¿Pueden las mujeres resolver el problema del cambio climático?
El cambio climático es un fenómeno mundial desestabilizador que avanza a un ritmo avasallador: según la Organización Meteorológica Mundial, 2014 será el año más caluroso del que se tenga registro. Y no se trata de un hecho aislado sino de una tendencia insostenible: 14 de los 15 años más calurosos de los que se tienen registro se han producido en el siglo 21.
La COP-20 que se está desarrollando en Lima es un excelente espacio para reflexionar sobre este tema y para avanzar con las discusiones de cara a la reunión de París de diciembre de 2015, donde se espera que los países comiencen a establecer metas dentro de sus planes de adaptación y mitigación del cambio climático para después de 2020.
Lamentablemente, el cambio climático avanza mucho más rápido que las negociaciones, amenazando con destruir los medios de subsistencia de miles de millones de personas en todo el mundo como consecuencia de fenómenos meteorológicos extremos (calentamiento y elevación del nivel del océano, sequías, inundaciones, ciclones, entre otros). Por ello, los 190 países que hoy asisten a la COP-20 simplemente no pueden darse el lujo de esperar al 2020 para comenzar a actuar.
La buena noticia es que existe una acción de política a disposición de los países en desarrollo que es a la vez correcta e inteligente para revertir esta tendencia insostenible de degradación ambiental: asegurar que las mujeres tengan derechos de propiedad claros, seguros y transferibles sobre sus tierras. No hay que olvidar que los países en desarrollo son predominantemente economías agrícolas donde la principal fuente de poder, riqueza y seguridad es la tierra.
Se trata de una política correcta e inteligente porque las mujeres son al mismo tiempo:
- Las más vulnerables a los fenómenos meteorológicos extremos ocasionados por el cambio climático, pues estadísticamente los desastres naturales matan más a mujeres que hombres; y
- Las que enfrentan diariamente al cambio climático para alimentar a sus familias, pues suelen ser ellas las responsables de la seguridad alimentaria del hogar, del trabajo agrícola y de la recolección de agua y leña, elementos directamente afectados por el calentamiento global.
Las mujeres son el aliado ideal para cualquier intento de mitigar los efectos del cambio climático y recuperar el uso sostenible de recursos tan esenciales como la tierra y el agua. Sin embargo, sin derechos de propiedad, ellas carecen de los incentivos, la seguridad y la oportunidad para invertir en asegurar la productividad de sus tierras en el largo plazo.
Las mujeres podrían seguir alimentando a sus familias, preservando los bosques y cultivando sus tierras con métodos agrícolas amigables con el medio ambiente, si sus gobernantes les dan las herramientas necesarias para hacerlo.
La evidencia lo confirma. Por ejemplo, un estudio del Banco Mundial en Uganda encontró que cuando las familias tienen derechos de propiedad sobre sus tierras, es más probable que planten árboles y utilicen técnicas de conservación de suelos. Un resultado similar fue obtenido por la Agencia de Desarrollo Internacional de Reino Unido: con derechos claros sobre sus tierras, las mujeres tienen el incentivo para utilizar prácticas agrícolas sostenibles y hacer inversiones de largo plazo en rehabilitación de suelos, acciones que tienen un efecto importante en la mitigación de los efectos del cambio climático.
Un viejo refrán africano dice que mientras cuando se educa a un hombre se está educando a un individuo, cuando se educa a una mujer se está educando a un pueblo. Con los derechos de propiedad ocurre algo similar. Las mujeres podrían ayudar a mitigar el cambio climático mucho antes del 2020 si se les empodera legalmente para que lo hagan. Ojalá que muchos de los países asistentes a la COP-20 se animen a intentarlo.