Marketing 6.0: cuando la experiencia se convierte en el nuevo lenguaje de las marcas
Hay marcas que se gritan desde un anuncio. Y hay otras que se susurran en un recuerdo.
El fin de semana, sentado en una carpa del “Cuy Mágico”, entendí por qué el marketing que viene —ese que llaman 6.0— no se define por un logo, una campaña o un influencer. Se define por la experiencia. Por ese momento en el que una marca deja de venderte y empieza a invitarte a vivirla.
La función fue un híbrido improbable entre circo y musical, con coreografías y un guion que -entre risas- educaba sobre finanzas. Pero más allá de la puesta en escena, lo que vi fue una lección magistral de cómo una marca se convierte en anfitriona: te recibe, te hace parte de la historia y, sin pedirlo, se gana un espacio en tu memoria emocional.
El Marketing 6.0 lleva esta lógica al extremo. No se trata de hacer omnicanalidad ni de “estar en digital”. Hablamos de metamarketing: experiencias que borran las fronteras entre lo físico y lo digital, activando sentidos, emociones y datos al mismo tiempo. Es diseñar momentos donde la música, el olor, la textura de un asiento o la forma en que te registras online están perfectamente orquestados para que sientas que el mundo físico y el virtual son la misma sala.
Desde Tokio hasta Londres, marcas globales están traduciendo estos principios en experiencias memorables. En museos digitales como TeamLab, las paredes reaccionan a cada paso; en Santiago, Burberry y Valentino convierten sus desfiles en odiseas escénicas que hacen palidecer lo tradicional Y en retail, la flagship “House of Innovation” de Nike redefine lo que significa interactuar con una tienda: ya no vas a comprar, vas a vivenciar tu propia narrativa de marca.
La tecnología es un músculo esencial aquí: IA para anticipar necesidades, IoT para leer en tiempo real lo que está pasando, realidad aumentada para superponer capas de magia sobre lo cotidiano, blockchain para dar confianza. Pero el corazón no es el software: son los valores humanos integrados. Empatía, sostenibilidad, inclusión. Una experiencia 6.0 es tecnológica, sí, pero también ética y consciente.
Y todo esto, ¿para quién? Para una generación —la Z y la Alfa— que se mueve sin fricción entre pantallas y calles. Para consumidores que no separan su vida física de la digital, y que esperan experiencias coherentes, sin costuras. Para ellos, una marca que no pueda vivir en ambos mundos está incompleta.
El “Circo del Cuy Mágico” es un ejemplo peruano de cómo se hace. Y aquí hay un matiz que no deberíamos pasar por alto: que una marca local construya este tipo de experiencias a nivel mundialmente competitivo no es anecdótico; es señal de que el marketing de alto calibre no tiene pasaporte. Que una marca peruana esté logrando lo que antes solo veíamos en marcas globales significa que en el Perú ya se está jugando en esa liga.
Una experiencia auténtica no termina cuando la gente se va; empieza a vivir en ellos. Si la siembras con intención, germinará en conversaciones, en recuerdos, en decisiones futuras. Si la construyes desde el ego o la prisa, morirá en cuanto apagues las luces. El marketing 6.0 no es un truco: es la oportunidad de dejar un legado o, simplemente, un rastro que el viento borrará.

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