Aprender del error y transformarlo en crecimiento.
Semanas atrás me encontraba caminando de regreso de mi clase de yoga, era uno de esos momentos de sensación de presencia plena, en la cual puedo notar detalles que a veces pasan desapercibidos. Unos pasos frente a mi, un pequeño niño salió en bicicleta de una cafetería; y en un intento de doblar en la vereda, resbaló y cayó al suelo. El padre que conversaba cerca de él, giró y automáticamente reaccionó con un comentario que muy probablemente todos hemos escuchado desde pequeños: “Hijo, ves? Ten cuidado…”
Segundos después, su hermana menor se acercó rápidamente, se agachó junto a él y con suavidad, le preguntó: ¿Estás bien?
Este ejemplo cotidiano me dio primero mucha ternura sobre la empatía y genuina preocupación de la pequeña, pero también me llevó a reflexionar sobre cómo aprendemos desde niños a manejarnos frente a los errores. Estos pequeños momentos van moldeando nuestra relación con el error desde la infancia. Sin darnos cuenta, vamos asociando “equivocarse” con algo que debemos evitar. Y es justamente ahí donde empieza nuestra dificultad para aprender del error, porque desde pequeños lo asociamos más con castigo que con crecimiento.
El fin de semana pasado tuve la oportunidad de realizar una mentoría sobre errores y aprendizajes en un programa de voluntariado de una reconocida entidad. La pregunta con la cual inició la conversación fue: “Cómo evitar tomar decisiones equivocadas?”
Al principio, la respuesta que tomó protagonismo fue la de la gestión de riesgos, seguir procesos, pedir apoyo o preguntar a alguien con mayor experiencia en el tema antes de actuar. Pero luego llevamos la conversación más allá.
Acaso es verdad que podemos evitar equivocarnos, aún tomando todas las precauciones debidas?
Hoy quiero compartir algunas ideas que surgieron en la conversación:
- El error del aprendiz: Un profesional en periodo de prácticas, hace entrega de su primer proyecto y su jefe lo rechaza una y otra vez. Luego de varios intentos, en los que el jefe le indica que el proyecto no es rentable, el practicante, frustrado y congojado, deja de intentarlo; frente a reconocer el aprendizaje: “¿Cómo puedo hacer rentable mi proyecto para que puedan aprobarlo?”
- El error al atreverse a algo nuevo: Un profesional es invitado a escuchar una charla con el compromiso de luego replicarla frente a otros públicos. Al día siguiente durante su participación, copia el estilo del ponente que escuchó y la charla resulta desde su percepción “un desastre”. Al terminar, se sintió expuesto, avergonzado y convencido de que no servía para hablar en público. Por lo que decide que no es bueno para realizar charlas; frente a reconocer que cada persona tiene su propio estilo al enseñar y que, solo siendo auténtico puede conectar con el público y lograr con éxito su presentación. “¿Cómo puedo usar la frustración como gasolina para volverlo a intentar?”
- El error en la maestría: Un técnico realizando mantenimiento de un equipo, presionó el botón equivocado provocando que el equipo perdiera equilibrio y cayera al suelo causando miles de dólares de pérdidas. El trabajador quedó paralizado sintiendo miedo, culpa, negación. La empresa lo penalizó por el error, frente a considerar que más que buscar responsables, es importante plantearse: “¿Cómo mantener la concentración de mis trabajadores incluso en tareas que parecen rutinarias y cuánto podríamos ahorrar si logramos encontrar esa respuesta?”
Podemos contar con las mejores herramientas y aun así no obtener el resultado esperado. Minimizamos los riesgos, pero no los eliminamos. Y mientras mayor es la responsabilidad, más grande puede ser la caída.
Y si vamos más allá del impacto en los resultados y miramos a la persona detrás del error, podemos reflexionar aún más:
- ¿Qué pasa con la persona que lo vivió?
- ¿Qué emociones surgen cuando algo sale mal a pesar de todos los esfuerzos?
En los ejemplos anteriores compartí emociones de las que poco se habla, pero casi todos hemos transitado: miedo, culpa, frustración, vergüenza, negación.
En los procesos de coaching que he acompañado, he visto profesionales que, tras un error, dejaron de intentarlo y perdieron la confianza en sí mismos. Inclusive en algunos casos, ese momento marcó un antes y después en sus vidas.
Te invito a reflexionar sobre tus propias experiencias y preguntarte:
- ¿Qué cosas has dejado de hacer por miedo a fracasar?
- ¿Cuántas veces has sido más duro contigo mismo que con los demás ante un fallo?
- ¿Qué pasaría si miraras ese error como una señal de crecimiento y no de incapacidad?
Todos hemos sido testigos de grandes y pequeños errores: desde un niño que se resbala en la piscina y nunca más vuelve a entrar, un adulto mayor que cae y decide nunca más volver a caminar, hasta un profesional que en una situación que se sale de control decide cambiar drásticamente de rumbo aunque eso lo aleje de sus sueños y metas.
Hoy quiero compartir 4 tips para cambiar de perspectiva frente al error.
- Que la frustración, se convierta en tu gasolina, en el impulso que necesitas para volver a comenzar, para no rendirte y para volverte cada vez más fuerte y más resiliente.
- Que el miedo se transforme en valentía, si fallaste una vez, ese error no se vuelve parte de tu identidad, se convierte en tu fortaleza para volverlo a intentar.
- Que el error se transforme en aprendizaje. Pregúntate: ¿Cómo puedo hacerlo diferente?, ¿desde qué otro ángulo que no estoy viendo ahora, lo puedo empezar a mirar?
- Que tus emociones no te secuestren, la autoregulación es tu mejor herramienta. Si es necesario: cambia de ambiente, toma una pausa, desconéctate un momento de la manera que mejor te funcione: Ya sea saliendo a caminar, respirando despacio y profundamente, tocando algún instrumento, o alguna otra acción que te recargue. Incluso solo con tomar distancia, esa pausa te ayudará a ver las cosas con mayor claridad.
“He fallado más de 9,000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. 26 veces, se me ha confiado para tomar el tiro ganador y he fallado. He fallado una y otra y otra vez en mi vida. Y es por eso que tengo éxito” Michael Jordan.
¿Cuántas veces pensaste que habías fallado, y en realidad estabas aprendiendo?
Recuerda: El error es parte del proceso, cuando decides no mirarlo, solo estás pasando ese aprendizaje para después, porque muy probablemente sin las acciones correctivas, volverá a suceder. Aprender del error es un acto de humildad y crecimiento, una decisión sobre transformar la experiencia en sabiduría. Hoy te invito desde la perspectiva de esta nota, a fortalecerte para transitar cualquier camino que decidas emprender, pues errores habrán, pero tus sueños, tu bienestar, tu salud mental y tu crecimiento dependerán de la perspectiva que decidas tomar.

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