Frente a pensar y actuar, hay dos pasos previos: escuchar y cuestionarse. Planteo algunas preguntas que podrían ayudar:
- ¿Estoy disfrutando del viaje? Si la respuesta es no, ¿Qué me impide hacerlo? ¿Qué me quita el sueño?
- ¿Le dedico calidad y cantidad de tiempo a aquello que me hace más feliz?
- ¿Cuáles son mis prioridades? ¿Es decir, ese 20% de mis actividades que producirán el 80% de los resultados (profesionales, familiares y personales?
- ¿Qué debo dejar de hacer?
- Y como consecuencia de ello ¿Me siento más saludable? ¿Duermo mejor? ¿Tengo más energía al final del día? ¿Tengo más control de mis pensamientos?
Algunas veces las preguntas más sencillas son las más profundas. Hay una desconexión entre nuestras preguntas y respuestas. Y es que las grandes preguntas no hay que responderlas inmediatamente, hay que resistir esa tentación, hay que aprender a convivir alegre y serenamente con ellas, responderlas de cuando en cuando y observar como cambian las respuestas. Mientras mejor nos conozcamos, mejor nos gestionaremos. Al espejo cuesta engañarlo.