La duda silenciosa de los emprendedores frente al marketing: qué revela realmente
En un país donde todos hablan de vender más, sorprende cuántos emprendedores no pueden explicar cómo están construyendo su marketing.
No es falta de entusiasmo ni de visión. Tampoco es desinterés.
Es una duda silenciosa que aparece incluso en aulas llenas de ejecutivos con experiencia, negocios en marcha y ambición legítima por crecer. La duda silenciosa de los emprendedores frente al marketing no es un problema: es un síntoma.
Cada vez que enseño marketing a emprendedores, se repite algo curioso: cuando preguntas por su estrategia, aparece una pausa. No es incómoda, pero sí reveladora.
Es la pausa de quien está operando, resolviendo, avanzando.
La de quien sabe que el marketing importa, pero lo ve compitiendo con lo urgente.
Y, en ese duelo cotidiano, suele ganar lo urgente.
Esa pausa es mi punto de partida.
Al empezar una clase, siempre pregunto lo mismo:
“¿Cómo están organizando su marketing hoy?”
La respuesta rara vez es inmediata.
Pero la reacción tampoco es rechazo.
Es… calibración.
Una evaluación rápida entre lo que ya hacen y lo que sienten que aún no alcanzan a ordenar.
Y ahí descubro algo esencial: muchos creen que “no hacen marketing”, cuando en realidad lo hacen todos los días, solo que sin ponerle nombre.
Lo hacen cuando explican lo que venden.
Cuando fijan un precio.
Cuando eligen un mensaje.
Cuando deciden cómo atender.
Cuando describen a su cliente ideal.
Todo eso es marketing.
Pero pocas veces lo ven así.
El origen de esta distancia no es nuevo. Durante años, el marketing fue explicado en un idioma que parecía diseñado para otros mundos. Frameworks complejos. Acrónimos que funcionan en corporaciones, pero no en negocios que se mueven minuto a minuto. Modelos útiles, sí, pero desconectados de la experiencia del emprendedor que decide sobre la marcha.
Y cuando el lenguaje se aleja, la confianza también.
No es falta de interés. Es falta de pertinencia.
Muchos emprendedores —incluidos quienes estudian programas ejecutivos— se han encontrado con versiones del marketing que lo presentan como tácticas sueltas, no como una forma de tomar mejores decisiones.
Y cuando algo se percibe como ajeno, es natural mantener cierta distancia.
También pesa el contexto cultural.
En América Latina, el 85 % de los emprendimientos nace por necesidad antes que por oportunidad.
Incluso entre profesionales consolidados, la lógica de avanzar rápido está incorporada como reflejo: resolver hoy, asegurar hoy, cumplir hoy.
El largo plazo importa, claro. Pero siempre parece una conversación para después.
Por eso, cuando preguntamos por la estrategia de marketing, parece que pidiéramos una pausa que no siempre es posible. Pero que no siempre sea posible no significa que no sea valiosa.
También está el recuerdo de experiencias previas. Muchos emprendedores se han acercado al marketing a través de servicios que prometieron más de lo que entregaron: campañas sin fundamento, diagnósticos genéricos, planes difíciles de aplicar.
Eso genera escepticismo.
No hacia el marketing.
Sino hacia ciertas versiones del marketing.
Y frente a ese ruido, prefieren confiar en algo que sí conocen: su intuición.
Una intuición construida con años de cercanía al cliente.
La intuición funciona.
Hasta que necesita guía.
Hay un momento especial en cada clase.
Un instante pequeño pero poderoso.
Cuando notan que el marketing no es campaña, ni diseño, ni pauta, ni siquiera contenido.
Es una forma de pensar y tomar decisiones con mayor claridad.
Y algo cambia.
Lo que parecía ajeno empieza a sentirse propio.
Lo que parecía complejo empieza a sentirse articulable.
Siempre lo explico con una sola metáfora —la única que hace falta: el marketing es un mapa.
No un mapa que obliga a seguir un camino, sino uno que evita tener que dibujarlo mientras se avanza. Un mapa que ordena. Que orienta. Que reduce el margen de error.
Que permite que la intuición fluya con dirección, no con improvisación.
Y la evidencia acompaña:
- Las compañías centradas en el cliente crecen hasta 2.5 veces más rápido (McKinsey).
- Las marcas fuertes pueden cobrar hasta 23 % más (Deloitte).
- La recordación explica buena parte del crecimiento (Nielsen).
No es teoría.
Es práctica medida.
Emprender es navegar con demasiadas decisiones a la vez. No es que el marketing no entre en la agenda. Es que la agenda ya llega llena.
Por eso es tan transformador cuando el marketing se enseña con claridad y sin adornos: no libera tiempo, pero libera espacio mental. No obliga a hacer más, sino a decidir mejor.
Aquí va el giro conceptual que sintetiza todo: Los emprendedores nunca desconfiaron del marketing. Desconfiaron de cómo se les contó.
Ese es el corazón del problema.
Y de la solución.
Por eso, la pregunta no es —y nunca fue— por qué existe esta duda silenciosa de los emprendedores frente al marketing. La pregunta útil es otra: qué pasaría si el marketing se enseñara como parte natural del negocio y no como un “extra” que compite con lo urgente.
La respuesta es simple y profunda: más claridad, mejores decisiones, menos fricción, más crecimiento.
El marketing no es una pausa. Es orden dentro del movimiento.
Es dirección sin perder velocidad.
Es una forma de no correr a ciegas.
Soy Jorge Lazo Arias y cada miércoles encontrarás aquí información sobre marketing, a partir de analizar campañas buenas y también las no tan buenas… porque todo nos suma para conocer las novedades en el mundo del marketing y contar con aprendizajes que podemos aprovechar y aplicar en nuestro día a día.

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