El Perú calato y la inclusión social
En las últimas semanas, la publicación del libro “El Perú está calato” de Andrea Stiglich y Carlos Ganoza ha generado tres tipos de reacciones.
- La primera es la del grupo al que este libro no le ha gustado nada. Además de criticar el uso y la interpretación que Stiglich y Ganoza hacen de las cifras estadísticas y atribuirles una intencionalidad política desestabilizadora, los más duros críticos le terminan recomendando a los autores aprender a sumar y multiplicar antes de escribir un libro.
- La segunda es la de un grupo más moderado al que pertenecen José Luis Sardón, Fernando Zavala, Gonzalo Zegarra y Gustavo Yamada, quienes tuvieron la ocasión de expresar sus puntos de vista durante la presentación del libro. Para este grupo, el Perú no está completamente vestido ni con el traje ideal pero, por lo menos, no está calato. Fernando Zavala sintetiza la posición de este grupo cuando señala que, si bien el Perú no está calato, todavía está en pañales o quizás en ropa de baño.
- La tercera es la de aquellos a los que este libro les ha parecido un buen reflejo de la realidad y que ven con agrado su publicación. Resulta interesante que este grupo esté generacionalmente más cercano a la población más joven del país que los dos anteriores.
La publicación de libros de reflexión sobre la realidad del país como el de Stiglich y Ganoza es, sin lugar a dudas, una excelente noticia. Los autores merecen una felicitación triple: por haberse animado a publicar, por haberse unido al club de los pocos que se animan a decirle al Emperador del Statu-Quo que está desnudo y por haber encendido el debate sobre cuáles son las reformas que hacen falta en el Perú.
Sin embargo, los críticos del libro tienen razón cuando señalan que la utilización e interpretación de las estadísticas en el libro Stiglich y Ganoza adolece de ciertas limitaciones. El detalle es que las respuestas de los críticos al libro presentan el mismo problema. Al menos dos son los aspectos que considero están detrás de este hecho.
- En primer lugar, los datos en el Perú son de muy baja calidad. Además, muchos de los indicadores con los que nos formamos una idea de cómo funciona (o no funciona) el país, están mal definidos o no existen. Uno de los ejemplos más claros de indicadores mal definidos es el de la clase media que se construye sobre la base de la distribución de hogares por niveles socioeconómicos (NSE). En lugar de utilizar la posición patrimonial de los hogares (que incluya las deudas de las familias), la determinación del NSE se enfoca en los activos de un hogar. Es decir, un hogar con televisor, lavadora, refrigeradora y conexión a internet, es considerado de clase media incluso si está quebrado por estar sobreendeudado o si vivirá la próxima década esclavo de las deudas de consumo contraíadas con las entidades financieras.¿Es este el tipo de clase media reflejo del progreso en el país o el que debemos aplaudir que se expanda en el Perú?
- En segundo lugar, detrás del planteamiento de los autores de “El Perú está calato” y de los críticos hay planteamientos opuestos de índole más política que técnica. Y, como se sabe, en un debate político, las estadísticas son meros instrumentos para vender una idea. Independientemente de las cifras, gráficos, citas a expertos o a documentos de trabajo de revistas científicas que tengan las argumentaciones de ambas partes, lo que está en debate es si el país requiere un shock institucional porque el modelo actual no funciona o solo reformas incrementales a un modelo que sí funciona. Evidentemente, este tipo de debate es de naturaleza política.
Precisamente la debilidad más importante que encuentro en el libro de Stiglich y Ganoza es haber perdido la oportunidad de abordar con mayor contundencia esta discusión respecto de si las instituciones actuales en el Perú deben solo fortalecerse o si deben transformarse. Habría sido útil, por ejemplo, un mayor análisis respecto de si la hipótesis de Acemoglu y Robinson se verifica en Perú o no. Es decir, si el hecho de que el Perú esté hoy calato frente al espejo se explica por la existencia de instituciones extractivas o no. Esta falta de claridad le pasa la factura a los actores al momento de realizar sus recomendaciones de política.
En mi opinión, precisamente porque Perú encaja muy bien en la descripción que realizan Acemoglu y Robinson de países con instituciones extractivas es que las recomendaciones de política de Stiglich y Ganoza aparecen como débiles e insuficientes. Por ejemplo, cuando las instituciones de un país son extractivas, una reforma del Poder Judicial que lo haga más rápido, predecible y transparente como la que proponen los autores no resolvería los problemas del país e incluso podría agravarlos, pues el resultado podría terminar siendo la aplicación más rápida y predecible de leyes escritas para beneficiar solo a unos pocos. Para cambiar las instituciones de extractivas a inclusivas, es necesario alterar la asignación de poder en el país (léase, poder para decidir quién hace qué, cuándo y por qué en la economía), de manera que deje de responder a los intereses de una cúpula. Esta es precisamente la motivación detrás de movimientos juveniles como los surgidos en España (que acaban de romper con el tradicional bipartidismo en el país ibérico) o en el Medio Oriente en la Primavera Árabe (que sacaron del poder a más de un jefe de Estado). Este es un elemento que no ha sido suficientemente bien desarrollado por Stiglich y Ganoza, a pesar de que sí alertan de potenciales alteraciones del orden social como resultado de la “desnudez” del país.
En cualquier caso, ningún gurú puede sustituir tu experiencia personal. Nadie te puede contar cuentos. Solo tú sabes si ves el vaso medio lleno o medio vacío cuando piensas en el proceso de desarrollo en el Perú. Sin embargo, si quieres informarte un poco más para formarte una mejor opinión, leer el libro de Stiglich y Ganoza, así como las críticas y halagos a este, te puede ayudar.