Mientras más lejos está un niño de la capital, menos probable es que tenga acceso a una adecuada nutrición y a servicios de salud y educación.
Mientras más lejos está un agricultor de sus mercados más próximos, más vulnerable es su unidad económica y más expuestos están sus escasos márgenes a ser capturados por un intermediario abusivo.
Mientras más lejos está el Estado de los ciudadanos que más lo necesitan, más fácil es que brote el descontento entre ellos, que sus mentes sean capturadas por ideas extremistas disfrazadas de ideología y que prolifere el desarrollo de actividades ilícitas como el narcotráfico.
Y mientras solo Lima o algunos otros pocos centros urbanos sean los únicos lugares donde se asegure por lo menos el acceso al mercado y sus servicios, el oro, la plata y el cobre del Perú seguirá llegando a sus destinos en el extranjero con rapidez y de manera costo-eficiente; mientras ,en el país, seguirá reinando el centralismo económico; en las provincias, el caudillismo político antisistema; y, en las ciudades, el caos.
Un supermercado, un centro comercial o una tienda por departamento no convierten en desarrollada a una región. Menos aún si la expansión de estos es solamente sustentada por crédito otorgado a altas tasas de interés y no respaldada por la generación de empleo formal, el crecimiento de los ingresos y la productividad.
El Perú de mañana, el que tenemos que comenzar a construir desde hoy, es uno en el que los peruanos podamos elegir libremente la región donde vivir porque en ella nuestras familias pueden acceder a servicios de salud y educación de calidad, porque en ella la oferta de bienes, así como de servicios culturales y de entretenimiento tiene – por lo menos – el mismo estándar de la capital, porque en ella existe un mercado de trabajo dinámico y competitivo y, lo que es más importante, porque en ella existen industrias florecientes que capitalizan su potencial y generan riqueza para sus ciudadanos. ¿No cambiarían Ustedes el cielo gris limeño por el cielo azúl de Huaráz o Apurímac o por la belleza natural de Chachapoyas, si es que todas las condiciones anteriores estuvieran presentes?
Para hacer esta visión realidad, existen grandes obstáculos por delante: la conectividad del país y los servicios logísticos dentro de él todavía son precarios; y los peruanos hemos sido muy malos para elegir cómo enfrentar esa realidad.
El reciente desalojo de La Parada nos dio la ocasión de conocer la logística paupérrima con la que los alimentos que abastecen a la mayoría de hogares de Lima son trasladados, conservados, comercializados y distribuidos en Lima. Durante décadas, hemos vivido una realidad en la que se nos ha hecho creer que lo normal es que la Carretera Central exista prácticamente al borde del colapso a manos de los transportistas de carga, que las mafias controlen el comercio de bienes perecibles y que humildes compatriotas estibadores descarguen y movilicen grandes cargas en condiciones que ponen en peligro su salud. La logística detrás del abastecimiento de alimentos es, todavía, un caos.
Las pugnas por dejar atrás los problemas de infraestructura legal y física, así como de comportamiento, detrás de la congestión e inseguridad vehicular solo sirven de telón de fondo tímido de una realidad contundente que todavía no ha sido atendida. Hoy todavía seguimos celebrando que se rompan marcas en las ventas de autos nuevos, que millones de peruanos tomen deuda para comprarse un vehículo, que dinero que se genera en el Perú y que podría destinarse a otros fines salga fuera del Perú, dejándonos pistas limeñas al borde del colapso y una ciudad con altos índices de contaminación. Hoy todavía nos sigue pareciendo normal o resultado del progreso que transitar 1 kilómetro en hora punta demore 45 minutos. El Metropolitano no resolverá este problema como tampoco lo hará la persecución a los taxistas o mototaxistas.
Tres son los grandes retos que tiene por delante el país para alcanzar estándares del primer mundo en materia logística: primero, descongestionar Lima pues en sus estrechas pistas tenemos más vehículos de los que necesitamos; segundo, descentralizar los servicios de transporte para que los bienes y servicios lleguen a tiempo y costo razonable a sus destinos; y, tercero, promover el desarrollo de actividades industriales que se conviertan en polos de desarrollo económico inclusivo en las distintas regiones del país para que no todo tenga que venir a Lima o salir de ella.
Tres ideas que podrían ayudar:
- Promover el uso masivo de bicicletas en Lima – empezando por los distritos más congestionados. En promedio, los limeños viven a una distancia menor o igual a 5 km. – o 20 minutos en bicicleta – de sus centros laborales o educativos. Sin embargo, utilizan sus automóviles o usan los mototaxis, taxis ú otros medios de transporte motorizados. Así, tardan, contaminan y gastan mucho más. Si existieran rutas bien señalizadas y seguras, esta sería una alternativa no solo para ellos sino también para las empresas que distribuyen documentos o valores que hoy llenan las pistas de motociclistas que arriesgan su vida y la de los demás. Recuperando un carril de las pistas para las bicicletas, sería posible movilizar a más personas, más rápido. Lima tiene todas las condiciones para que esto se produzca: es prácticamente plana y no experimenta temperaturas extremas. Ya hay intentos interesantes en algunos distritos como Lince, Miraflores y San Borja. Sin embargo, es necesaria una estrategia global y una ejecución impecable para liderar una iniciativa como esta que, literalmente, podría cambiar el país, aumentar significativamente su productividad y mejorar la salud de los ciudadanos. No hay que reinventar la rueda. La experiencia internacional es abundante. Con una decisión política oportuna y la gestión adecuada, esto puede hacerse realidad en lo que tarda un suspiro desde una perspectiva histórica.
- Promover agresivamente el uso y la inversión en ferrocarriles que conecten a las regiones con los centros urbanos. Así como es importante comenzar a pensar en bicicletas cuando la mayoría piensa en comprarse un nuevo vehículo, es indispensable que comencemos a pensar en trenes cuando la mayoría todavía piensa en el transporte de carga por carretera para acercar las regiones a los centros urbanos. Por eso, las iniciativas de construir un túnel trasandino en la vía central del país para unir en menos de cuatro horas Lima con Huancayo o concesionar el denominado “tren macho” para que un operador privado brinde el servicio de manera eficiente, deben ser apoyadas y promovidas. Si éstos y otros diversos proyectos ferroviarios (que han empezado a ser vistas con expectativa por la población) se concretan, entonces será posible devolverle la conectividad y la logística que demanda el desarrollo del país.
- Promover el desarrollo de industrias responsables y eficientes en las regiones. Las riquezas más grandes del Perú no están en Lima sino en las regiones, muy cerca de nuestros compatriotas más humildes, aquellos que se beneficiarían enormemente de un desarrollo industrial responsable. Con un plan de desarrollo industrial regional, sería posible, de la mano de los gobiernos regionales, promover la creación de parques industriales en las actividades más acorde con las potencialidades de cada región. Y con el liderazgo de empresarios responsables, sería posible retomar la confianza de los pueblos con la inversión privada y quedarían atrás la imagen distorsionada y negativa del empresario industrial que todavía persiste en las mentes y corazones de nuestros compatriotas de provincias. Quedarían atrás historias como las de empresas industriales que, abusando de su poder monopsónico, compran su producción a los pequeños campesinos o criadores a precios por debajo del valor de mercado mientras que les otorgan créditos a tasas de interés exorbitantes expropiándoles de toda posibilidad de acumular riqueza para prosperar.
Todos los peruanos tenemos un rol que jugar en esta tarea en la que debería empezar a contar menos la ideología y más los resultados.