Hacia una nueva política de desarrollo productivo de Dani Rodrik 2025
Dani Rodrik acaba de publicar un artículo sobre lo que él denomina productivismo. Este se refiere a un enfoque que prioriza la difusión de oportunidades económicas productivas en toda la economía. Se diferencia del neoliberalismo al asignar a los gobiernos y a la sociedad roles significativos para lograr este objetivo. También se aleja del keynesiano al centrarse menos en la redistribución, las transferencias sociales y la gestión macroeconómica.
El productivismo se centra en la creación de oportunidades económicas trabajando en el lado de la oferta de la economía para crear buenos empleos productivos para todos. Confía menos en los mercados y desconfía de las grandes corporaciones. Enfatiza la producción y la inversión sobre las finanzas y la revitalización de las comunidades locales sobre la globalización. Tenemos mucho por aprender y aplicar en el Perú. https://doi.org/10.31389/lsepress.tlc.c
Él es profesor de Economía Política Internacional en la Escuela J.F. Kennedy de Harvard. Ha publicado extensamente en las áreas de desarrollo económico, economía internacional y economía política. Su investigación actual se centra en el empleo y el crecimiento económico, tanto en economías en desarrollo como avanzadas. Entre los muchos reconocimientos acaba de recibir el Doctorado Honoris Causa de la UNAM, México 2025.
Nuevas circunstancias
Rodrik inicia señalando que la industrialización fue el vehículo tradicional para superar el dualismo tecnológico (o la heterogeneidad estructural). A medida que los trabajadores se integran en actividades manufactureras más productivas, la productividad general de la economía y los salarios se incrementan; pero este antiguo y poderoso remedio ya no funciona.
Como resultado de la automatización y otras innovaciones que han ahorrado mano de obra, la manufactura ha perdido su capacidad de crear abundantes empleos tanto en las economías en desarrollo como en las avanzadas. La globalización ha acelerado el proceso a medida que un pequeño número de países con fuertes ventajas han reducido la producción en las economías de ingresos medios y altos. La desindustrialización del empleo también ha sido una característica en las economías avanzadas. Por lo anterior, las nuevas realidades exigen actualizaciones de los modelos establecidos más allá del neoliberalismo y el paradigma keynesiano.
Contenido
Rodrik describe el enfoque del productivismo como una solución que ataca el dualismo productivo desde su origen. Luego lo compara con otros marcos de políticas públicas mediante una taxonomía de políticas públicas. Se analiza la relación entre las políticas productivistas y las comúnmente llamadas políticas industriales, ofreciendo un ejemplo de cómo pueden implementarse en el sector servicios.
Él anota que, dado que muchos tienden a ser escépticos respecto a la capacidad de los gobiernos para implementar políticas transformadoras, aborda algunas de las objeciones tradicionales a la interferencia gubernamental en la esfera productiva. También sugiere que el productivismo resulta atractivo para muchos sectores, tanto de derecha como de izquierda. Finaliza el capítulo con algunas advertencias sobre los peligros de los paradigmas económicos.
Externalidades desempleo
El autor señala que la escasez de buenos empleos tiene costos económicos, sociales y políticos. Las consecuencias sociales pueden manifestarse en forma de exclusión, familias desintegradas, abuso de drogas, adicción y delincuencia. Pueden surgir males políticos, como la polarización, el auge del populismo, las reacciones negativas contra la globalización y la inmigración, y la pérdida de confianza en el gobierno, los expertos y las instituciones.
La prevalencia de malos empleos también es sintomática del dualismo económico, que genera su propia ineficiencia: las tecnologías productivas permanecen estancadas en unas pocas empresas y no se difunden al resto de la economía y la fuerza laboral. Las decisiones de las empresas sobre cuántos trabajadores contratar, cuánto pagar, qué tipo de tecnologías implementar y cómo organizar el trabajo afectan también a las oportunidades de vida de los futuros empleados y sus comunidades.
