El sueldo mínimo, el impuesto a los ricos y la inclusión social
En noviembre del año pasado, tanto el World Economic Forum – WEF como el Papa Francisco colocaron a la inclusión social como un tema prioritario en la agenda mundial. Líderes mundiales como Barack Obama no tardaron en unirse a estas voces que además ya señalaban un culpable: la desigualdad de ingresos.
Mientras el tema ya comenzaba a adquirir cierta importancia en la agenda mundial, los suizos ya estaban pasando del discurso a la acción. Así, hacia fines del año pasado, se sometió a referéndum una iniciativa que planteaba poner 12 veces el salario del empleado que menos gana como tope máximo al salario de los gerentes generales. La iniciativa no fue aprobada pero llamó la atención que una de las economías más prósperas del mundo esté tan preocupada por la desigualdad de ingresos que esté considerando ponerle un tope.
En este contexto, a lo largo del mundo, se reavivó con fuerza el debate sobre los salarios mínimos. Perú no fue la excepción. Desde los sectores conservadores, la respuesta fue categórica: subir los salarios mínimos es mala idea cuando este no refleja los aumentos de productividad. Nuestros amigos del IPE, sustentaron su posición en el siguiente post. Proexpansión tomó nota de este argumento que demandaba progresividad en la relación salario – productividad y advirtió que, desde el año 2000, la productividad promedio de los trabajadores peruanos había crecido por encima del salario mínimo. Asimismo, señaló que según este argumento, existiría espacio para subir el salario mínimo hasta los 805 soles.
El economista francés Thomas Piketty en su libro Capital in the Twenty-First Century acaba de realizar una de las contribuciones más notables al debate sobre la desigualdad y, probablemente, una de las propuestas más provocadoras para resolverla. Se trata de un libro de casi 700 páginas que ha sido traducido del francés y que no es una novela o libro de autoayuda sino que resume los resultados de un admirable—e infatigable—trabajo de recolección de datos sobre ingresos y riqueza principalmente en economías desarrolladas. A pesar de ello, ha llegado a ocupar el primer lugar de ventas en Amazon y ha conseguido lo que ningún otro autor que conozca hizo antes: obligar a Harvard University Press a adelantar inusualmente la impresión del libro para salir al mercado antes y satisfacer el inusual interés que existía sobre el libro.
Piketty explica la creciente desigualdad señalando que los retornos al capital han crecido mucho más rápido que los retornos al trabajo (productividad) y que, por ello, los que más capital tienen cada vez ganan muchísimo más de quienes más trabajan. La mala noticia que deja la lectura del libro es que esta tendencia no parece apuntar a detenerse. Sin embargo, lo más interesante es que introduce la riqueza—variable que rara vez se mide—en el debate sobre la desigualdad. Suena complicado pero no lo es. Veamos un ejemplo. Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook recibe un sueldo mensual de US$1, al igual que lo hacía el difunto líder de Apple, Steve Jobs. Si se mide la desigualdad por el lado de ingresos, probablemente, ambos estén en peor condición que Usted lector. Sin embargo, si se midiera la desigualdad comparando la riqueza de ambos personajes con la suya, lo que quedaría ilustrada es una descomunal desigualdad. Para solucionar este problema, en el libro se propone un impuesto global que se aplique de manera creciente a la riqueza de las personas.
Piketty mismo reconoce que su propuesta es inviable; y creemos que tiene razón. Sin embargo, el valor de su obra es enorme solo por haberle puesto números al sentimiento de miles de millones de personas en todo el mundo. Y quizás a ello deba el gran éxito de su libro. Por supuesto, que una publicación sobre un tema tan controversial, cargada de propuestas tan provocadoras, no va a estar exenta de críticas. Ojalá que estas vengan acompañadas de alternativas de acción.
Una publicación sobre este tema tan relevante para Perú es una excelente oportunidad para repensar la concentración de las industrias, el gran crecimiento intrasectorial de los conglomerados económicos y, especialmente, las condiciones laborales de los trabajadores que no tienen capital financiero pero sí un gran empuje y talento. La frialdad de un argumento como la progresividad puede terminar con soluciones en las que todos pierden: los salarios mínimos se quedan congelados y se introducen altos impuestos a la riqueza. Lo que necesitamos los peruanos son alternativas para forjar una sociedad más inclusiva y justa- en la que todos ganen- y que al mismo tiempo tenga la menor cantidad de distorsiones posible. El primer paso para hacerlo es reconocer que existe un problema. Una lectura al libro de Piketty nos puede ayudar en esa dirección. Lo recomiendo.