se asocian es -así- tan “inteligente” como limitar la manera
en la que pueden organizar su producción. Siendo esto así, muchas veces las
normas de libre competencia -y, en particular, normas como las que controlan
las fusiones- son más una herramienta para evitar la competencia, que una
herramienta para lograr el bienestar de la sociedad (ver relaciones entre
normas de libre competecnia y public
choice, aquí).
Otra cosa que dirán los defensores del
control previo de fusiones es que todos los países desarrollados lo tienen (ver
un recuento de las normas en un anterior post
mío sobre el tema, aquí).
Ahora, habría que pensar si esas normas son dictadas o aplicadas porque los
países lo quieren hacer o por una exigencia de reciprocidad o “convergencia” de
las normas de libre competencia. Así como los países limitan su capacidad para
subsidiar a su propia industria, ¿también solicitan controles de fusiones? ¿El
permitir fusiones es una especie de “subsidio regulatorio”? Más allá de esta
especulación, no es difícil percibir que el solo hecho de que un país
desarrollado tenga una norma no nos lleva adoptarla necesariamente. EE.UU.
también tiene la “pena de muerte” por delitos comunes y no por eso consideramos
que sea una buena idea.
En definitiva, así como acaba de retroceder
en su tan comentado proyecto de la “Ley del Perro Muerto”, sería bueno que
nuestro siempre bien intencionado congresista “afinara algunos detalles” de
este proyecto también.