¿Una buena decisión de inversión?
Mi columna anterior se tituló “Habilidad vs. Suerte”, y una de sus ideas centrales era la importancia de entender, para cada uno de los resultados de nuestras inversiones (aunque en realidad aplica para cualquier proceso de toma de decisiones bajo incertidumbre), cuáles se han dado de una manera determinada principalmente por nuestra habilidad y cuáles se debieron mayormente a factores aleatorios (suerte, hechos inesperados, etc.), y que solamente a través de ese ejercicio concienzudo es que uno podía corregir y calibrar adecuadamente su proceso de toma de decisiones.
En tal sentido, y más allá de la relevancia de incorporar este tema para poder obtener un proceso robusto y consistente, considero que el no hacerlo puede resultar sumamente peligroso porque llevaría al gestor a asumir riesgos innecesarios. Esto debido a que podría estar partiendo de la falsa premisa de que un análisis aplicado en el pasado resultó exitoso y que, por ende, es válido y replicable en el futuro (con una expectativa positiva). El problema aquí surge al no haberse dado el tiempo para entender por qué dicha decisión fue en su momento favorable, ya que la verdadera razón podría ser simplemente el azar o algún hecho fortuito.
Un ejemplo interesante que he encontrado en libros de finanzas[1] es lo que le ocurrió a Paul DePodesta[2] en Las Vegas. Cuenta DePodesta que una noche se encontraba en un casino de esta ciudad jugando Blackjack, cuando observó a un jugador que estaba teniendo una mala noche. En una mano en particular, a este jugador le entregaron sus dos primeras cartas, las cuales sumaban diecisiete. Al llegar su turno nuevamente, le preguntaron qué quería hacer y pidió una carta más. Todos en la mesa se quedaron observando y se le preguntó si estaba seguro, a lo que respondió que sí. Luego, y en contra de todas las probabilidades, la carta resultó ser un cuatro. Esto desató el júbilo y la celebración de los presentes, e incluso se escuchó un “¡Buena jugada!”. Y es aquí donde viene el punto: ¿realmente representa una buena jugada? ¿o es un golpe de suerte que seguramente terminaría con un mal resultado la mayoría de las veces si se intentara nuevamente? De hecho, si uno considera lo primero, existe un riesgo de que quiera aplicarlo a futuro pensando que es una estrategia ganadora (justamente el problema de evaluar una decisión sobre la base del resultado y no del proceso), pero obteniendo resultados fallidos en la gran mayoría de oportunidades. Por otro lado, si uno reflexiona y entiende el resultado de esta apuesta agresiva (y muy riesgosa) como suerte, entonces no habría mayor problema.
Así, y tal como lo entiende DePodesta, dicha jugada (en valores esperados) era buena, pero para el casino. Y muy mala para el jugador. Ello debido a que la gran mayoría de las veces, el resultado obtenido debería de ser favorable para el primero. Sin embargo, siempre está aquella oportunidad puntual en la que el resultado está del lado del segundo. Y por eso, resulta clave entender la diferencia y no dejarse confundir solamente por el desenlace.
Esto se puede trasladar a cómo debemos pensar sobre nuestro proceso de inversiones: asegurar que vamos a acertar en absolutamente todas las decisiones de inversión, lamentablemente, no es posible. Sin embargo, podemos buscar el desarrollo de un proceso en el que las probabilidades de éxito de cada una de nuestras decisiones estén siempre a nuestro favor. Asimismo, corregir o calibrar nuestros modelos solamente cuando, y sobre la base de un análisis, lo consideremos adecuado, y no hacerlo por un resultado puntual, donde simplemente se terminó materializando el escenario menos probable.