Marketing IAnizable: el espejismo de una palabra que lo devora todo
Un microondas que dice tener inteligencia artificial. Un cepillo de dientes que promete cuidar tu sonrisa gracias a un algoritmo. Un televisor que asegura aprender de tus hábitos aunque apenas ajuste el brillo automático. La escena parece sacada de una sátira tecnológica, pero es real. Estamos en una época del “Marketing IAnizable”: donde desde lo cotidiano hasta lo absurdo, el marketing ha encontrado una nueva muletilla que adorna productos y discursos, y la despliega con el mismo fervor con el que, décadas atrás, estampaba la palabra “light” en yogures o “orgánico” en jabones.
La ironía es que la promesa de lo IAnizable no siempre está respaldada por lo que significa. Porque si todo es IA, entonces nada lo es. El término comienza a perder sentido, a convertirse en un sello decorativo, en un espejismo que las marcas utilizan para mantener viva la ilusión de modernidad. La historia ya la hemos visto: lo que empieza como innovación genuina termina convertido en una etiqueta vacía.
La primera capa de este fenómeno es superficial y mediática. Lo IAnizable se ha vuelto parte del lenguaje publicitario. No importa si detrás hay un modelo entrenado o un simple sistema de reglas: la palabra mágica cumple con su función de impresionar. Al fin y al cabo, ¿qué consumidor quiere quedarse fuera de la fiesta de la inteligencia artificial? El problema es que esta moda se expande como mancha de aceite: hoy decimos “IA” con la misma ligereza con la que hace veinte años decíamos “nano”, “smart” o “bio”.
Pero bajo esa superficie, hay un riesgo que se cocina en silencio. Cuando todo se adorna con la etiqueta de lo IAnizable, la confianza empieza a resquebrajarse. El consumidor no es ingenuo: detecta el humo. Detecta cuando la promesa es marketing vacío. La consecuencia puede ser una fatiga colectiva, un rechazo al término que, paradójicamente, termine frenando las verdaderas innovaciones. El recuerdo de las burbujas tecnológicas pasadas nos persigue: hubo un tiempo en que toda empresa era “.com” y ese exceso terminó en colapso.
En el marketing ocurre algo similar. La obsesión por lo IAnizable amenaza con banalizar aquello que debería ser transformador. Porque sí, la inteligencia artificial aplicada de verdad tiene un potencial inmenso: personalizar experiencias, anticipar necesidades, crear nuevas formas de interacción. En los casos genuinos, la IA no maquilla, multiplica. No disfraza, sino amplifica. La paradoja es que mientras unos la utilizan para adornar, otros la aplican para rediseñar industrias enteras.
La tensión es clara: entre el humo y la revolución, entre el eslogan fácil y la disrupción profunda. Aquí llegamos al núcleo de la espiral, al clímax ideológico:
En un mundo donde todo se presume IAnizable, la diferencia no estará en quién tenga más algoritmos, sino en quién logre usarlos para crear significado y no solo para inflar presentaciones.
Esa es la frontera. No es cuestión de coleccionar etiquetas, sino de construir experiencias que dejen huella. El futuro del marketing no se jugará en quién declare tener IA, sino en quién logre convertirla en memoria, confianza y emoción. El reto para las marcas será escapar de la tentación del artificio y elegir el camino más exigente: usar la tecnología no para parecer, sino para ser.
Al final, “todo es IAnizable” es el eco de nuestra época, pero también una advertencia. Si seguimos vaciando de sentido las palabras, acabaremos rodeados de promesas sin alma, de productos que presumen inteligencia pero carecen de propósito. El consumidor, tarde o temprano, castigará la impostura. La historia demuestra que las modas caducan, pero la confianza perdida rara vez se recupera.
La pregunta es simple y brutal: ¿queremos que la IA se convierta en otro logo estampado en cada envase, o en la palanca que redefine lo que significa crear valor? Esa respuesta no la dará un algoritmo; la darán las marcas que se atrevan a trascender la espuma y a construir significado.
Porque si todo es IAnizable, lo único que realmente importa es lo que no puede medirse en gigabytes: la capacidad de generar experiencias que queden en la memoria colectiva. Y ahí deberemos cuestionarnos si este nuevo “marketing ianizable” realmente generará una diferencia.
Soy Jorge Lazo Arias y cada miércoles encontrarás aquí información sobre marketing, a partir de analizar campañas buenas y también las no tan buenas… porque todo nos suma para conocer las novedades en el mundo del marketing y contar con aprendizajes que podemos aprovechar y aplicar en nuestro día a día.

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