Nuevo enfoque
Rodrik plantea que se necesita una nueva generación de políticas coordinadas dirigidas a la oferta y la demanda de los mercados laborales, combinando programas de capacitación profesional con apoyo a las empresas. Los buenos empleos requieren buenas empresas y viceversa. Las políticas industriales y regionales que actualmente se centran en incentivos fiscales y subsidios a la inversión deberían ser reemplazadas por servicios y comodidades empresariales personalizados para facilitar la máxima creación de empleo.
Los sistemas nacionales de innovación deberían rediseñarse para orientar las inversiones en nuevas tecnologías en una dirección más favorable al empleo. Las políticas que abordan el cambio climático deberían vincularse explícitamente a programas de creación de empleo en comunidades rezagadas. El enfoque de la política industrial tendrá que depender mucho más de los servicios y las pequeñas y medianas empresas.
Un nuevo orden económico exige un intercambio explícito entre las empresas privadas y las autoridades. Para prosperar, las empresas necesitan una fuerza laboral confiable y cualificada, una buena infraestructura, un ecosistema de proveedores y colaboradores, fácil acceso a la tecnología y un sólido régimen de contratos y derechos de propiedad. La mayoría de estos se obtienen mediante la acción pública y colectiva, que es la parte del acuerdo que corresponde al gobierno.
Política industrial
Se anota que un productivismo exitoso tiene que internalizar las lecciones aprendidas de los fracasos de las políticas pasadas y adaptarse a nuevos desafíos. Si bien ha habido fracasos notables con algunas políticas industriales, estudios sistemáticos realizados entre 2010 y 2020 concluyen que las políticas industriales que incentivan la inversión y la creación de empleo en regiones desfavorecidas han tenido resultados sorprendentemente buenos.
Asimismo, existe un amplio margen de mejora. Las políticas industriales más eficaces implican una estrecha colaboración entre los organismos gubernamentales y las empresas privadas, mediante la cual estas reciben aportaciones públicas cruciales (apoyo financiero, trabajadores cualificados o asistencia tecnológica) a cambio de alcanzar objetivos flexibles y cambiantes en materia de inversión y empleo. Es probable que este tipo de política industrial funcione mucho mejor, ya sea para promover el desarrollo económico local o para orientar importantes iniciativas tecnológicas nacionales, que los subsidios o incentivos fiscales de duración indefinida.
Sector servicios
En el futuro, la mayor parte de estos empleos no provendrá del sector manufacturero, sino de servicios, como la salud, la atención a largo plazo y el comercio minorista, anota Rodrik. En la citada dirección comenta sus propuestas para el caso estadounidense que tiene componentes tanto locales como nacionales. El enfoque local se basaría en programas de desarrollo y asistencia empresarial existentes, que ya están estructurados según las directrices aquí propuestas.
Se trata de asociaciones de colaboración entre las entidades locales, agencias de desarrollo, empresas y otros socios que buscan revitalizar las comunidades locales y crear empleos de calidad. Se organizan en torno a una contrapartida implícita: la prestación de servicios públicos (como servicios de extensión empresarial, infraestructura o formación a medida) a cambio de compromisos flexibles de las empresas en materia de inversión y creación de empleo.
La iniciativa federal consistiría en el establecimiento de una Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada centrada en la promoción de tecnologías que favorezcan el empleo. Lo anterior, partiendo de la premisa de innovaciones que complementan a los trabajadores, en lugar de desplazarlos, pero cuya oferta actual es insuficiente. Asimismo, ese organismo promovería inversiones iniciales en tecnologías digitales y de otro tipo que mejoren las competencias de los trabajadores y creen empleos de calidad.
Gobiernos capaces
Desafortunadamente, según Rodrik, el escepticismo sobre la capacidad de los gobiernos para liderar y lograr cambios positivos es casi universal. Sin embargo, en realidad las capacidades gubernamentales no son heredadas ni estáticas. Se construyen con el tiempo, una vez establecidas las prioridades adecuadas y como resultado de la experiencia, el aprendizaje y la construcción de confianza con las entidades privadas.
