El "Baby" Nobel y la inclusión social
La American Economic Association anunció su decisión de otorgar la medalla John Bates Clark al economista Roland Fryer. La medalla Clark, que se entrega bianualmente desde el año 1947 y anualmente desde el año 2010 al economista más talentoso de los Estados Unidos de menos de 40 años, es conocida como el “Baby Nobel” porque casi uno de cada tres de quienes la reciben son galardonados años después con el Premio Nobel de Economía.
Roland Fryer no es una estrella reciente de la economía y su reconocimiento no es una sorpresa. A los 27 años, el New York Times ya reportaba cómo sus colegas en la Universidad de Harvard hablaban de él como si se tratara del Lionel Messi de la economía. A los 30 años se convirtió en el primer afroamericano en obtener una plaza de catedrático principal en la Universidad de Harvard y el viernes pasado, a la edad de 37 años, fue galardonado con la medalla Clark. Fryer no encaja en el molde tradicional del economista. Además de excelente investigador, es un gran comunicador, jugador de equipo con otras disciplinas de las ciencias sociales (algo inusual en los economistas), emprendedor y hasta recaudador de fondos. En el año 2008, creó EdLabs en la Universidad de Harvard, el centro desde el que diseña e implementa sus experimentos, predominantemente con financiamiento privado.
Quienes solo conocen la historia de logros académicos de Fryer suelen pensar que se trata de uno de esos genios aplicados que simplemente nació para triunfar. Muy pocos saben que a la edad 13 años tuvo que falsificar su certificado de nacimiento para conseguir un trabajo en McDonald’s de donde, tal como él mismo lo ha afirmado, robaba de la caja cada vez que podía. Es menos conocido aún que durante un breve período antes de cumplir los 15 años vendía marihuana en las calles y que una vez estuvo a punto de matar a un hombre blanco con el revólver que portaba.
Según Fryer, el punto de quiebre en su vida se produjo un día en el que se llevó un tremendo susto cuando fue confundido por la policía con un traficante de crack durante una redada. Esa noche y, quizás por el susto mismo, se excusó de participar en un asalto que sus amigos habían organizado. El asalto no salió bien y sus amigos terminaron en la cárcel. Al día siguiente, decidió poner su vida en orden y comenzar a estudiar.
Su historia personal y la de la gran comunidad afroamericana de Estados Unidos lo llevó a elegir la desigualdad racial como el centro de su trabajo académico. Los resultados de su investigación no solo han permitido entender mejor qué hay detrás de la gran desigualdad en el cumplimiento de logros de aprendizaje en la población afroamericana sino también a plantear soluciones de bajo costo y alto impacto para eliminarla. En síntesis, Fryer señala que:
- A los 9 meses de nacidos, prácticamente todos los niños, de cualquier raza o condición social, tienen prácticamente las mismas posibilidades de éxito en la vida. La brecha comienza a crecer recién a partir de los 2 años.
- Las medidas tradicionales para promover la mejora en la calidad de la educación de las minorías afroamericanas (como incrementar el presupuesto por alumno, capacitar mejor a los profesores y reducir el número promedio de alumnos por profesor) son muy poco efectivas. De hecho, en su investigación encuentra que las peores escuelas son las que tienen el gasto por alumno más elevado. Es decir, Fryer desafía al status-quo: no se trata solamente de gastar más sino mejor.
- Existen cinco medidas no tradicionales que podrían ayudar a cerrar significativamente la brecha de aprendizaje entre alumnos blancos y afroamericanos, especialmente la de matemáticas. Estas son incrementar la permanencia de los niños en el colegio, establecer sistemas de tutorías para grupos pequeños de alumnos, ajustar periódicamente y no solo una vez al año el método de enseñanza en función del desempeño de los alumnos en las evaluaciones, introducir mecanismos de rendición de cuentas para los profesores y establecer metas ambiciosas para el aprendizaje de los niños, independientemente de su condición social.
En el siguiente video (en inglés), Fryer explica de forma clara y contundente por qué debemos olvidarnos de las excusas como el patrón genético o la educación de los padres, la violencia familiar o la incidencia de pobreza para tratar de justificar el bajo desempeño educativo de los segmentos más vulnerables de la población. Fryer también demuestra que las brechas de aprendizaje se pueden cerrar de manera rápida, efectiva y costo-eficiente, a través de cinco acciones no tradicionales. Seguir sus recomendaciones no solo es correcto (pues a través de ellas se puede reducir la desigualdad y promover la inclusión social) sino además inteligente pues una población menos educada y empleable es un obstáculo para el progreso económico y social de los países.