La tecnología de la inclusión
¿Sabía usted que la mayoría de los programas sociales que operan en la actualidad han sido creados hace cerca de 30 años y siguen operando con la misma tecnología?
En ese mismo lapso, la tecnología ha hecho posible que las transferencias anuales de ganancias del sector privado al exterior se incrementen de US$255 millones a US$13,173 millones y, entre otros, que las exportaciones anuales de minerales metálicos aumenten de US$1,423 millones a US$27,631 millones−algo más de 10 veces el presupuesto anual de los proyectos sociales focalizados.
¿Debe sorprender este crecimiento? No. En las últimas tres décadas, la tecnología ha permitido ganancias de productividad enormes que han transformado múltiples industrias y, por supuesto, también nuestra vidas.
Por ejemplo, en 1984, cuando se creó el Vaso de Leche, un teléfono celular pesaba más de 1 kilogramo y costaba más de US$4,000. A finales de los años 70, cuando se crearon los comedores populares, solo se podían almacenar como máximo 500 kilobytes en discos de 8 pulgadas. Hace aproximadamente 20 años, cuando se creó el PRONAA, el disco duro de la computadora personal más grande tenía un tamaño de 80 megabytes. Hoy todo esto ha cambiado: los teléfonos pesan y cuestan entre 5 y 9 veces menos; es posible almacenar 2000 veces más información en USB diminutos y la computadora personal de hoy es literalmente 1000 veces más potente y capaz de la que existía cuando se creó el PRONAA.
¿No será que nuestros programas sociales podrían beneficiarse algo de este desarrollo tecnológico? Por supuesto. En mi opinión, gran parte del reto de inclusión se resolverá, más que incrementando el presupuesto, con un uso más inteligente de la tecnología.
Tomemos el caso del PRONAA, cuyo cierre recientemente ha sido anunciado valientemente por la Ministra de Inclusión Social, Carolina Trivelli. Se trataba de un programa que carecía de un registro actualizado que les permitiera conocer realmente las características de sus beneficiarios, realizar un manejo logístico eficiente y un monitoreo del desempeño de sus operaciones y el progreso del impacto sobre sus beneficiarios.
El PRONAA tenía un diseño deficiente que hacía prácticamente imposible gestionarlo de manera eficiente, despolitizada y transparente. Por eso, las filtraciones, los problemas de cobertura, la corrupción y la pobre calidad se daba en prácticamente todos los eslabones de la cadena de prestaciones. Por eso, los niños terminaban tirando a la basura el contenido de las raciones que recibían o acumulándolas para cambiarlas por golosinas. Por eso también, los comedores populares recibían alimentos en mal estado, como menestras que no cocinaban ni aunque se les hirviera una semana entera.
Si este esquema no cambia, los programas sociales seguirán siendo presas fáciles de la corrupción, el clientelismo político o el mercantilismo y seguirán sin beneficiar a quienes son su razón de ser: los peruanos que hoy todavía viven excluidos de los beneficios de la economía de mercado. Si esto no cambia, los programas sociales seguirán siendo dispensadoras de favores políticos. Y si esto no cambia, seguiremos teniendo conflictos sociales.
Los conflictos sociales no se producen porque los ciudadanos están en contra de la inversión, la empresa privada, la globalización, la economía de mercado o el progreso. Se producen porque la mayoría que está excluida de sus beneficios, ven cómo mientras la extracción del oro de la gran empresa se ha beneficiado enormemente de las mejoras tecnológica en las últimas tres décadas, las oportunidades que el gobierno les extiende para que ellos accedan al mercado gracias a su propia iniciativa o los programas que este tiene para aliviar su situación de pobreza, siguen operando con los procesos y tecnologías de hace casi 30 años.
¿Es Qali Warma, el nuevo programa que ha sido anunciado por el Ministerio de Inclusión Social (MIDIS), la solución? Podría serlo. A su favor, tiene que aparentemente su diseño ha sido bien pensado. ¿De qué va a depender su éxito o fracaso? De cómo se gerencia y la tecnología que se utilice para implementarlo. Sin una gerencia calificada, despolitizada y bien remunerada y sin un cambio en la tecnología de los programas sociales actuales que la haga acorde a los tiempos actuales, será difícil esperar resultados distintos.
¿Qué podría tenerse en cuenta?
a) Un registro detallado del DNI y las características principales de los beneficiarios y sus padres, de su localización geográfica, de las unidades ejecutoras que canalizarán los recursos, la identidad y datos de contacto de sus responsables, del presupuesto asignado que se gastará en cada localidad de operaciones del programa y de las licitaciones vinculadas a cada proceso de adquisición.
b) Procesos logísticos eficientes que permitan que los productos lleguen a los puntos de destino oportunamente y que se almacenen en condiciones adecuadas, habiendo pasado por controles de calidad estandarizados y estrictos.
c) Mecanismos de transparencia hacia al público y de retroalimentación de los usuarios, utilizando la tecnología disponible, por ejemplo, los teléfonos móviles.
El mayor riesgo para Qali Warmi es terminar ser visto en la historia como el nuevo nombre del PRONAA; su mayor oportunidad es la de convertirse en uno de los elementos de la gran transformación que fue ofrecida para el país por el Presidente Humala. De cara a los demás programas sociales cuya evaluación a cargo del MIDIS está próxima a concluir, la eliminación al igual que la creación de nuevos programas es siempre una opción al igual que la modernización de los existentes. En todo momento, es crucial que las autoridades tomen en cuenta a las organizaciones de base. No hacerlo, sí que sería un desatino.