Para los funcionarios públicos, la pregunta relevante no debería ser ¿Tenemos la capacidad?, sino ¿Contamos con las prioridades y el modelo de gobernanza adecuados? Al respecto, la experiencia sugiere la importancia de crear comités sectoriales como el que se implementó en el marco del Protocolo de Montreal sobre el Ozono, en los que las empresas emisoras se unieron a los organismos reguladores y científicos nacionales en la búsqueda de alternativas tecnológicas.
Modelos de Gobernanza
El autor señala que los grupos comenzaron siendo pequeños, pero se expandieron a medida que se acumulaban conocimientos, los actores adquirían nuevas capacidades y las partes forjaban confianza mutua. La virtud de los comités sectoriales fue que la resolución de problemas se delegó en los actores locales, las empresas con los conocimientos tecnológicos necesarios. Cuando la innovación se estancó, se reajustaron los objetivos. El resultado fue un círculo virtuoso de innovación práctica y establecimiento de objetivos de alto nivel.
Las iniciativas más exitosas para revitalizar comunidades y crear empleos se concretan en colaboraciones público-privadas que ofrecen programas de capacitación, empresas, grupos sin fines de lucro y funcionarios públicos se unen para crear nuevos caminos hacia las oportunidades económicas. Las políticas industriales nacionales efectivas adoptan un enfoque colaborativo e intersectorial similar. El punto importante es que hay suficientes ejemplos concretos y del mundo real de estos enfoques colaborativos para darnos la esperanza de que estas ideas no son utópicas, anota Rodrik.
La estrategia general consiste en comenzar con objetivos ambiciosos y poco definidos. Los líderes de los programas deben reconocer la profunda incertidumbre y, por consiguiente, la probabilidad de errores y falsos comienzos. Debe haber incentivos para que los actores con la información más detallada y precisa —normalmente las empresas— busquen soluciones, lo que implica que los organismos públicos deben aportar una combinación de obstáculos (la amenaza de la regulación) e incentivos (contribuciones públicas). Los hitos y el seguimiento son clave para permitir la reevaluación y la revisión. La innovación es clave y las soluciones se generalizan en forma de normas o regulaciones para todos.
Superar paradigmas
El autor señala que para que el productivismo tenga éxito deberá trascender las ideologías del pasado. Un nuevo paradigma económico se consolida plenamente cuando incluso sus supuestos oponentes empiezan a ver el mundo a través de su lente. Al igual que con los paradigmas anteriores, el productivismo tendrá que encontrar apoyo eventualmente en ambos extremos del espectro político. La polarización actual en nuestra vida política hace que tal resultado parezca descabellado. Sin embargo, hay indicios de convergencia en EE.UU. tanto en los demócratas como los republicanos.
El pragmatismo puede prevalecer sobre el partidismo político cuando se trata de la verdadera labor de fomentar las empresas locales y la creación de empleo, así como de las alianzas público-privadas necesarias para lograr ese fin. Ante los desafíos del declive económico y el desempleo, los políticos locales participaron, junto con grupos comunitarios, empresarios y otras partes interesadas, en una amplia experimentación de políticas y, en muchos de esos casos, el hecho de que fueran demócratas, republicanos o independientes hizo poca diferencia en lo que hicieron.
Colofón
Rodrik termina señalando que el resultado usual de la implantación de paradigmas extremos fue una extralimitación y una oscilación entre el optimismo excesivo y el pesimismo sobre el papel del gobierno en la economía. En cambio, la respuesta a cualquier pregunta de política económica es depende.
Las palabras clave de un paradigma económico verdaderamente útil son contingencia, contexto, y no universalidad. Mapear los vínculos entre las diversas circunstancias del mundo real y la conveniencia de distintos tipos de intervenciones es lo que define la buena economía, finaliza el autor.

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